Recientemente el diario 'The Guardian' publicaba un artículo en que se informaba sobre el aumento de la tasa de mortalidad de las cerdas en EEUU que ha generado una alarma importante en el sector. Las causas que se apuntan son dos, las condiciones de confinamiento de los animales en los sistemas industriales de producción y por otro lado la crianza intensiva destinada a producir más lechones.
Todo parece indicar que en esto una vez más la industria cárnica ha ido demasiado lejos. Un sistema que ha generado un aumento exponencial de consumo de carne 'barata' convirtiéndose en un problema de primer orden en cuanto a la salud pública y que tiene un impacto determinante en el cambio climático.
Pero nos equivocaríamos en pesar que todo esto es culpa de la ganadería, y que lo mejor es que desapareciera. La realidad es que hasta hace pocas décadas la producción animal no era un problema, de hecho si ahora lo es, es como consecuencia de un crecimiento desmesurado e hipertrófico de la industria y producción cárnica. Por ejemplo, sin ir más lejos, en nuestro país, el problema se llama producción de cerdo, que acapara el 64% de toda la producción cárnica. La historia de este descalabro social, sanitario y ecológico comienza con los procesos de liberalización agrícola donde el entramado de grandes compañías de grano y sojeras vio la ganadería 'industrializada' como un mercado estupendo para volcar para sus excedentes de piensos baratos.
Desaparición de las explotaciones familiares
Como consecuencia, en España desde los años 60 hacia acá hemos pasado de una producción de 5 millones de cerdos a más de 30 actualmente, y cuya producción está principalmente en manos de tres empresas. En el 2016, el porcentaje de exportación de carne de porcino sobre el total de la producción fue del 70%.
Frente a esta realidad, la ganadería de pequeña escala ha ido desapareciendo. Así, las explotaciones porcinas se han reducido un 13,72% entre el 2007 y el 2016, fundamentalmente las explotaciones familiares con menor capacidad. En Catalunya, la principal zona productora del estado, solo el 10% de las explotaciones tienen menos de 200 animales.
La producción ganadera en pequeña escala se basa principalmente en explotaciones familiares, y son cruciales para asegurar un sistema sostenible de producción y la creación de empleo y, por tanto, la lucha contra el despoblamiento y conservación del territorio.
Por ello es urgente acometer un proceso de reconversión integral y ambicioso del sector del porcino, que contemple medidas como la prohibición de megagranjas.
Una regulación para el fomento de un sistema de producción ganadera sostenible, que la haga compatible con los recursos naturales disponibles, tanto agrícolas, hídricos y ambientales. Para ello será imprescindible la limitación del número máximo de animales por explotación, pero también por territorio, justamente para evitar la concentración actual que ha generado una densidad inviable para lugares como la provincia de Huesca, donde en los últimos dos años el número de cerdos ha aumento en 1000 animales cada día, repito, cada día.
Asimismo, el fin de las subvenciones directas e indirectas a la industria cárnica y una política fiscal que incentive la producción ganadera sostenible y grave las externalidades medioambientales de las industriales.
Ahora toca regular y poner límite a la voracidad de la industria cárnica.
Javier Guzman
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