Andrés Egea Serrano
La emisión al medio natural de metales pesados, contaminantes orgánicos, pesticidas y otras sustancias tóxicas ha contribuido a modificar los ciclos del nitrógeno, el carbono, el fósforo y el agua. Al propio tiempo, estas sustancias presentan una potente actividad biológica que afecta a las especies vulnerables. La contaminación química constituye, pues, una de las principales amenazas actuales para la biodiversidad. Ello es cierto también para los anfibios, considerados el grupo de vertebrados más amenazado.
En el año 2000, Jeff. E. Houlahan, del Instituto de Biología Ottawa-Carleton de la Universidad de Ottawa, y sus colaboradores publicaron en Nature un trabajo que demostraba la regresión de 936 poblaciones de anfibios de todo el mundo durante las últimas décadas. En 2010, un estudio publicado en Science, dirigido por Michael Hoffmann, de la Comisión de supervivencia de especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), constató la evolución negativa del estatus de conservación de numerosas especies. La investigación se centró en datos correspondientes a 25.780 especies de la Lista Roja de la IUCN. En principio, una quinta parte de estas pertenecía a la categoría «Amenazadas». Sin embargo, detectaron que esta proporción iba en aumento: en promedio, 52 especies de mamíferos, aves y anfibios ascendían cada año una posición en la clasificación hacia la extinción —y eso a pesar de los esfuerzos de conservación.
Ante la gravedad de la situación, en las últimas décadas ha aumentado notablemente el número de investigaciones acerca del impacto de diversos compuestos sobre los anfibios. Estos estudios han revelado que los contaminantes producen efectos letales en este grupo de vertebrados, así como una gran variedad de efectos subletales, es decir, cambios que alteran los procesos fisiológicos, de crecimiento, desarrollo o comportamiento, pero que no conducen a la muerte. Por ejemplo, se ha observado que la exposición de larvas de la rana común (Pelophylax perezi) a compuestos nitrogenados puede incrementar la mortalidad larvaria o el número de ejemplares malformados, reducir su tamaño, acelerar el desarrollo embrionario o conducir a cambios en los niveles de actividad.