Si va apagando las luces que la gente deja encendidas cuando abandona las habitaciones y desenchufa algún que otro aparato eléctrico o apaga las regletas por la noche, es de los míos. Puede que estas costumbres rocen la neurosis para muchos, pero lo cierto es que funcionan como medidas sencillas de ahorro energético.
El Día Mundial del Ahorro de Energía, que se conmemora cada 21 de octubre, es una fecha idónea para recordar cómo podemos reducir nuestro consumo. No es tan fácil como parece, porque la electricidad alimenta prácticamente todas las actividades de nuestra vida: la luz, los electrodomésticos, internet, el teléfono móvil, la calefacción…
¿Cómo dibujar la línea que separe el ahorro del derroche? El profesor de la Universidad Nebrija Roberto Álvarez Fernández señala que una de las claves está en contratar una potencia más ajustada, aunque nos obligue a controlar el uso de los electrodomésticos.
Pasamos mucho tiempo en casa, especialmente aquellos que teletrabajan. Gestos como aprovechar la luz natural, respetar los horarios laborales, emplear aparatos de bajo consumo y desconectar los equipos pueden evitar que la factura se dispare, especialmente en invierno.
Incluso reducir el tiempo que pasamos en internet ayuda: solo una hora de vídeo en streaming en cualquier plataforma de contenidos supone la emisión de 55 gramos de CO₂. Las tecnologías de la información y la comunicación representan el 4 % del total de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, subrayaban Belén Bermejo y Carlos Juiz, de la Universitat de les Illes Balears.
Pero también deben tomarse medidas a mayor escala. Las ciudades ocupan tan solo el 3 % de la superficie del planeta, pero son responsables del 67 % del consumo energético global. Además de optimizar el gasto, gobiernos y ayuntamientos deben apostar por fuentes de energías renovables e impulsar la reforma y construcción de edificios eficientes, como advertía Fernando de Roda, de IE University.
Otra tendencia cada vez más presente es el autoconsumo. La producción de energía renovable con equipos en los hogares o a través de comunidades energéticas permite a cada ciudadano ser también productor, ahorrar en la factura, disponer de energía almacenada y verterla a la red.
Existen muchas alternativas para optimizar nuestro consumo. Como nos explicaba María Teresa Baeza Romero, de la Universidad de Castilla-La Mancha, incluso los pequeños gestos pueden tener grandes impactos en la reducción de emisiones causantes del cambio climático.
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