Salvar el planeta es una tarea ímproba, qué duda cabe, y poco podemos hacer cada uno de nosotros para lograrlo. Sin embargo, la pequeña contribución que hagamos de forma cotidiana es la única manera de dar un paso adelante que haga la diferencia a largo plazo.
Al margen de la enorme responsabilidad y culpa atribuible a poderes fácticos e intereses económicos de mil y un tipos, entre los que la industria ocupa un papel protagonista, en cada uno de nosotros está el poder del cambio a nivel global.
Aprovechando la nueva entrada de año y sus tradicionales buenos propósitos, enumeraremos diez ejemplos de posibles resoluciones que iniciar para convertirlos en eco gestos tan fáciles de aplicar como cualquier hábito.
No en vano, la rutina tiene esta ventaja. Si bien es un tanto mecánico y monótono, por otra parte nos asegura resultados interesantes. Con la ventaja, en este caso, de aportarnos un punto de novedad a nuestras vidas que, sencillamente, nos traerá cambios que nos ayudarán a decir adiós al aburrimiento.
1. Bajar nuestra huella de carbono
No tenemos millones de dólares como Bill Gates para financiar la investigación en materia de energías verdes, pero sí está en nuestra mano tomar decisiones interesantes al respecto. Si estamos pensando comprar un coche y el presupuesto nos lo permite, primemos los eléctricos, los híbridos o, al menos, aquellos que menos contaminen o, aún mejor, optemos por soluciones de movilidad sostenible que impliquen renunciar al coche.
Si queremos usar energías verdes pero no entra en nuestros planes instalar un panel solar o una turbina de viento, pongamos por caso, tarde o temprano encontraremos la manera de hacerlo de forma indirecta. Por ejemplo, contratando un hosting ecológico, es decir, aquel cuyo mantenimiento se basa en energía que procede de fuentes renovables, entre otros aspectos que conviene estudiar.
Por pasiva también se puede avanzar y los ejemplos también son innumerables. Poco a poco iremos descubriendo nuevas oportunidades de actuar sin hacerlo. Entre otras, lograremos mucho no contribuyendo al uso innecesario de energías fósiles a la hora de viajar (el avión dispara nuestra huella de carbono), de hacer compras o de buscar una mayor eficiencia energética en el hogar.
2. Ahorrar agua
El ahorro de agua es un típico tópico que, por mucho que siga sonándonos a la cantinela de siempre, sigue siendo una tarea pendiente para muchas personas, familias o empresas. Sencillamente, se trata de revisar nuestros hábitos y mejorarlos.
En el día a día hay muchas oportunidades para ir ahorrando, gota a gota, una gran cantidad de agua de la que estar orgullosos a finales de año. Entre otras buenas prácticas, mejor la ducha que el baño, y dentro de aquella opción, no eternizarnos debajo de la alcachofa.
No mantener el grifo abierto cuando estamos enjabonándonos en la ducha, lavándonos los dientes o realizando cualquier otra actividad de aseo personal o limpieza del hogar es otra buena manera de ahorrar agua. Y, por supuesto, será interesante predicar con el ejemplo si hay niños en casa o, entre otras posibilidades, recoger agua de lluvia para regar.
3. Apuesta por el comercio justo
El comercio justo es un circuito comercial que nos ofrece alimentos y otros productos, por lo general artesanos y en muchas ocasiones también realizados con materias primas orgánicas. Comprarlos es apostar por un mundo mejor en muchos sentidos.
Sin embargo, lo cierto es que sus precios son elevados, pero también ofrecen una calidad en forma de buenas materias primas, artesanía, etc. que realmente valen la pena. Será fácil encontrar algunos de ellos en las mismas estanterías de nuestro super habitual, si bien hay más oferta en grandes superficies y tiendas online.
Si no tienes presupuesto para pagar los precios de los productos que pertenecen a este circuito no lo descartes del todo y recurre a él en momentos especiales. También será un gesto importante de cara a cuidar el planeta y poner tu granito de arena en favor de un mundo más igualitario.
4. Seguir las tres erres
Las tres erres de la ecología (reducir, reutilizar y reciclar) siguen siendo una máxima que raramente se cumple. En una sociedad de consumo como la nuestra, hay que reconocer que se precisa de una fuerza de voluntad importante para tener una actitud adecuada al respecto.
Sin embargo, resulta más fácil de lo que uno imagina. Sin que ello signifique ser inflexibles, lo cierto es que encontraremos un sinfín de ocasiones a lo largo del día para practicarlas, teniendo en cuenta el orden en el que se enumeran para tomar decisiones verdes.
Seguirlas nos ayudará a ahorrar dinero y evitar una buena cantidad de desechos domésticos. Será importante centrarse en aspectos clave como son los envases, las bolsas de plástico, los envoltorios, la organización a la hora de comprar lo justo y necesario, primar los paquetes familiares y, en suma, no caer en una dinámica consumista.
5. Pasarse al reciclaje creativo
Si somos manitas lo tendremos más fácil, pero no serlo tampoco supone un inconveniente. Se trata, en suma, de tener la posible opción en cuenta y también nuestras posibilidades a nivel de disposición de tiempo y destreza.
Siempre habrá posibilidades que ni imaginamos para reutilizar o reciclar haciendo pequeños cambios a nuestro alcance. No olvidemos que el ingenio y la imaginación son características propias del reciclaje creativo que, entre otras cosas, permiten ir mejorando con el tiempo. Además, nos dará pequeñas grandes alegrías, pues crear es un modo de alimentar el ego de una forma realmente sana y, por último pero no menor en importancia, ahorraremos un buen dinerito.
Anna Isan para EcologiaVerde
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