
Los microplásticos, partículas diminutas derivadas de la degradación del plástico, están presentes en el aire, el agua y los alimentos. Su capacidad para acumularse silenciosamente en el organismo humano preocupa a la comunidad científica por sus posibles efectos en la salud.
Tl;dr
- Los microplásticos están presentes en aire, agua y alimentos.
- Afectan la salud humana, pero sus efectos aún se estudian.
- Reducir exposición requiere acciones personales y regulaciones públicas.
Microplásticos: presencia silenciosa y global
Resulta casi innegable: los microplásticos ya forman parte de nuestro entorno cotidiano y de nuestros cuerpos. Estas diminutas partículas, detectadas tanto en las profundidades de la fosa de las Marianascomo en la cima del Everest, se infiltran a través del aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que consumimos. Como señala el biólogo marino Richard Thompson, quien acuñó el término en 2004, «estamos expuestos».
De dónde vienen y cómo nos afectan
Los expertos definen los microplásticos como fragmentos de menos de cinco milímetros. Aún más preocupantes son los nanoplásticos, con tamaños inferiores a un micrómetro, capaces de llegar a nuestra sangre y tejidos. ¿Su origen? Principalmente, la descomposición de plásticos mayores—por acción del sol, calor o abrasión—y su uso cotidiano en envases, materiales de construcción o sistemas agrícolas. Según el ingeniero ambiental Jeffrey Farner, «usamos plásticos en formas que facilitan su degradación y dispersión».
Varias fuentes contribuyen a esta contaminación persistente:
- Envases desechables, cuyo destino suele ser vertederos o mares;
- Abrasión de neumáticos, que libera partículas al ambiente;
- Lodos residuales usados como fertilizantes, contaminando suelos agrícolas.
Efectos sobre la salud: incertidumbre e indicios preocupantes
Aunque no se comprende completamente el impacto sobre la salud humana, los primeros estudios despiertan inquietud. Investigaciones con animales sugieren daños reproductivos y al sistema inmunitario. Algunos trabajos preliminares vinculan los microplásticos con partos prematuros, inflamación o patologías cardiovasculares en humanos. Además, ciertas sustancias químicas presentes en estos polímeros—como los compuestos perfluorados y los ftalatos—han sido señaladas por su potencial carcinogénico o disruptor hormonal.
Si bien parte de estas partículas puede eliminarse (han sido halladas en heces y orina), otros estudios advierten que el plástico no excretado podría migrar desde el intestino hacia órganos vitales como el hígado o incluso el cerebro.
Pistas para reducir la exposición… pero el reto es global
Ante este escenario, especialistas recomiendan limitar algunas conductas cotidianas: evitar botellas plásticas expuestas al sol, preferir recipientes de vidrio o acero al calentar alimentos y optar por frutas frescas frente a productos muy procesados. Mantener limpios los hogares con aspiradoras HEPA y paños húmedos también ayuda a reducir la inhalación.
Sin embargo, esta batalla no puede recaer solo en las personas. Diversas voces reclaman regulaciones firmes: ya existen prohibiciones sobre microperlas cosméticas en Estados Unidos y Europa, mientras 175 países han suscrito un acuerdo de las Naciones Unidas para combatir la contaminación plástica. A diferencia del pasado reciente, hoy existe «un apetito público por un cambio real», subraya Thompson. El desafío está sobre la mesa; falta ver hasta dónde llegará nuestra respuesta colectiva.