Los mares del mundo reciben cada año más de cuatro millones de toneladas de petróleo. Esta catástrofe no llega nunca a conocimiento de la opinión pública. El crudo no se vierte porque los petroleros se rompan, encallen o se cometan cualquiera de los inacabables errores humanos que originan los desastres ecológicos. Se trata simplemente de operaciones de limpieza de los buques realizadas en alta mar.
Según estimaciones de la organización Greenpeace, el mar Mediterráneo engrosa su volumen cada año en 635.000 toneladas, no de agua salada, sino de crudo procedente de esta mal definida higiene marina, lo cual representa más del 20% de los vertidos voluntarios de hidrocarburos al mar.
La cifra guarda relación con el número de petroleros que atraviesan el estrecho de Gibraltar cada año: 12.000.
En los puertos mediterráneos españoles se quedan los suficientes para descargar 40 millones de toneladas anuales en las refinerías de Algeciras, Málaga, Cartagena y Tarragona. El reguero se extiende hasta las costas del extremo oriental del Mediterráneo.
Lo sorprendente, como dicen en repetidas ocasiones los técnicos encargados de luchar contra la contaminación marina, no es que a veces suceda La gran mayoría de los vertidos de crudo procede de las operaciones de limpieza de los barcos en alta mar dan desastres como los del Mar Egeo o el Braer, por citar sólo a los más recientes, sino que no se repitan con mayor frecuencia. A pesar de las medidas de seguridad adoptadas en los últimos años, el riesgo permanece inalterable, como la dependencia de las sociedades avanzadas por un tipo de energía generosamente polifacética en su reparto de desastres: mareas negras, lluvia ácida o emisiones de C02 que potencian el calentamiento del planeta.
Los intentos de la CE de mejorar la seguridad de sus navíos, ya sea mediante la obligación de que naveguen bajo una bandera única comunitaria o que cumplan obligatoriamente con determinados requisitos en su diseño, quizá aminore la amenaza de una parte de la flota petrolera. Pero queda como un remiendo ante la aceptación tácita de que las operaciones de limpieza pueden efectuarse en alta mar porque el ?océano se encarga de limpiarse a sí mismo?.
Esta capacidad regeneradora de nuestros mares está puesta en cuestión por prestigiosos técnicos del medio ambiente. Sobre todo a la luz de los volúmenes de vertidos que se acumulan anualmente en las aguas del planeta. El hecho de que esa contaminación no se aprecie a simple vista, o no pueda mostrarse como un pringoso traje de luto de aves y mamíferos marinos, no quiere decir que no exista. Simplemente, no interesa verla a fin de mantener aceitadas las ruedas del progreso..
Periódico Domingo, 10 de enero de 1993
FERNÁNDEZ HERMANA