En Pensilvania, cuanto más cerca vive uno de un pozo utilizado para
la obtención de gas natural mediante fracturación hidráulica (fracking)
de pizarras subterráneas, más probable es que su agua potable esté
contaminada con metano. Esta conclusión, incluida en un estudio
publicado en junio en Proceedings of the National Academy of Sciences USA,
constituye el primer paso para determinar si los procesos de
fracturación hidráulica en la formación de pizarras Marcellus, presente
en el subsuelo de gran parte del estado de Pensilvania, son los
causantes de la contaminación del agua potable en esa región.
Robert Jackson, ingeniero químico de la Universidad de Duke, encontró
metano en 115 de 141 pozos superficiales residenciales de agua potable.
La concentración de metano en hogares a menos de kilómetro y medio de
un pozo de fracturación era seis veces superior a la de los hogares más
lejanos. Los isótopos y restos de etano en el metano indicaban que el
gas no había sido creado por microorganismos en los acuíferos
subterráneos, sino por calor y presión a cientos de metros de
profundidad en la formación rocosa Marcellus, que varias empresas
fracturan para liberar el gas y hacer que suba hasta la superficie por
un pozo de extracción.
La mayoría de las fuentes de agua subterránea se sitúan a menos de
cien metros de profundidad, pero si el recubrimiento protector de metal y
hormigón en torno a un pozo de fracturación tuviese filtraciones, el
metano podría escapar y afectar al agua subterránea. Sin embargo, el
estudio no demuestra que los procesos de fracturación hayan contaminado
pozos concretos de agua potable. «Mi objetivo no es acabar con la
técnica», afirma Jackson. Las compañías de perforación suelen construir
los pozos adecuadamente, señala, pero, al negar incluso la posibilidad
de que algunos pozos puedan tener filtraciones, han socavado su propia
credibilidad.
El próximo paso para demostrar si la fracturación ha contaminado o no
pozos específicos de agua potable consiste en determinar si el metano
de esos pozos viene de la formación Marcellus o de otros depósitos. Las
compañías energéticas afirman que el gas puede filtrarse de forma
natural desde capas muy profundas a través de fisuras en la roca y que,
por lo tanto, determinar su origen no resulta fácil. No obstante,
algunos científicos defienden que el análisis químico del gas puede
revelar si subió burbujeando lentamente a través de cientos de metros de
roca o rápidamente por un pozo con filtraciones. Jackson está
analizando ahora muestras de metano con esa finalidad.
Otra forma de vincular las filtraciones de un pozo de fracturación
con el agua contaminada de un pozo doméstico consiste en mostrar que el
terreno entre ambos incluye itinerarios por los que podría fluir el gas.
Primero, sin embargo, habría que identificar los pozos con
filtraciones. Anthony Ingraffea, experto en fracturación hidráulica de
la Universidad Cornell, está revisando minuciosamente los informes de
inspección de la mayoría de los 41.311 pozos de gas perforados en
Pensilvania desde enero de 2000. Hasta ahora, señala, parece ser que hay
un «porcentaje mayor» de filtraciones en los pozos de fracturación de
la formación Marcelus que en los pozos tradicionales de petróleo y gas
perforados en otras formaciones. Las investigaciones deben continuar.
Investigación y Ciencia
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