10 de octubre de 2016

En 8 meses agotamos los recursos para todo un año


PEDRO PERLÉS
2020 fue el primer plazo fijado para reducir las emisiones mundiales de CO2 en aras de preservar el medioambiente. La elección de esa fecha no pudo ser más acertada. Un reciente análisis realizado por la Universidad de Hawáiaugura que para entonces algunos lugares de la Tierra alcanzarán un punto de no retorno. Para muchos, este funesto diagnóstico ya no resulta sorprendente: según el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC), durante los 30 últimos años se han registrado las temperaturas más altas desde 1850. Y para entonces, de poco servirán los ventiladores y el aire acondicionado. Veamos qué se está haciendo...
Seguimos emitiendo mucho más dióxido de carbono de lo que la naturaleza puede absorber (España consume casi el triple de lo que puede regenerar). Harían falta 1,6 planetas para saciar la codicia humana, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Conscientes de esta crisis ecológica, la Comisión Europea pidió a sus Estados miembros que redujeran y compensaran las emisiones a través de políticas dirigidas a aumentar la productividad de la energía, reducir los residuos, restaurar los daños, fomentar las energías renovables, desarrollar la innovación… Aunque los esfuerzos de europeos (y americanos) para conseguir el tan deseado saldo negativo tienen poco que hacer contra el incremento en países tan contaminantes como India (solo en 2015 emitió 112 millones de toneladas más que el anterior) o China (cuyo gráfico, todo hay que decirlo, ha bajado por primera vez), parece que el crecimiento, al fin, se está frenando.

Eficiencia energética

Los recursos son más escasos y la demanda cada vez mayor. Según el 65º informe anual de BP sobre la energía en el mundo, Statistical Review of World Energy, publicado este junio, en 2015 batimos un nuevo récord de consumo de combustibles fósiles y de emisiones de CO2 (por sexta vez consecutiva), y para el 8 de agosto ya habíamos consumido todos los recursos naturales dispuestos para este año. Y aún queda por delante mucho calor y todo el frío, –según la EIA (Administración para la Información sobre Energía del Gobierno norteamericano), el verano y el invierno son las dos épocas con más demanda energética–… ¿Un palmarés como para sentirnos orgullosos?
EE UU lidera el ranking de los que han adelgazado sus estadísticas “gracias al descenso de consumo de carbón, que fue sustituido por gas natural”, según publicó en Forbes Robert Rapier, ingeniero y autor del libro Power Plays: Energy Options in the Age of Peak Oil (algo así como El juego del poder: opciones de energía en la edad del petróleo). España, que hoy emite unas 224 millones de toneladas, se deshizo del 21% de las emisiones del sector servicios, agricultura, residuos, transporte y hogar. Y saca pecho cuando se trata del aumento de su productividad energética: en 2014 superaba el objetivo de consumo primario (fósil y renovable) ahorrando la misma cantidad de combustible que la necesaria para que el buque Majestic, que dice ser el mayor del mundo, navegue durante 1.126 días. Greenpeace asegura que esta restricción no es mérito del Gobierno, y que siendo así poco tendrá que trabajar para cuadrar las cifras propuestas por la UE.
En el ámbito de lo privado, Telefónica, que emite alrededor de dos millones de toneladas de CO2 al año, espera rebajar el gasto en un 50% modernizando las instalaciones, utilizando nuevas energías hasta que supongan más de la mitad de sus fuentes, e invirtiendo en ahorro la nada desdeñable cifra de 90 millones de euros. Si lo lograse, sería casi como plantar un descomunal parque de 20 millones de árboles (dejaría de emitir aproximadamente 608 toneladas de CO2, según calcula la iniciativa londinense Million Tree Challenge). Sigamos sumando.

Gestión de desechos

Según Eurostat, en 2010 se produjeron solo en España 137 millones de toneladas de residuos (66.000 veces el peso de la Estatua de la Libertad). Y apenas se recicló el 33%. El Gobierno se va a esforzar en reducir la cifra de desechos urbanos a la mitad –siguiendo instrucciones de la UE– y en disminuir en un 10% los 535 kilos anuales que genera cada persona. El orden de prioridades es sencillo: prevención, reutilización, reciclado, otras formas de valorización y, por último, eliminación.
Coca-Cola y Nestlé son dos de las empresas que también se han comprometido con este propósito a nivel mundial. La suiza trabajará para lograr que ningún alimento se desperdicie. Por eso no enviará residuos al vertedero ni la incineradora a no ser que se recupere energía en el proceso. Por su parte, la empresa americana devolverá a la naturaleza el 100% del agua que contienen sus envases –0,92 litros por cada litro de refresco–. Si cada día se venden en todo el mundo 1.900 millones de latas, supondrán más de 580 millones de litros a diario o la capacidad de 232 piscinas olímpicas. La compañía cosmética L’Oréal también se ha propuesto disminuir en un 15% el consumo de agua –en 2015 consiguió ahorrar el equivalente a la octava parte del lago Titicaca–. Para lograrlo, minimizará su uso u optará por el reciclaje o la reutilización. Además, recortará un 60% de la cantidad de basura que generan sus plantas y centros de distribución a tan solo ocho gramos de material desechable por producto (como una cucharadita).
Sphere, una empresa especializada en bolsas y films, utiliza desde 2011 polietileno vegetal (se obtiene de la caña de azúcar y es 100% biodegradable), en sustitución de otros materiales como el petróleo. Y por su parte, HP pondrá todos sus esfuerzos en aliviar en un 20% sus emisiones (lo mismo que si cancelaran 440 viajes de avión entre Madrid y Malasia) haciendo que todo su papel y cartonajes sean reciclados.

Energías renovables

Si España sigue aplicándose superará la cuota acordada –en 2014 alcanzaba el 17,3%–. Aunque con todo, se encuentra lejos de países como Suecia o Noruega que, en 2012, se situaban por encima de la media con un 51,1% y un 65,9%, respectivamente. No hace tanto, solo algunos particulares y empresas concienciadas recurrían a las renovables. Hoy en día también las multinacionales las incorporan a sus filas. Es el caso de Unilever, que ha invertido en gas natural licuado, mucho menos contaminante. Si se cumplen sus expectativas, lograría reducir la misma energía que la necesaria para poner en marcha 80 fábricas como las que explota. En 2015, Iberdrola, cuyas emisiones el año pasado fueron las mismas que las que genera toda Galicia (unas 8,8 millones de toneladas), aspira a recortarlas en un 30%. Para que se haga una idea, lo mismo que si se retiraran de la circulación más de 1,7 millones coches de los casi 28 que hay en España. Hacerlo pasará por poner en marcha más producción eólica, nuclear e hidroeléctrica. La empresa invirtió en renovables el equivalente a lo que consumen 953 viviendas unifamiliares durante un año.
Casi todos los mencionados van camino de conseguir su meta. Al menos, así lo muestran los números que nos facilitan. Son muy pocos los que ignoran el beneficio que la sostenibilidad supone para su propio crecimiento. Es una inversión monetaria –muy pequeña en el caso de los grandes capitales– que consigue abaratar costes a corto plazo. Las multinacionales son las más propicias para presentar proyectos de mayor envergadura y alcanzar resultados que pesen en la factura total. Aun así, los órganos ejecutivos, los Gobiernos y las pequeñas corporaciones resultan esenciales. Incluso las acciones más minúsculas contribuyen a frenar el cambio climático. Ver si salen victoriosos o no es solo una cuestión de tiempo.
Alexandra LLores para ElPAIS.com

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