19 de noviembre de 2013

Los buitres se enfrentan a la extinción... y a la indiferencia


SHEM COMPION, GETTY IMAGES
Los buitres tienen un problema de imagen. Charles Darwin no les hizo ningún favor cuando, al ver un buitre americano cabecirrojo desde la cubierta del Beagle en 1835, lo calificó de «ave repugnante» dotada de una cabeza calva «para hurgar en la podredumbre». A pesar de su función vital de limpieza, los buitres no son tan agraciados como los osos polares, ni inspiran el mismo interés cuando se ven amenazados por la extinción, un riesgo que corre la mitad de las veintitrés especies de buitres del mundo.
En Asia, la carroña de ganado repleta del calmante diclofenaco acabó con el 95 por ciento de tres especies de buitres en solo quince años, antes de que varios países comenzaran a prohibir el medicamento en 2006. Los buitres africanos están desapareciendo a la misma velocidad. Un estudio del año pasado demostró hasta un 33 por ciento de mortalidad anual en algunas especies de África oriental. La crisis provocó la celebración de la primera Cumbre Panafricana sobre el Buitre en 2012, pero posteriormente no se han tomado medidas políticas sobre el tema.
«Un científico del Servicio de Vida Silvestre de Kenia nos contó hace poco que su equipo estaba tan ocupado intentando salvar a los elefantes y rinocerontes que, cuando les tocaba a los buitres, se hallaban demasiado cansados para protegerlos», relata Darcy Ogada, de la organización no gubernamental Fondo Peregrino. Él y sus colaboradores han documentado cifras de mortalidad asombrosas: en las zonas rurales de África occidental, las poblaciones de casi todas las especies de buitres han disminuido un 95 por ciento en los últimos treinta años.
Salvar a los buitres africanos requerirá más que la simple prohibición de un medicamento. En África oriental, estas rapaces son perseguidas por los furtivos (ya que los cazadores de marfil las matan para que no acudan a los animales muertos y se descubran así las zonas de caza furtiva) y además sufren otros daños colaterales (al ser envenenadas por pastores que quieren acabar con los depredadores que amenazan a su ganado, como las hienas y los leones). En África occidental, la carne de buitre se vende como alimento o para fabricar pócimas de clarividencia para el comercio de medicinas indígenas. Las centrales eólicas y los cables eléctricos suponen una amenaza adicional y creciente.
A medida que las poblaciones de buitres siguen disminuyendo, los especialistas en aves rapaces evalúan las consecuencias. En la India, parece haberse producido un gran aumento del número de ratas y perros salvajes, que a menudo son portadores de la leptospirosis y la rabia. Los economistas ambientales han estimado que los costes sanitarios asociados a la falta de buitres en la India han alcanzado los 34.000 millones de dólares a lo largo de catorce años. Los buitres africanos consumen los cadáveres del ganado y de los ñus migratorios, por lo que terminan con diversos patógenos, como el carbunco. «Si desaparecieran, nos encontraríamos con una bomba de relojería de transmisión de enfermedades», afirma Munir Virani, del Fondo Peregrino.
Por su parte, Ogada está desarrollando nuevas formas de rastrear el contagio de enfermedades a través de la carroña. Al cuantificar los costes que supone la desaparición de los buitres para la sanidad pública, espera animar a los Gobiernos a que actúen para impedir su extinción.

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