Para los que hemos vivido en un pueblo, es habitual que los baños en algún río formen parte de nuestros recuerdos de infancia. Qué agradable resulta sumergirnos en sus aguas, pasear por sus orillas, buscar renacuajos o tomar el sol en una roca de las que engarzan su cauce. O no. Imagine ahora un torrente contaminado, contenido por diques o carente de animalillos por presentar unas condiciones imposibles para la vida.
Con el fin de evitar ese segundo escenario, la ciudadanía se ha movilizado en Galicia para defender los derechos del río Ulla como ecosistema ante la posible instalación de una macroplanta de celulosa que ensucie sus aguas. No es el único caso. En otros lugares del mundo, los ríos también han empezado a reclamar sus derechos.
¿Qué les está ocurriendo? ¿Por qué estos gritos de socorro? Actividades humanas como los cambios de uso de suelo, la contaminación, la introducción de especies exóticas, la eliminación de vegetación de ribera y las obras de construcción están ahogando los cauces.
Embalses, contaminación y cambio climático
La construcción abusiva de embalses, por ejemplo, altera su régimen natural, reduciendo su caudal y provocando irregularidades. Por eso, la destrucción de estas infraestructuras en estado de abandono supone un respiro para los ríos.
Un buen ejemplo de las consecuencias que puede llegar a tener la contaminación son los ríos Tintos y Odiel, en la provincia de Huelva (España), cuyas aguas aún transportan al océano metales tóxicos procedentes de unos 5 000 años de actividad minera en la faja pirítica ibérica.
El cambio climático provocado por el hombre es otro de los factores que están modificando el comportamiento de los ríos. En muchas zonas, su caudal ya está disminuyendo y se espera que la tendencia continúe en el futuro.
En el caso de los ríos temporales, muy abundantes en la región mediterránea, estos podrían llegar incluso a desaparecer debido al calentamiento global. Aunque pasan secos semanas o meses cada año, este tipo de cursos de agua son esenciales para el funcionamiento de los ecosistemas. Por eso, deberían conservarse, evitando prácticas como el desbrozo indiscriminado de la vegetación de ribera y la urbanización.
Conservar el equilibrio natural de los ríos
Como aseguran los profesores de la Universidad de Alcalá, Alberto Romero Blanco y Álvaro Alonso Fernández, hoy en día “vemos los ríos como elementos hostiles a los que hay que domar y confinar, ya que de lo contrario pueden desatarse y destruir nuestros campos de cultivo e infraestructuras”. Pero encauzarlos y construir presas y diques puede tener el efecto contrario al deseado.
Si bien el cambio climático puede ocasionar una disminución general del caudal, el aumento de las precipitaciones extremas provoca ascensos rápidos del volumen de agua que transportan. Si modificamos el equilibrio natural de los ríos, impermeabilizando los suelos, situando obstáculos urbanísticos, transformando los cauces o cambiando los relieves, las consecuencias pueden ser fuertes crecidas como las que ocasionaron recientemente un verdadero desastre en Valencia.
Sólo protegiendo las cuencas y los torrentes de la acción del hombre es posible evitar su degradación y, al mismo tiempo, prevenir que esta acabe repercutiendo en nuestro bienestar.
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