3 de julio de 2024

Ciudades más sostenibles e inteligentes gracias a la internet de las cosas

 Uno de los pilares del desarrollo sostenible son las ciudades inteligentes. Y, para hacer posible este paradigma, son imprescindibles las redes de la internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), integradas por una cantidad masiva y creciente de sensores conectados que permiten un largo alcance de comunicaciones a un bajo consumo, mantenimiento y coste.

Para ilustrar la utilidad de las redes IoT en el desarrollo de las ciudades inteligentes y sostenibles, pongamos dos ejemplos: la reducción en el consumo de agua mediante la detección de fugas en tiempo real y la mejora de la gestión de residuos.

Sensores para detectar pérdidas de agua

Cada vez más, el agua es un recurso escaso y, por ello, su consumo eficiente es, no sólo recomendable, sino obligado. Por supuesto, el uso personal responsable y sostenible es un primer paso. Pero hay otras maneras de reducir su consumo.

Una de las principales razones de la pérdida del agua son las fugas producidas en las tuberías que forman la red de distribución. Los motivos son diversos: roturas por aumento de presión, accidentes por obras, corrosión, filtración, etc. 

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Muchas veces, la detección de las fugas es lenta porque pueden no aflorar a la superficie. Por esta razón, resulta muy beneficiosa la posibilidad de implantar en la red hídrica diferentes sensores capaces de medir el caudal y presión de las tuberías, de enviar los datos a una central para procesarlos y de monitorizar las condiciones de la red y, en su caso, enviar alarmas de posibles fugas para ser corregidas.

Este tipo de soluciones son posibles con las redes IoT. De hecho, se encuentran ya implantadas o en proceso de implantación en poblaciones y ciudades de todo el mundo. Por poner un ejemplo reciente, la ciudad de Zaragoza realizará una inversión de 7,4 M€ para este fin

Mejoras en la gestión de residuos

La internet de las cosas permite monitorizar el nivel de llenado de los contenedores y mejorar las rutas de los camiones de basura en la ciudad, aumentando así la eficiencia en la gestión de residuos.

Esto es posible a través de la instalación de contenedores de residuos inteligentes dotados con sensores que miden su nivel de llenado y, mediante una red de comunicaciones, envían la información a un centro de datos. Los contenedores de residuos inteligentes permiten así avisar a las empresas de recogida cuando el nivel de llenado es suficientemente elevado. Esto permite la elección de rutas óptimas de recogida, evitando recorridos innecesarios y minimizando el consumo de combustible y el tiempo empleado. 

La consecuencia es que se reduce el impacto medioambiental, así como los costes de transporte y gestión. Otra potencial ventaja es que, gracias a este sistema, se puede tener constancia de situaciones de emergencia, como podría ser la fase inicial de un incendio. 

Soluciones de este tipo ya están implantadas en varias ciudades, como Sevilla que, con diferentes proyectos, ha podido comprobar la eficacia en ahorro y costes del uso de contenedores inteligentes. 

Otro ejemplo interesante se encuentra en las comunidades autónomas de Madrid, Barcelona y las Islas Baleares, en este caso, en contenedores de residuo textil

















Contenedores de recogida selectiva de residuos. Slastic / Wikimedia Commons

La tecnología que lo hace posible

Las redes LPWAN (low‐power wide‐area network o redes de área amplia y baja potencia) son una de las soluciones IoT específicas desarrolladas para dichas necesidades de sensorización y transferencia de datos. No sólo son empleadas en las ciudades inteligentes, también en campos como los edificios inteligentes o la Industria 4.0. 

Dado el interés y la necesidad de estas tecnologías LPWAN, existen diferentes estándares desarrollados. Actualmente, una de las tecnologías más prometedora se denomina mioty, desarrollada por el instituto alemán Fraunhofer IIS, que posee importantes ventajas sobre sus competidores.

  • La tecnología mioty se basa en el método patentado denominado TSMA o telegram splitting, que permite conexiones muy robustas y, por lo tanto, tasas de error de comunicaciones mínimas.

  • El consumo de energía de dicha tecnología es muy bajo. Se estima en 17,8 μWh por mensaje. Esto permitiría sensores capaces de funcionar durante más de 20 años con una batería de tipo AA.

  • La tecnología mioty permite condensar más de 1 millón de dispositivos por red y hasta 1,5 millones de mensajes por día. Esta capacidad de la red mioty hace que el despliegue de sensores sea una solución económicamente asequible.

  • Esta tecnología permite que los sensores puedan ser implementados en otros sistemas en movimiento con velocidades de hasta 160 km/h. Así, los sensores podrían utilizarse en vehículos con el fin de estudiar condiciones de tráfico, el nivel de uso de bicicletas públicas, etc.

  • La tecnología mioty esta refrendada por el estándar europeo ETSI TS 103 357. Además, las redes mioty están basadas en software y son compatibles con la mayoría de las plataformas hardware existentes. Por otro lado, cada red puede ser privada o pública, totalmente personalizada y no requiere de licencias de frecuencia para su funcionamiento. De esta manera, las barreras técnicas para su despliegue son mínimas.

Cabe decir que dicha tecnología ya se ha implantado con éxito en diferentes escenarios. Por ejemplo, como sistema de monitorización del consumo de agua en el aeropuerto de Munich o para mejorar el riego en las zonas arboladas en Erlangen, también en Alemania.

La Escuela de Ingeniería de la Universidad de Navarra, Tecnun, es miembro de la Alianza Mioty. Además, relacionado con las redes IoT y las ciudades inteligentes, Tecnun también alberga el laboratorio City Science Lab Gipuzkoa gracias a la colaboración con el Instituto Tecnológico de Massachusetts y el Centro de Nueva Movilidad de Gipuzkoa (Mubil). Con estas iniciativas, pretendemos conocer y desarrollar las tecnologías IoT más avanzadas para dar soluciones de sensorización masiva

Los incendios forestales extremos son cada vez más intensos y se han duplicado en los últimos 20 años

 Últimamente parece que el mundo entero está en llamas. La semana pasada hubo más de 70 incendios simultáneos en Grecia. A principios de año, Chile sufrió su peor temporada de incendios, con 130 muertos y 370 desaparecidos. En 2023, Canadá batió todos los récords, con incendios que empezaron en marzo y no acabaron hasta noviembre. Y en agosto, las llamas devastaron la isla de Maui, en Hawái. Y la lista sigue y sigue.

Viendo las noticias parece que los incendios extremos y catastróficos son cada vez más frecuentes. Pero ¿es correcta esta percepción? ¿Realmente están aumentando? Desafortunadamente sí. Un nuevo estudio publicado en Nature Ecology & Evolution muestra que, a nivel global, el número y la intensidad de los incendios más extremos se han duplicado durante las dos últimas décadas.

Los autores de este nuevo estudio, de la Universidad de Tasmania (Australia), midieron la energía liberada por los incendios durante los últimos 21 años. Para ello utilizaron un sensor satelital que detecta el calor de los incendios y calcularon la energía liberada por las llamas.

Los investigadores identificaron un total de 30 millones de incendios (incluyendo también grupos de incendios cercanos). A continuación seleccionaron los 2 913 que mayor energía liberaron, es decir, el 0,01 % más extremo. El estudio muestra que estos incendios extremos se están haciendo más frecuentes, tanto que se han duplicado en las últimas dos décadas. Además, en los últimos años el mundo ha sufrido seis de los siete años con mayor número de incendios extremos (todos los años desde el 2017 menos el 2022).

Este estudio también remarca que estos incendios extremos son cada vez más intensos: los incendios catalogados como extremos los últimos años emitieron más del doble de energía que los incendios extremos de los años iniciales del periodo analizado.

Estos resultados encajan con los de otras investigaciones recientes que muestran que los incendios están empeorando. Por ejemplo, la superficie arbolada quemada está aumentando ligeramente, lo que conlleva el correspondiente aumento de las emisiones de carbono asociado. Globalmente, la superficie total que arde cada año está disminuyendo, debido al descenso de los incendios en sabanas y tierras de cultivo, pero estos incendios son de menor intensidad y emiten menos carbono que los incendios en zonas arboladas.

Además, la severidad de los incendios –un indicador de cómo el fuego impacta el ecosistema– también está empeorando en muchas regiones. También el porcentaje de la superficie quemada con alta severidad está aumentando a nivel global.

Mapa del mundo con anotaciones















Tendencias en incendios extremos (círculos), área quemada (cuadrados) y porcentaje del área quemada a alta severidad (diamantes) para los 6 biomas del mundo en los que se concentran la mayoría de estos incendios. Víctor Fernández García (datos: Cunningham et al, Nature Ecology & Evolution 2024; Fernandez-Garcia & Alonso-Gonzales, Remote Sensing, 2023)

El panorama actual de incendios no es halagüeño; sin embargo, existen diferencias importantes entre regiones. Este nuevo estudio identifica las zonas de bosques boreales y de bosques templados de coníferas (azul y verde en el mapa) como responsables principales del aumento mundial de los incendios extremos. Son estos bosques los que registran el mayor número de incendios extremos, en relación con la extensión que ocupan. Son también los que muestran el empeoramiento más drástico con el tiempo. Además, sufren un aumento de la superficie total quemada y del porcentaje quemado de alta severidad.

La confluencia de estas tres tendencias (incendios extremos, aumento de área quemada y alta severidad) es especialmente fuerte en el este de Siberia, el oeste de EE. UU. y Canadá.

Lo que convierte un incendio en catástrofe

Lo que convierte un incendio en catástrofe depende no sólo del comportamiento del fuego, sino también del contexto medioambiental, social y económico. Por eso otras regiones pueden ver aumentar las consecuencias negativas.

Por ejemplo, en los bosques templados caducifolios y en las zonas mediterráneas no ha habido grandes cambios en la actividad y el comportamiento de los incendios. Pero el creciente número de casas muy próximas a la vegetación silvestre es un claro ejemplo que aumenta el riesgo humano y puede provocar una catástrofe.

La duplicación de los incendios forestales extremos en las últimas dos décadas añade otra pieza al puzle de la ya complicada mezcla de patrones y tendencias de los incendios. Este nuevo estudio vuelve a señalar lo que ya sabemos: que necesitamos abordar con urgencia las causas de su empeoramiento. Estas causas son numerosas y complejas e incluyen los cambios en el paisaje, las políticas de gestión del monte y, por supuesto, el cambio climático. Solo así podremos prepararnos para esta nueva era de incendios que ya no podemos apagar.

2 de julio de 2024

Las bacterias capaces de descomponer el plástico son muchísimas más de las que se creía


La cantidad de bacterias que pueden desintegrar plásticos es mucho mayor de lo que se creía, de acuerdo con una investigación liderada por Jo-Anne Verschoor, estudiante de doctorado en la Universidad de Leiden. El hallazgo representa un avance significativo en la exploración de métodos de reciclaje basados en microorganismos.

El trabajo analizó la capacidad de diversas bacterias del género Streptomyces para degradar tereftalato de polietileno (PET). Se trata del grupo más grande de actinobacterias, un filo que habita en el suelo y juega un papel relevante en la descomposición natural de materia orgánica. El equipo comparó las secuencias genómicas de algunas proteínas previamente conocidas por degradar plásticos en las bacterias Streptomyces. Identificó una enzima conocida como lipasa A, que es capaz de descomponer BHET, un compuesto orgánico que se utiliza en la producción de polímeros.


Ilustración de hongos, con botellas de plástico y larvas
Visitamos el laboratorio de la bióloga María Neftalí Rojas, doctora en Ingeniería Ambiental, que busca aminorar el impacto ambiental del ser humano en el planeta con sus investigaciones para degradar el plástico con hongos y larvas, y la fabricación de ecoladrillos.

Los científicos examinaron a profundidad la presencia de este elemento en una colección de 96 actinobacterias Streptomycesbajo diversas condiciones. Descubrieron que la interacción entre cepas puede influir en el desempeño de la lipasa A para degradar BHET. En conjunto, el 44% de las bacterias evaluadas pudo degradar el compuesto y el 18% mostró actividad de descomposición cuando se analizaron de forma individual. Hallaron que cuando la enzima está presente en grandes cantidades, los organismos descomponen el plástico a mayor velocidad.

“En conclusión, presentamos una identificación y caracterización integral de una nueva familia de enzimas degradantes de BHET conservadas de Streptomyces. Las características estructurales y la actividad in vivo e in vitro proporcionan más información sobre la adaptación evolutiva y ecológica de las bacterias del suelo a los plásticos en su entorno”, indica el estudio.

Bacterias contra la contaminación plástica

Un punto destacado del trabajo de Verschoor es que las bacterias estudiadas no fueron recolectadas con el objetivo de medir su potencial para destruir polímeros. La muestra fue tomada de un banco preexistente que los científicos de la Universidad de Leiden utilizan para explorar el desarrollo de nuevos antibióticos. Los microorganismos provienen de diversos continentes. Esto sugiere que la capacidad para disgregar plásticos podría estar más extendida en la naturaleza de lo que se pensaba.

La microbióloga señala que las condiciones externas son decisivas en el uso de bacterias Streptomyces en los procesos de reciclaje de plástico. Sus conclusiones indican que la enzima lipasa A pierde la mayor parte de sus propiedades de descomposición cuando se expone a temperaturas superiores a los 40°C. Añade que los microorganismos deben ser alentados para degradar los polímeros. “Al igual que nosotros, ellos no hacen las cosas automáticamente; necesitan un estímulo. Solo empezamos a correr cuando nos persigue un tigre. De manera similar, las bacterias rodeadas por una gran cantidad de azúcar y, por lo tanto, de energía, no harán algo que requiera demasiado esfuerzo”.

La investigación hace más grande el conjunto de bacterias que pueden emplearse para contrarrestar la contaminación por plásticos en el mundo. La autora reconoce que aunque sus hallazgos son destacados, aún falta mucho para conseguir que las bacterias sean una solución viable. “La abundancia actual de enzimas que degradan BHET indica que la naturaleza realmente puede asumir el desafío de la degradación y la biorremediación. Si investigamos y comprendemos más a fondo este fenómeno, las características microbianas y enzimáticas involucradas, y aplicamos esas características, podemos avanzar hacia la mitigación de la contaminación plástica para un futuro más sostenible”, concluye.

Día Internacional Libre de Bolsas de Plástico

 Esta fecha no es solo un recordatorio sobre el inmenso impacto ambiental de las bolsas de plástico de un solo empleo, sino también una invitación a adoptar alternativas más sostenibles y responsables. El plástico, que tarda cientos de años en degradarse, contamina nuestros océanos, tierras y afecta a la fauna marina y terrestre. Este día nos insta a reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo y a optar por soluciones más ecológicas