La crisis climática no es solo un problema ambiental; también está profundamente entrelazada con injusticias sociales y económicas. Desde la distribución desigual de los impactos del cambio climático hasta la exclusión de comunidades marginadas de la planificación de la adaptación, la necesidad de un enfoque más equitativo para la adaptación al cambio climático es cada vez más clara.
Desafíos en los esfuerzos de adaptación actuales
La urgencia de la crisis climática se hace cada vez más evidente. El año pasado se enmarcó como el más caluroso jamás registrado y estamos experimentando cada vez más fenómenos meteorológicos extremos. A pesar ello, el mundo aún no está haciendo lo suficiente para mitigar los efectos del cambio climático y los esfuerzos de adaptación están alcanzando sus límites.
El Sexto Informe de Evaluación (AR6) del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) enfatiza que, si bien la planificación y la implementación de la adaptación han avanzado, siguen siendo limitadas en alcance y efectividad.
Las comunidades marginadas, incluidas aquellas definidas por raza, etnia, género y estatus socioeconómico, sufren los peores impactos del clima, pero a menudo son excluidas de los procesos de toma de decisiones.
Del mismo modo, el Informe sobre la Brecha de Adaptación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advierte que las prácticas actuales de adaptación no cumplen con lo necesario, perpetuando las vulnerabilidades existentes y exacerbando las desigualdades.
A pesar de algunos pasos positivos, como una mayor consideración por el género y los pueblos indígenas en los instrumentos de planificación, las acciones de adaptación siguen siendo incrementales y no abordan las causas fundamentales de la vulnerabilidad climática.
En diciembre de 2023, en la COP28 en Dubái, los países acordaron un inédito objetivo mundial relativo a la adaptación (GGA), con el objetivo de mejorar la capacidad de adaptación, fortalecer la resiliencia y reducir la vulnerabilidad al cambio climático.
Los objetivos incluyen abordar la escasez de agua, la seguridad alimentaria, los impactos en la salud, la resiliencia de los ecosistemas y la infraestructura, la mitigación de la pobreza y la protección del patrimonio cultural.
Sin embargo, aunque el GGA enfatice la urgencia de adoptar enfoques más representativos, incluyendo los basados en el conocimiento de los pueblos indígenas, no detalla cómo hacerlo para poner en práctica los objetivos.
Hacia la acción climática inclusiva
Un enfoque interseccional podría ser el ingrediente que falta para lograr una acción climática más inclusiva.
La interseccionalidad es un concepto que surgió del feminismo negro a finales de los años 1980 para explicar las complejas formas en que se intersecan e interactúan las identidades sociales y las estructuras de poder.
Un enfoque interseccional reconoce cómo, por ejemplo, el género, la raza y la clase social se entrelazan y exacerban las experiencias individuales y las formas en que las personas son afectadas por la discriminación y la desigualdad.
En el contexto del cambio climático, la interseccionalidad nos ayuda a comprender cómo ciertos grupos sociales enfrentan impactos únicos y desproporcionados y cómo algunos grupos se ven más beneficiados por las acciones de adaptación que otros.
Diferentes estudios muestran que la vulnerabilidad al cambio climático no está determinada únicamente por la ubicación o el estatus socioeconómico de un individuo, sino que está moldeada por la intersección de múltiples factores, incluyendo el género, la etnia, la edad, la sexualidad y la habilidad.
Por ejemplo, un estudio reciente en Barcelona ha demostrado que las comunidades de bajos ingresos y los inmigrantes de países del Sur Global enfrentan una exposición desproporcionada a riesgos climáticos y carecen de acceso a recursos necesarios para adaptarse al cambio climático.
Asimismo, varios estudios explican cómo las mujeres indígenas enfrentan una doble barrera que las deja cargando con la peor parte de los impactos del cambio climático, mientras se les niega un papel en el desarrollo de políticas y programas para mitigarlo.
A pesar del creciente conocimiento sobre la importancia de la interseccionalidad, muchos esfuerzos de adaptación continúan enfocándose en problemas o ejes de desigualdad individuales (como el género o la etnia), descuidando la interconexión de diferentes formas de discriminación y vulnerabilidad.
Este enfoque estrecho no solo fracasa en abordar las causas fundamentales de la injusticia climática, sino que también corre el riesgo de perpetuar las desigualdades existentes.
Avanzando hacia la adaptación interseccional
Para abordar la injusticia climática desde una perspectiva interseccional, es esencial adoptar un enfoque hacia la adaptación que tenga en cuenta las experiencias y necesidades de las comunidades más afectadas por el cambio climático, las llamadas comunidades de primera línea.
Eso requiere una estrategia integral que priorice sus voces, documente sus perspectivas y reconozca sus experiencias de riesgo cotidianas.
Más importante aún, un enfoque interseccional también incluye considerar las amplias desigualdades históricas y estructurales que los hicieron más vulnerables en primer lugar, como la exclusión social, la vivienda irregular, la pobreza energética y las disparidades arraigadas de género.
En suma, para integrar eficazmente los principios interseccionales en la acción climática, es necesario trabajar colaborativamente con las comunidades afectadas para desarrollar soluciones específicas para su contexto, teniendo en cuenta la naturaleza interconectada de los impactos climáticos y las desigualdades sociales.
A medida que nos acercamos al Día Internacional de la Mujer de este año, recordemos las palabras de la poeta Audre Lorde, que se autodenominaba “negra, lesbiana, feminista, socialista, madre y guerrera”, una escritora fundamental sobre las opresiones interseccionales:
“No podemos separar nuestras luchas por la justicia racial, de género y de clase. Debemos abordar todas las formas de opresión para lograr la verdadera equidad.”
Estas lecciones también deberían aplicarse a la forma en que abordamos las mayores crisis actuales, de modo que podamos gestionarlas de una manera más integrada y transformadora.
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