El pasado mes de febrero el Consejo de Ministros aprobó el Anteproyecto de Ley de Protección, Derechos y Bienestar Animal. Esta ley dedica dos amplios capítulos a establecer el marco legal para el tratamiento de las colonias felinas, obligando a su gestión ética. Orienta a los poderes públicos hacia su captura, esterilización y al retorno o reubicación de los gatos que las integran (conocidos como método CER y método CES, respectivamente).
Este anteproyecto ha generado reclamaciones de muy diferentes colectivos, incluyendo a muchos de los científicos que trabajan en conservación, que piensan que la nueva ley no debe proteger a los gatos callejeros por la amenaza que suponen para la biodiversidad. De hecho, proponen que se prohíba expresamente alimentar y cuidar a estos gatos, e instan a que sean erradicados de todos los espacios públicos.
Sin embargo, somos muchos los científicos que planteamos justo lo contrario. Hay que proteger a los gatos por ley. Por supuesto, para garantizar el bienestar animal. Pero también porque sólo así se podrá disminuir la población de gatos sin hogar, y también se ayudará a conservar la biodiversidad.
El problema
Mas de 9 000 años de convivencia y mutuo interés avalan nuestra relación con los gatos. La sinergia es perfecta. La actividad humana proporciona a los gatos recursos para sobrevivir y la eficacia depredadora de este pequeño felino nos resulta muy conveniente, ya que mantienen a raya molestas plagas.
Hoy, su popularidad es tal que existen unos 4 millones de gatos en los hogares españoles. Tristemente, también en España unos 120 000 acaban abandonados en las calles cada año. La mayoría mueren. Los que sobreviven habitualmente se unen a otros gatos formando grupos, se reproducen de forma descontrolada y… ¡comienzan los problemas!
Estos gatos de la calle tienen que buscar alimento, tanto para ellos como para su numerosa prole. Lo obtienen de las basuras, pero también de la caza. Habitualmente sus presas son roedores, pero también fauna silvestre, lo que puede suponer una amenaza para la conservación de algunas especies. A esto se suman otros muchos problemas y molestias, como excrementos y suciedad, marcaje, ruido, parásitos, enfermedades, etc. Es decir, que estos gatos abandonados acaban malviviendo en las calles. Esto hace que muchas personas se compadezcan de ellos y les proporcionen alimentos y cuidados.
¿Por qué no funciona la erradicación?
Prácticamente todos los intentos de erradicación que se han realizado han fracasado. En zonas pobladas no funciona. A la vista está. Cada vez hay más gatos en las calles.
El efecto vacío explica buena parte de este fracaso. Cuando se retiran los gatos de un lugar donde obtienen recursos para sobrevivir, nuevos felinos ocupan rápidamente el espacio que queda libre.
Aún dedicando los mayores esfuerzos, es prácticamente imposible retirar a todos los gatos de una región. Así que los que queden se reproducirán rápidamente y con más éxito, las camadas tendrán mayores tasas de supervivencia y recolonizarán los espacios. De hecho, casi siempre se acaba provocando incluso un efecto rebote.
No podemos olvidar que la elevada tasa de abandono alimenta constantemente las calles de nuevos gatos, lo que obliga a perpetuar eternamente los ciclos de retirada.
Además, estos programas de erradicación son carísimos. Pero también es muy importante el gran rechazo social que generan estas acciones. Muchísima gente las considera inaceptables. Por todo esto, los programas que se inician rara vez se mantienen a largo plazo, con lo que el fracaso está garantizado.
Proteger a los gatos para solucionar el problema
La única forma de prevenir el efecto vacío es permitir que los gatos continúen viviendo en la calle. La nueva ley viene a mejorar su bienestar, pero también a ordenar cómo debe ser la convivencia entre gatos, humanos y biodiversidad.
Para empezar, regulará la forma de cuidar a estos animales. Esto es algo que ya hacen, de manera informal, muchísimas personas bienintencionadas. Destinan sus propios recursos y tiempo a cuidar de los gatos callejeros, aunque no siempre de la mejor manera ni en los sitios más adecuados. Seamos realistas, prohibir que los alimenten no es una opción. En muchos municipios está prohibido actualmente. Da igual. Muchos vecinos ven a los gatos pasándolo mal a diario, se compadecen y les prestan cuidados, aunque sea de forma furtiva.
La nueva ley obligará a los ayuntamientos a regular este asunto. Actualmente, muy pocos municipios tienen planes de gestión de colonias de gatos callejeros. Apenas el 20 %. La mayoría simplemente no hace nada. Así, por inacción, el problema no hace sino crecer.
Las nuevas obligaciones municipales incluirán la formación y capacitación de las personas encargadas de cuidar a las colonias. Se trata de que sepan alimentar, limpiar y proporcionar cuidados de la forma más adecuada. Los más recientes estudios indican que, proporcionando alimentos adecuados y enriquecimiento ambiental, la actividad depredadora de los gatos de colonia disminuye sensiblemente.
Se obligará además a la gestión ética de las colonias, mediante el método CER (captura, esterilización y retorno). Pero no solo se insta a capturar y esterilizar, sino que se fomentarán los programas de adopción de los gatitos y de los gatos más sociables (como los recién abandonados), retirando así un buen número de animales de las calles.
A diferencia de los programas de erradicación, el método CER cuenta con un altísimo grado de aceptación social. Esto redundará en la implicación del voluntariado. Se cuenta con ello, ya que muchísimas personas ya lo hacen, en precario, sin apenas ayuda de las administraciones públicas. Esto disminuirá sensiblemente la cantidad de recursos públicos que deberán destinarse. Las leyes no sólo tienen que tender a solucionar problemas, sino que, además, tienen que ser viables económicamente.
Colonias controladas
La eficacia del método CER está avalada por la ciencia. Eso sí, cuando se aplica correctamente. Esto es, cuando se esteriliza masivamente a los gatos y se cubren amplias regiones geográficas. Al hacerse obligatoriamente en todos los municipios se lograrán estos objetivos.
Toda esta gestión también contribuirá a disminuir la depredación. Es cierto que el instinto de caza del gato no desaparece completamente con la esterilización. Pero no es menos cierto que su intensidad sí que disminuye sensiblemente, ya que sus necesidades de alimentación están cubiertas. Las gatas esterilizadas tampoco tienen que cazar para alimentar a unas camadas que ya no existen.
Con el objetivo de proteger la biodiversidad, también se regulará la ubicación de las colonias, no permitiéndose su presencia en espacios vulnerables y limitándola a zonas menos problemáticas.
Además, se articulan medidas dirigidas a fomentar la tenencia responsable de animales y a la prevención del abandono. Esto es crítico para avanzar hacia la solución definitiva de este acuciante problema.
Reducir los envenenamientos
Hay que destacar, por último, que con el discurso actual en contra de los gatos, permanentemente presente en las redes sociales, se está fomentando un peligroso escenario. Se han recrudecido los episodios de maltrato que se producen contra las colonias felinas. Uno de los más graves es el envenenamiento.
En nuestro laboratorio hemos detectado un aumento en los envenenamientos de gatos en los últimos años. Con la colocación de veneno, también resultan afectados numerosos ejemplares de fauna silvestre que caen víctimas de esos mismos venenos. Si disminuye la conflictividad que generan los gatos, disminuirá la colocación de cebos envenenados, y así también se protege la biodiversidad.
Obviamente, ninguna solución es perfecta para un problema tan complejo como el de la sobrepoblación de gatos. No obstante, obstaculizar la puesta en marcha de la ley de protección de los animales contribuye a retrasar la puesta en marcha de soluciones a un problema que tanto nos preocupa a todos. Sin una ley que los proteja, los gatos seguirán malviviendo y esto no ayudará en nada a la conservación de la biodiversidad.
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