Durante la segunda mitad
del siglo XX, el consumo mundial de papel se multiplicó por más de seis. El
mayor usuario es Estados Unidos —con un gasto anual de 331 kilos de papel por
persona y aproximadamente el 30% del consumo mundial total. En términos de
consumo por habitante le sigue Japón, con 250 kilos por persona. Aunque fue
inventado como un medio para comunicarse, la mitad del papel utilizado por la
sociedad de consumo de nuestros días tiene otro destino: el embalaje. El papel
se ha transformado de bien preciado a un articulo de usar y tirar, y constituye
actualmente una considerable porción del ingente caudal de desechos de la
sociedad moder- na, suponiendo aproximadamente el 40% del cúmulo de residuos
sólidos urbanos de muchos países industriales.
El nombre del papel
viene de «papyrus», un junco cosechado en el antiguo Egipto, que se machacaba y
prensaba para obtener las láminas sobre las que se reproducían los
jeroglíficos. Pero el papel de fibra que hoy conocemos se inventó en China hace
menos de 2.000 años. Durante los dos mile- nios siguientes el cáñamo y los
trapos fueron los materiales más usados para fabricar papel. La Biblia de
Gutenberg, el primer y el segundo borrador de la Declaración de Independencia
de EE UU y los escritos originales de Mark Twain fueron impresos en papel
fabricado a base de cáñamo. El método para hacer papel a partir de madera no
fue concebido hasta 1850, por el alemán Friedrich Gottlob Keller. Y aun
tuvieron que pasar varias décadas para que los árboles pasaran a convertirse en
la materia prima preferida, a medida que otros perfeccionaban la técnica de
Keller, descubriendo la forma de producir papel masivamente a base de madera.
En el siglo XXI pensamos
casi siempre en el papel como un derivado de la madera. Un 93% del papel que
utilizamos hoy en día procede efectivamente de los árboles, y la producción de
papel absorbe aproximadamente la quinta parte de la madera extraída en el
mundo. El 55% de la materia prima utilizada en la fabricación del papel
proviene de la tala de árboles, mientras que el 38% es papel usado derivado
también de la madera y sólo el 7% viene de otras fuentes.
La producción mundial de
papel se nutre de árboles de todo el planeta. Los bosques de EE UU son los
mayores suministradores de materia prima, aportando un 30% del total, pero este
porcentaje ha disminuido durante las últimas décadas a medida que China y otros
países en desarrollo aumentaban su producción. En el interior de Estados Unidos
la producción de papel también se ha ido trasladando. Cuando se restringió la
tala de los bosques primigenios de la costa norte del Pacífico, las papeleras
se trasladaron al sudeste, explotando masas forestales secundarias y menos
excepcionales aunque con una gran riqueza biológica. Estos bosques suministran
actual- mente materia prima para la cuarta parte del papel del mundo. Los
bosques secundarios de todo el planeta abastecen el 54% de la producción
mundial de papel a partir de madera virgen, siendo las plantaciones de árboles
(frecuentemente en zonas recién deforestadas) la segunda fuente de materia prima
con un 30%, y extrayéndose el 16% restante de bosques primarios, principalmente
boreales.
Convertir la madera en
papel es un largo proceso que comienza en las plantas astilladoras, donde unas
cuchillas rotatorias reducen los troncos a astillas del tamaño de una ficha de
poker. Estas astillas se transportan a las fábricas de celulosa, que pueden
estar a miles de kilómetros de distancia, donde se mezclan con productos
químicos en enormes ollas a presión, transformándolas en una pasta húmeda con
la consistencia de un puré de legumbres. Esta pasta es lavada y blanqueada
varias veces, prensándola y secándola finalmente para salir convertida en
bobinas de papel listas para la venta. Una cuartilla de papel de escribir puede
contener fibras de cientos de árboles distintos, que han viajado miles de
kilómetros desde el bosque originario hasta llegar al consumidor.
La fabricación de papel
consume gran cantidad de recursos. Para producir una tonelada de papel se
requieren dos o tres toneladas de troncos, así como grandes cantidades de agua
y de energía. La industria papelera y de celulosa ocupa el quinto lugar del
sector industrial en consumo mundial de energía, y utiliza más agua por cada
tonelada producida que cualquier otra industria. Una papelera puede ser un
vecino odioso, emitiendo olores fétidos y generando grandes cantidades de residuos
sólidos así como de contaminantes atmosféricos y del agua. Aunque las papeleras
de los países indus- triales han tomado algunas medidas para evitar la
contaminación, en el resto del mundo continúan vomitando cantidades pavorosas
de residuos tóxicos sin tratar a la atmósfera, a la tierra y a los cursos de
agua.
Todos los usuarios,
tanto individualmente como las grandes instituciones, pueden contribuir de
diversas maneras a reducir el impacto que supone el uso de papel —desde ser más
cuidadosos con el papel en la oficina hasta ser más diligentes con el
reciclado. Reciclar papel no sólo ayuda a conservar los bosques. La utilización
de papel usado para fabricar papel en lugar de celulosa virgen genera un 74%
menos de contaminación atmosférica y un 35% menos de contaminación de las
aguas.
Las grandes
instituciones pueden desempeñar en particular un papel clave en la creación de
mercados para el papel reciclado. Los 270 miembros de la Coalición por el Papel
Reciclado (Recycled Paper Coalition)
—una asociación de grandes industrias, organizaciones no gubernamentales e
instituciones del gobierno creada en EE UU con el fin utilizar su poder
adquisitivo para promover el mercado de papel reciclado— compraron en el año
2002 cerca de 150.000 toneladas de papel reciclado, con un contenido medio del
24% de papel usado.
Una buena gestión de los
embalajes usados puede reportar asimismo gran- des beneficios. Alemania ha sido
un país pionero en este aspecto, estableciendo en 1991 una ordenanza que
obligaba a los fabricantes de embalaje y a los distribuidores a hacerse cargo
de su recogida y a reutilizar o reciclar los materiales usados, incluido el
papel. En los tres años siguientes, el reciclado de papel usado en Alemania se
disparó, alcanzando el 54% tras casi veinte años de estancamiento en el 45%. El
Parlamento Europeo aprobó en el año 2003 una ley que obligaba a los estados
miembros a establecer para el año 2008 una meta de reciclado de papel del 60%.
El papel también está
regresando a sus orígenes de usar materias primas que no sean la madera, si
bien a pequeña escala todavía. En la actualidad se pueden encontrar en el
mercado varias fibras alternativas —desde el cáñamo de toda la vida, hasta el
kenaf (una malvácea pariente del hibisco), residuos agrícolas (paja de cereal,
residuos de las desfibradoras de algodón, pie- les de plátano, cortezas de coco
y otros), e incluso recortes de tela vaquera. Muchos cultivos de «fibras
agrícolas» tienen una producción de celulosa por hectárea superior a la de un
bosque o un cultivo forestal, y necesitan menos pesticidas y herbicidas. La
transformación de estas fibras agrícolas en pasta de papel requiere además
menos productos químicos, menos tiempo y me- nos energía, debido a que
contienen menos lignina, la sustancia pegajosa que hace que las plantas y los
árboles se sostengan en pie. En el futuro es posible que algunas de estas
fuentes se conviertan en una importante materia prima para la producción de
papel.
Dave
Tilford,
Centro
por un Nuevo Sueño Americano
UNESCO
2002
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