Fragmentos de cohetes, piezas de satélites, restos de explosiones, polvo, partículas de pintura... la órbita terrestre se asemeja cada vez más a un enorme vertedero espacial. Y por desgracia nuestra forma de vida depende de las redes de satélites (GPS, móviles, TV...) que corren peligro en aumento por la cantidad de chatarra orbital que hay.
Ya Donald Kessler en los años 70 vaticinó que si se superaba una densidad crítica de basura espacial, se producirían colisiones en cascada.
El problema es que además de la pérdida del satélite, un choque de estas nubes de desechos generaría millones de nuevos fragmentos que , a velocidades superiores a una bala, romperían todo a su paso . Los impactos resultarían tan frecuentes que imposibilitarían el actual sistema de satélites terrestres, es lo que se denominó el "síndrome de Kessler".
Desde la primera basura orbital, el Sputnik 1 de 1957 hasta hoy, la Oficina del programa de la NASA de Restos Orbitales estima que se han lanzado alrededor de 6.000 satélites artificiales, de los cuales 800 siguen activos aunque el número exacto se desconoce.
Los choques entre los satélites inactivos, las explosiones y las herramientas que se les escapan accidentalmente a los astronautas han generado esta peligrosa nube material.
Se han llegado a localizar más de 21.000 objetos mayores de 10 cm que corresponderían, según Emmet Fletch de la ESA, al 99% de la masa en órbita; el resto serian 600.000 objetos de entre 2 mm y 1 cm de diámetro. La probabilidad actual es de una colisión cada tres años que generaría más basura. Hemos de tener en cuenta que el impacto de un desecho en torno a los 2 cm puede inhabilitar una nave y estos son fragmentos difíciles de esquivar.
Nacho Padró
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