Hace unos años, cuando estudiábamos el ciclo del agua, se nos explicaba que el agua de lluvia se podía asimilar al agua destilada y que se podía beber sin tratamiento o proceso alguno.
Pocos años después ya se nos indicaba que no se podía beber el agua que se precipitaba en las zonas urbanas por atravesar la barrera de contaminación que rodea a las urbes.
Después se extendió lo mismo a los países desarrollados, quedando la posibilidad de beber agua de lluviade forma segura a unos pocos lugares recónditos del Planeta.
Ahora ya se ha constado que el agua de lluvia ya no es potable en ninguna parte del mundo debido a la presencia de sustancias cancerígenas eternas, tal y como recoge un estudio recién publicado en la revista Environmental Science & Technology.
En este artículo, científicos de la Universidad de Estocolmo y de la ETH Zúrich advierten que en el agua de lluvia se encuentran presentes unas sustancias peligrosas denominadas perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS, por sus siglas en inglés).
Son contaminantes químicos de fabricación humana que se han producido en grandes cantidades y se conocen como sustancias químicas para siempre.
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) indica que son un grupo de agentes químicos que incluyen PFOA, PFOS, GenX, que destacan por su persistencia, que no se degradan y que pueden acumularse con el paso del tiempo.
Estas sustancias las podemos encontrar desde en textiles, pinturas, cajas de pizza, bandejas de horno, sartenes antiadherentes, alimentos envasados, productos domésticos comerciales, ceras, pinturas, o productos de limpieza hasta en la espuma para combatir los incendios.
Es cierto que se identifican algunos usos en los que este tipo de químicos tienen gran relevancia, como puede ser como protección contra fluidos biológicos en las batas médicas para los profesionales que trabajan en los quirófanos.
Aun así, sería necesario estudiar alternativas para estas aplicaciones esenciales que podrían venir de la mano de la investigación y de la innovación para el desarrollo de otras posibilidades ecointeligentes.
Su peligrosidad para la salud humana y los ecosistemas viene de su toxicidad persistente, que se extiende por la atmósfera y pueden encontrarse en el agua de lluvia y nieve ya en cualquier región del Planeta.
El cuerpo humano los absorbe y acumula estos químicos PFAS a través de los alimentos o el agua
Otros estudios muestran evidencias de que su exposición es nociva para la salud: sus efectos están detrás de problemas de aprendizaje y desarrollo infantil, infertilidad y complicaciones del embarazo, alteraciones hormonales, enfermedades autoinmunes, cáncer o colesterol alto.
También se ha constatado que aunque uno de los principales fabricantes de estas sustancias las eliminó de forma gradual hace un par de décadas, los niveles de algunas no están disminuyendo como cabría esperar.
Si bien es cierto que en los últimos 20 años los valores de PFAS en el agua potable, las aguas superficiales y los suelos han disminuido drásticamente, debido a su prohibición y legislación sobre su uso al conocer su alta toxicidad, el estudio antes citado apunta que se ha superado el límite planetario de los niveles establecidos.Ad
Algunas legislaciones sobre estos compuestos no los prohíben totalmente, si no que restringen su uso y contemplan excepciones, y en palabras de los expertos se tendría que tratar esta cuestión como algo esencial para la salud y la seguridad por ser crítica para persistencia de la vida en el Planeta.
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