En España se generan 120 millones de toneladas de basura al año, de los 10.000 millones de toneladas de residuos producidos a nivel mundial. De media cada habitante español desecha 1,3 kilos de basura al día, lo que equivale a 460 kilos de al año.
Cada día a un miembro de la familia le toca pringar y sacar la basura. Cuando llega el camión de recogida los contenedores están rebosando, y cuando nos levantamos al día siguiente no hay ni rastro. La basura parece haber desaparecido mágicamente de la faz de la tierra pero, desgraciadamente, no es así.
Según datos facilitados por Idea tú mismo, de toda la basura que producimos en España tan solo se recicla un 30%, por lo que estamos muy lejos de cumplir la exigencia europea que establece que para 2050 todos los miembros deberán reciclar un 50% de sus residuos. Otro 10% se incinera, y un 60% de los desechos que tiramos a la basura cada día va a los vertederos.
Es posible que esto no haya respondido a tu pregunta y estés pensando ¿y una vez que llega al vertedero, qué pasa con la basura? ¿Cómo funciona una incineradora? ¿Y en qué se convierte esa cáscara de plátano una vez que llega a la planta de reciclaje? Veamos qué ocurre en cada proceso.
Los vertederos en España
Hay dos tipos de vertederos en España: los controlados y los descontrolados.
Estos últimos son ilegales, y muy dañinos para el medio ambiente. Se forman porque particulares, empresas o incluso los propios ayuntamientos desechan los residuos en el campo en zonas que no están habilitadas para tal fin.
Evidentemente la estampa que dejan los vertederos ilegales ensuciando el paisaje no es el único motivo de preocupación. Tienen diversos efectos nocivos pudiendo contaminar cursos de agua, producir incendios forestales o provocar la muerte de especies.
En cambio, en los vertederos controlados la ley establece que deben estar ubicados lejos de zonas habitadas, terrenos de cultivo y aguas potables. Además, preparan el terreno para darle la geometría deseada y recubrirla con un revestimiento artificial impermeable y así evitar que se contamine el suelo y las aguas subterráneas, explican desde Recíclame.
La basura se deposita en el vertedero después de ser triturada y compactada, para que ocupe el mínimo espacio posible. Sin embargo, los residuos no se descomponen rápidamente debido a las condiciones poco favorables de los vertederos, hay poco oxígeno o humedad.
Para que te hagas cargo, un solo trozo de papel tarda entre 8 meses y 1 año en descomponerse. Un chicle que mascas durante unos 20 minutos tarda 5 años en desaparecer – como poco. Y ya ni hablar de las bolsas de plástico, que tardan 150 años; los pañales, que tardan unos 500 años; y unas pilas, que pueden llegar a perdurar hasta 1.000 años. Eso sí, lo peor es el vidrio, un material bastante fácil de reciclar pero que tarda miles de años en descomponerse en un vertedero, informa ecoticias.
Los vertederos pese a ser controlados son un peligro para el medio ambiente. Entre las numerosas desventajas encontramos las emisiones de biogás, la acumulación de sustancias peligrosas en el suelo, el polvo y la posible contaminación de la cadena trófica.
Por ello, la Comunidad de Madrid ha puesto en marcha un proyecto que pretende eliminar todos los vertederos de la región, menos el de Valdemingómez, para 2040. Supone una inversión de 336 millones de euros, y se sustituirán por plantas de reciclaje, informa El Mundo.
Las incineradoras
En las plantas de incineración los residuos se someten a un proceso de combustión térmica controlada que reduce en un 95% el volumen y en un 80% el peso de la basura, según informa el diario Carrion Digital.
La basura se deposita en una fosa con un ventilador que aspira el aire para impedir los malos olores, por un lado, y para otro para calentar el aire y favorecer la combustión. Los residuos entran a un horno donde primero se secan y después pasan por dos fases de combustión para incinerar hasta los materiales más resistentes. Según explican desde edualter, la temperatura debe estar entre 850º y 1050º.
Tras quemarse, las cenizas y demás restos pasan por canales de agua que lo enfrían y lo transforman en barro para evitar que el polvo se expanda por la instalación. Todas las plantas tienen sistemas de filtrado para que los desechos y gases resultantes no afecten a la salud de las personas ni al medio ambiente.
La función de las plantas de reciclaje
En las plantas de reciclaje la basura se transforma en una nueva materia prima. Los envases ligeros – todos esos que deberías depositar en el contenedor amarillo – se transforman en nuevos productos.
La materia orgánica pasa por un proceso de degradación bioquímica para convertirse en compost, un abono orgánico usado en la agricultura y jardinería, así como para el control de la erosión y la recuperación de los suelos.
Esto descalifica la típica excusa que muchos se ponen cuando tiran el bote de zumo encima de esa cáscara de plátano a la que hemos hecho referencia anteriormente: “qué más da, si al final todo va al mismo sitio“. No, no va al mismo sitio. Si reciclas esos dos productos irán a una planta donde se transformarán en nueva materia prima, en vez de pasar incluso siglos pudriéndose bajo tierra.
Es cierto que no todos los municipios cumplen con la normativa, y que muchas veces tristemente sí pueden llegar a mezclar todo en un mismo lugar. Sin embargo, se trata de una práctica ilegal que debemos denunciar e intentar cambiar tirando cada día la cáscara de plátano a una bolsa, y el bote de zumo a otra. Poner tu granito de arena no es tan complicado, ¿no?
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