Todo llega al mar, también la basura. La contaminación de los océanos es un tema que ha pasado de la observación, al seguimiento, para terminar por alarmar a biólogos, naturalistas y políticos de más de una ideología. Y es que el impacto que tiene un océano sucio se ve reflejado en más aspectos de los que pensamos. Hay que coger aire primero. Afecta al turismo, la pesca, la alimentación, salud humana, salud animal, la salud vegetal, el clima, degradación de los hábitats -coger aire otra vez- islas de plástico, acidificación de los mares, impacto económico que puede llegar a 695 millones de dólares, etcétera.
Pero el descubrimiento de un hongo capaz de disolver los plásticos en forma de CO₂ ha supuesto un paso adelante en llegar a una solución de este problema. Sin embargo, verter toneladas de este microorganismo en el mar y dejar que solucione el problema por nosotros. La ciencia aún tiene que sortear un gran obstáculo para lograr este objetivo.
El hongo que prometía salvar el mundo
El descubrimiento del Parengyodontium album, nombre científico de este hongo “come-plástico”, no estuvo relacionado por la extraordinaria capacidad de eliminar los compuestos con polietileno. Se detectó al analizar la descomposición de algunas piezas de arte en museos, por lo que, en un principio, se identificó como potencialmente peligroso.
Sin embargo, el descubrimiento de este organismo cerca de la isla subtropical Vortex, en el Pacífico Norte, con una gran cantidad de plásticos en sus costas.
Todo se confirmó en un laboratorio: el hongo era capaz de desintegrar muestras de poliestireno, un polímero que se encuentra en la mayoría de objetos de plástico utilizados en el día a día. Sin embargo, durante el estudio de este nuevo ser, se observaron dos factores que suponían un problema a su aplicación como “barracuda” de los océanos. En el proceso de desintegración, transforma el polímero en CO₂, un gas que no es precisamente beneficioso para la atmósfera.
Pero el verdadero gran impedimento es la necesidad del Sol, concretamente de los rayos uva, para “comerse” el plástico. Este tipo de radiación es absorbida en un 40% en el agua, pero solo llega a penetrar a un metro de la superficie. Mientras tanto, el 70% de los plásticos se encuentran en el lecho marino.
La búsqueda continua
El hecho de que el hongo no pueda servir como una solución permanente es solo un bache en el camino, según afirman los investigadores. El estudio de los hongos marinos es un área poco desarrollada y los organismos conocidos capaces de desintegrar plástico se pueden contar con los dedos de una mano. Además, frenar estas investigaciones no es una opción.
Los datos divulgados por el Parlamento Europeo no dejan espacio para la duda. Actualmente, hay 150 millones de toneladas de plástico en los océanos y cada año ese número aumenta en millones más. Para 2050, a este ritmo, en los océanos habrá más plásticos que peces en los mares, según unas estimaciones de la Fundación Ellen Macarthur.
De no hacer nada al respecto, los plásticos pueden llevar a la extinción masiva de especies y a la exposición química en humanos a través de la cadena alimenticia. Frente a esta premisa, el descubrimiento del Parengyodontium album es visto como una buena noticia, que debe servir como motivación para seguir trabajando en una solución definitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario