10 de noviembre de 2013

El Papel

El papel ha sido una mercancía escasa y preciosa durante la mayor parte de su historia. Ahora, en cambio, inunda el planeta. En la actualidad apenas nos fijamos en las montañas de papel que utilizamos a diario. Desde la correspondencia acumulada en el buzón hasta el dinero que llevamos en la billetera, pasando por los múltiples envoltorios de los congelados para una cena, estamos manejando papel constantemente.
Durante la segunda mitad del siglo XX, el consumo mundial de papel se multiplicó por más de seis. El mayor usuario es Estados Unidos —con un gasto anual de 331 kilos de papel por persona y aproximadamente el 30% del consumo mundial total. En términos de consumo por habitante le sigue Japón, con 250 kilos por persona. Aunque fue inventado como un medio para comunicarse, la mitad del papel utilizado por la sociedad de consumo de nuestros días tiene otro destino: el embalaje. El papel se ha transformado de bien preciado a un articulo de usar y tirar, y constituye actualmente una considerable porción del ingente caudal de desechos de la sociedad moder- na, suponiendo aproximadamente el 40% del cúmulo de residuos sólidos urbanos de muchos países industriales.
El nombre del papel viene de «papyrus», un junco cosechado en el antiguo Egipto, que se machacaba y prensaba para obtener las láminas sobre las que se reproducían los jeroglíficos. Pero el papel de fibra que hoy conocemos se inventó en China hace menos de 2.000 años. Durante los dos mile- nios siguientes el cáñamo y los trapos fueron los materiales más usados para fabricar papel. La Biblia de Gutenberg, el primer y el segundo borrador de la Declaración de Independencia de EE UU y los escritos originales de Mark Twain fueron impresos en papel fabricado a base de cáñamo. El método para hacer papel a partir de madera no fue concebido hasta 1850, por el alemán Friedrich Gottlob Keller. Y aun tuvieron que pasar varias décadas para que los árboles pasaran a convertirse en la materia prima preferida, a medida que otros perfeccionaban la técnica de Keller, descubriendo la forma de producir papel masivamente a base de madera.
En el siglo XXI pensamos casi siempre en el papel como un derivado de la madera. Un 93% del papel que utilizamos hoy en día procede efectivamente de los árboles, y la producción de papel absorbe aproximadamente la quinta parte de la madera extraída en el mundo. El 55% de la materia prima utilizada en la fabricación del papel proviene de la tala de árboles, mientras que el 38% es papel usado derivado también de la madera y sólo el 7% viene de otras fuentes.
La producción mundial de papel se nutre de árboles de todo el planeta. Los bosques de EE UU son los mayores suministradores de materia prima, aportando un 30% del total, pero este porcentaje ha disminuido durante las últimas décadas a medida que China y otros países en desarrollo aumentaban su producción. En el interior de Estados Unidos la producción de papel también se ha ido trasladando. Cuando se restringió la tala de los bosques primigenios de la costa norte del Pacífico, las papeleras se trasladaron al sudeste, explotando masas forestales secundarias y menos excepcionales aunque con una gran riqueza biológica. Estos bosques suministran actual- mente materia prima para la cuarta parte del papel del mundo. Los bosques secundarios de todo el planeta abastecen el 54% de la producción mundial de papel a partir de madera virgen, siendo las plantaciones de árboles (frecuentemente en zonas recién deforestadas) la segunda fuente de materia prima con un 30%, y extrayéndose el 16% restante de bosques primarios, principalmente boreales.
Convertir la madera en papel es un largo proceso que comienza en las plantas astilladoras, donde unas cuchillas rotatorias reducen los troncos a astillas del tamaño de una ficha de poker. Estas astillas se transportan a las fábricas de celulosa, que pueden estar a miles de kilómetros de distancia, donde se mezclan con productos químicos en enormes ollas a presión, transformándolas en una pasta húmeda con la consistencia de un puré de legumbres. Esta pasta es lavada y blanqueada varias veces, prensándola y secándola finalmente para salir convertida en bobinas de papel listas para la venta. Una cuartilla de papel de escribir puede contener fibras de cientos de árboles distintos, que han viajado miles de kilómetros desde el bosque originario hasta llegar al consumidor.
La fabricación de papel consume gran cantidad de recursos. Para producir una tonelada de papel se requieren dos o tres toneladas de troncos, así como grandes cantidades de agua y de energía. La industria papelera y de celulosa ocupa el quinto lugar del sector industrial en consumo mundial de energía, y utiliza más agua por cada tonelada producida que cualquier otra industria. Una papelera puede ser un vecino odioso, emitiendo olores fétidos y generando grandes cantidades de residuos sólidos así como de contaminantes atmosféricos y del agua. Aunque las papeleras de los países indus- triales han tomado algunas medidas para evitar la contaminación, en el resto del mundo continúan vomitando cantidades pavorosas de residuos tóxicos sin tratar a la atmósfera, a la tierra y a los cursos de agua.
Todos los usuarios, tanto individualmente como las grandes instituciones, pueden contribuir de diversas maneras a reducir el impacto que supone el uso de papel —desde ser más cuidadosos con el papel en la oficina hasta ser más diligentes con el reciclado. Reciclar papel no sólo ayuda a conservar los bosques. La utilización de papel usado para fabricar papel en lugar de celulosa virgen genera un 74% menos de contaminación atmosférica y un 35% menos de contaminación de las aguas.
Las grandes instituciones pueden desempeñar en particular un papel clave en la creación de mercados para el papel reciclado. Los 270 miembros de la Coalición por el Papel Reciclado (Recycled Paper Coalition) —una asociación de grandes industrias, organizaciones no gubernamentales e instituciones del gobierno creada en EE UU con el fin utilizar su poder adquisitivo para promover el mercado de papel reciclado— compraron en el año 2002 cerca de 150.000 toneladas de papel reciclado, con un contenido medio del 24% de papel usado.
Una buena gestión de los embalajes usados puede reportar asimismo gran- des beneficios. Alemania ha sido un país pionero en este aspecto, estableciendo en 1991 una ordenanza que obligaba a los fabricantes de embalaje y a los distribuidores a hacerse cargo de su recogida y a reutilizar o reciclar los materiales usados, incluido el papel. En los tres años siguientes, el reciclado de papel usado en Alemania se disparó, alcanzando el 54% tras casi veinte años de estancamiento en el 45%. El Parlamento Europeo aprobó en el año 2003 una ley que obligaba a los estados miembros a establecer para el año 2008 una meta de reciclado de papel del 60%.
El papel también está regresando a sus orígenes de usar materias primas que no sean la madera, si bien a pequeña escala todavía. En la actualidad se pueden encontrar en el mercado varias fibras alternativas —desde el cáñamo de toda la vida, hasta el kenaf (una malvácea pariente del hibisco), residuos agrícolas (paja de cereal, residuos de las desfibradoras de algodón, pie- les de plátano, cortezas de coco y otros), e incluso recortes de tela vaquera. Muchos cultivos de «fibras agrícolas» tienen una producción de celulosa por hectárea superior a la de un bosque o un cultivo forestal, y necesitan menos pesticidas y herbicidas. La transformación de estas fibras agrícolas en pasta de papel requiere además menos productos químicos, menos tiempo y me- nos energía, debido a que contienen menos lignina, la sustancia pegajosa que hace que las plantas y los árboles se sostengan en pie. En el futuro es posible que algunas de estas fuentes se conviertan en una importante materia prima para la producción de papel.
Dave Tilford,
Centro por un Nuevo Sueño Americano
UNESCO 2002


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