Un estudio elaborado por una profesora del MIT concluye que las leyes anticontaminación establecidas por el gobierno chino están teniendo efectos desiguales entre regiones. Así, la política no está siendo suficiente y hay que "remodelar el conocimiento de las empresas sobre responsabilidad ambiental"
El gobierno chino ha implementado medidas para limpiar la contaminación atmosférica que ha sofocado a sus ciudades durante décadas. ¿Resultan efectivas? Un estudio cuya coautora es una profesora del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) demuestra que una ley contra la polución funciona, pero de manera desigual.
La investigación analiza una ley china, vigente desde 2014, que exige que las centrales eléctricas de carbón reduzcan significativamente las emisiones de dióxido de azufre, un contaminante asociado con enfermedades respiratorias. En general, la concentración de estas emisiones en las centrales de carbón disminuyó en un 13,9 %. Sin embargo, la ley también exigía una mayor reducción de emisiones en las regiones más contaminadas y más pobladas, y en esas regiones "clave" es precisamente donde las plantas han cumplido menos. Solo el 50 % aseguró que había cumplido con la nueva normativa, y los datos remotos, a diferencia de las lecturas suministradas por las propias centrales, sugieren que los resultados son incluso peores.
"En las regiones clave encontramos la correlación más baja entre los datos del dióxido de azufre enviados desde las centrales y las medidas independientes desde los satélites", dice Valerie Karplus, profesora adjunta en la Escuela de Administración y Dirección de Empresas Sloan del MIT (Massachusetts, EE. UU.) y coautora del documento que detalla los resultados. El estudio incluye las centrales de carbón cerca de lugares tan poblados y económicamente prósperos como Beijing o Shanghái.
Para llevar a cabo este trabajo, Karplus y sus colegas de la Universidad de Colorado y la Universidad de Columbia (ambas en EE. UU.) analizaron datos de dióxido de azufre recogidos por 256 centrales eléctricas en cuatro provincias utilizando sistemas de seguimiento continuo de emisiones (CEMS, por sus siglas en inglés), sistemas de sensores que capturan concentraciones de contaminación en los gases residuales emitidos por las centrales eléctricas. Compararon esos datos con los datos de satélites de la NASA que miden de forma remota las concentraciones de dióxido de azufre a nivel mundial y con precisión geográfica.
Los datos de los dos sistemas de control casi coincidieron en las regiones "no claves", donde la concentración máxima permitida de dióxido de azufre se redujo de 400 a 200 miligramos por metro cúbico. Pero en las regiones clave, donde el límite era de 50 miligramos por metro cúbico, la investigación no encontró ninguna evidencia de correlación.
Esas normas más rígidas habrán resultado más difíciles de cumplir para las centrales eléctricas. Como señalaron los investigadores en este estudio, publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, "nuevos criterios más estrictos y la presión para cumplirlos pueden haber creado motivos para que los gerentes de las centrales eléctricas falsifiquen u omitan selectivamente los datos de concentración".
El hecho de que China no solo utilice, sino que comparta datos del CEMS es "un signo de progreso real en la gestión ambiental", afirma Karplus. Pero los datos de los satélites también resultan vitales para un control preciso, y no dependen de las acciones que las centrales eléctricas puedan realizar para influir en los resultados, como los informes incompletos o la manipulación de los sensores. "Los gobiernos pueden y deben usar los datos de la teledetección como una forma de proporcionar un control independiente sobre los números que reciben de los emisores sujetos a una política en particular", comenta. "Los datos de los satélites podrían ayudar a apoyar las ambiciones del gobierno central para frenar la contaminación del aire".
El endurecimiento de las normativas de polución es necesario, pero no suficiente para lograr reducciones duraderas en la contaminación, sostiene Karplus: "La política ambiental no existe en el vacío. Requiere remodelar el conocimiento predominante de las empresas sobre la responsabilidad ambiental y establecer sistemas creíbles de informes. En China, todavía queda un largo camino por recorrer, pero el reciente progreso resulta muy prometedor ".
Por Peter Dizikes
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