Lourdes Uquillas.- El biólogo español Enric Sala, investigador residente de National Geographic en Estados Unidos y creador de varias reservas marinas, señala a EFE que “es mucho más barato e inteligente invertir millones de dólares en la conservación del planeta que no trillones en prevenir nuevas pandemias”.
Sala (Girona, 1968) acaba de publicar con National Geographic “The Nature of Nature. Why We Need the Wild” (La naturaleza de la naturaleza. Por qué necesitamos lo salvaje), su segundo libro y “su carta de amor al planeta”.
Conocer la naturaleza
Este libro es “un curso básico de ecología, con referencia a los ecosistemas humanos, las ciudades, el imperativo moral de proteger el 30 % del planeta y también el aspecto económico -que es muy claro-“, explica.
Porque el océano “es parte de la maquinaria ecológica que nos mantiene vivos, nos proporciona el oxígeno que respiramos y es un regulador del clima”.
Gracias a la acción de bacterias y algas microscópicas que llevan millones de años produciendo “el oxígeno que respiramos, el océano nos da 90 millones de toneladas de pescado cada año, los pastos marinos, arrecife de coral, manglares, que protegen las zonas costeras contra el poder destructivo de las olas y tormentas, explica, y añade, además, ayuda a regular el clima, nos proporciona medicinas que son básica que provienen de organismos marinos como los corales o esponjas.
También es fuente para la investigación, el recreo, el refugio espiritual, entre otros beneficios porque “la lista es muy larga”.
Pero, además, quería “contar historias” sobre cómo funciona la naturaleza, cómo es posible que diferentes especies de plantas, animales y microbios actúen en coordinación, estén inteconectadas e interdependientes y actúen para crear estos “ecosistemas tan maravillosos de bosques, marismas, arrecifes de coral de los que disfrutamos”.
“The Nature of Nature. Why We Need the Wild” es un “curso básico de ecología básicamente, con referencia a los ecosistemas, las ciudades, el imperativo moral de proteger el 30 % del planeta y también el aspecto económico que es muy claro”.
Sala explica que en la naturaleza hay ecosistemas que “nos dan todo para sobrevivir en este planeta”, y cómo “millones de especies actúan, se relacionan y funcionan”. Sin embargo se cuestiona, “por qué nosotros, los humanos, no somos capaces de recrear un ecosistema para mantener vivos a un grupo de humanos”.
Explica que la Estación Espacial Internacional (EEI) cuesta miles de millones al año para poder mantener vivas a cuatro o seis personas en su interior, “porque no somos capaces de recrear un ecosistema. Sin embargo, la naturaleza nos lo da todo”.
El libro pretende además hacer una llamada para lograr “la protección del 30 por ciento del planeta para 2030 y mostrar que es mucho más beneficioso proteger ese 30 % que ir como vamos”, porque la naturaleza puede recuperarse “si le damos espacio”.
Derecho de la naturaleza y pandemia
Conocedor del derecho esencial de las especies en la naturaleza, apunta al “imperativo moral,independientemente del signo religioso o no”, porque es necesario entender que todas las otras especies “no las ha puesto nadie aquí para que sean nuestros esclavos, para que produzcan oxígeno y comida para nosotros, sino que tienen un derecho intrínseco de existir”.
El libro incluye un epílogo sobre la naturaleza del coronavirus, explica y señala, “creo que es el primer libro que habla de la relación entre la pandemia y nuestra relación con la naturaleza, una relación que está rota”.
Una pandemia en la que todo el mundo habla de “soluciones”, pero cuyo origen fue el “tráfico de especies de animales salvajes, en este caso en China” y que no es la primera, “antes fueron el sars, el ébola, el sida, enfermedades infecciosas que vienen de animales”, fruto de “nuestra destrucción de la naturaleza”.
El resultado es que la destrucción causada por los humanos cada vez de más ecosistemas naturales, “produce el contacto con esos virus”, sostiene el experto español.
El océano y Jacques Costeau
El investigador catalán fue el primer español seleccionado en 2011 para el exclusivo club de 15 exploradores residentes de National Geographic, en cuya lista figuran personalidades como la oceanógrafa Sylvia Earle, la primatóloga Jane Goodall, el paleontólogo Paul Sereno o el arqueólogo submarino Robert Ballard, entre otros.
Sala explica que su amor por el océano surgió en su infancia con los documentales ‘El mundo submarino’ del explorador e investigador francés Jacques Costeau, a quién no tuvo oportunidad de conocer, pero de quien aprendió los misterios del océano, y durante las estancias en el litoral catalán con su familia.
Dejó sus clases en la Universidad de California donde además estudiaba los impactos de la pesca y el cambio climático sobre el mar. Pero, “me di cuenta que lo único que estaba haciendo es escribir la esquela mortuoria del mar, cada vez con más detalle. Era bastante frustrante. Decidí abandonar la universidad para dedicarme a la conservación”.
Tras un año en el centro de estudios avanzados del CSIC en Blanes (Cataluña), donde recordó su aspiración de niño de “hacer una inmersión en el Calipso” y aunque para ello era un poco tarde, pensó en los lugares que Costeau no había estado, los lugares más salvajes.
Mares prístinos
Expuso la idea a National Geographic para realizar expediciones científicas y documentales sobre los lugares más salvajes que quedan en el mar, con el objetivo de salvarlos y protegerlos con reservas marinas antes de que fuera demasiado tarde.
La idea gustó en la organización y en 2008 se trasladó nuevamente a Estados Unidos para poner en marcha el proyecto “Pristine Seas“, que cuenta en el equipo en España con el investigador del CSIC, Quique Ballesteros, y el director de fotografía submarina, Manu Sanfélix.
Desarrolo sostenible y económico
Explica que hay aún zonas poco degradadas en el Pacífico o en el Índico, y la mayor parte del Ártico, y esas zonas se pueden mantener si se protegen de la pesca.
Sin embargo, el calentamiento del océano que produce la acidez de sus aguas tienen un efecto en la fauna. El cambio climático está afectando a todos los ecosistemas marinos, incluyendo a las reservas, que permiten la recuperación y la resiliencia, pero a largo plazo los otros factores determinarán la conservación.
Parque marinos transfronterizos de paz
Sala explica que hace algunos años se realizó un informe sobre lo que “llamamos los parques marinos transfronterizos de la paz y existen”. Un ejemplo en tierra es el puesto en marcha entre Sudáfrica, con el expresidente sudafricano, Nelson Mandela, y Mozambique para proteger las especies que migran a través de la frontera. Y hay muchos ejemplos de esos en el mundo, sostiene.
Sería “una posibilidad para crear reservas” para asegurar que esa línea fronteriza se protege, con la idea de que fuera para todos y en beneficio de todos, una “decisión salomónica”. Sin embargo, cree que actualmente, con la proliferación de los nacionalismos, “parece muy difícil la puesta en marcha de acuerdos ambientales entre países que no se llevan bien”.
Incrementar las reservas marinas en el litoral mediterráneo
Señala que el Mediterráneo, un mar donde se ha pescado mucho históricamente, “si se protegiera más se podría recuperar a pesar de todos los conflictos que se pueden presentar” y explica que la puesta en marcha de programas para el tratamiento de aguas y residuos en el litoral español permitiría la regeneración de muchas áreas, aunque hay cosas que parecen “irreversibles”, como el urbanismo que “ha destrozado la costa española”.
En Cataluña, “el tratamiento de aguas y de contaminación fluvial ha mejorado muchísimo la calidad del agua”. Y una gestión de residuos más eficientes, como con el plástico, evitaría que llegue al mar, algo que se puede fomentar a nivel local, con la prohibición de los de un solo uso.
Pero también proteger la costa española, porque “en la mayor parte del litoral la pesca artesanal está moribunda sino ha desaparecido ya”. Y para ello, dice, “es necesario incrementar las reservas marinas, porque en España hay muy pocas reservas marinas donde no se pesque, menos del 1 % del mar español”.
Las reservas demuestran que “son máquinas de regeneración”, que permitirían incrementar la pesca y el fomento de un turismo de calidad, lo que implica la creación de puestos de trabajo. Cada pueblo en la costa “debería tener una reserva marina”, con una pesca bien regulada a su alrededor, lo que incrementaría el desarrollo económico, señala.
Apunta que es también necesaria la “regeneración de los ambientes costeros. En muchos pueblos se están replantando dunas, rehabilitando marismas y los resultados son espectaculares, con la regeneración de fauna”. Como la nutria en Cataluña que había quedado relegada a ciertos puntos remotos en los Pirineos, y ahora la nutria está en todos sitios e incluso llegan al mar. “Se les ve en el cabo de Creus”.
Señala que entre los mayores problemas actuales para el medioambiente están la sobrepesca y falta de regulación local e internacional, y los destrozos que está causando la política ambiental de la actual administración estadounidense del presidente Donald Trump.
“Ha sido el peor presidente en cuestión ambiental en la historia de Estados Unidos. Él y su equipo están intentando destrozar toda la legislación que permite que haya aire, agua y lugares limpios. Están vendiendo el país a los intereses industriales”, asegura.
La sobrepesca
Sobre el problema que se plantea con la flota china pescando frente a las aguas de la reserva de las Islas Galápagos, explica Sala que los chinos tienen 17.000 barcos pescando alrededor del mundo en altamar y en aguas de otros países, “con una presión sobre las especies en esas zonas que es insostenible”. El problema es que están pescando en altamar, fuera de la zona exclusiva económica de Ecuador.
En altamar es como el “salvaje oeste, hay poca regulación y no hay ningún tipo de cumplimiento. Y la flota española también es conocida por hacer algunas piraterías en altamar”.
Sin embargo, señala, “el problema de las Galápagos no es la pesca china, es la pesca local”, que ha colapsado la población de pepino de mar, de mero. Por ello, plantea la necesidad de elaborar regulación en la pesca internacional, pero también en la local, que ejerce una presión muy fuerte sobre la vida marina en las islas Galápagos. “De eso no se habla, no son solo los chinos”, sostiene el biólogo que conoce bien la reserva ecuatoriana.
Lograr la protección del 30 % del planeta
Se siente optimista de lograr el próximo año en Kunming (China), donde se realizará la reunión de la Convención de la Biodiversidad (COP15), la protección del 30 % del planeta, una propuesta avalada por los científicos y estudios económicos con los que “hemos logrado demostrar que económicamente es más beneficioso que se proteja el 30 % que sigamos tal como estamos”.
Explica que “hay una coalición de alta ambición de 30 países ya que están apoyando esa meta y esperamos que el próximo año todos los países tomen la decisión más inteligente”, porque “de ello dependemos todos”, concluye el biólogo de National Geographic. EFEverde
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