Nadie sospecharía al ver a Adriana Véliz, médico veterinaria, metida durante horas en un entretecho lleno de abejas, que esta mujer pasó su infancia con miedo a estos insectos. “Pensé que las abejas me odiaban... ¡Me picaban demasiado!”, confiesa Véliz entre bromas. Pero con la madurez, ese miedo se transformó en una admiración profunda por estos seres. “Es una especie muy importante, no sólo por lo que hacen por nosotros, sino también por su organización. Me enamoré de ellas, de su complejidad y su perfección”, explica.
Ese amor y admiración serían la semilla de Abeja Negra SOS, una organización mexicana especializada en el rescate, rehabilitación y protección de abejas urbanas. “Las abejas no se matan, se rescatan”, repite Véliz como uno de los lemas fundamentales del proyecto que cofundó en 2018.
EL NACIMIENTO DE LAS 'GUARDIANAS DE LAS ABEJAS'
En Ciudad de México, antes de Abeja Negra SOS, la respuesta institucional ante la presencia de una colmena en zonas urbanas solía ser la eliminación. "Los casos eran canalizados a bomberos, protección civil o directamente a empresas de fumigación", cuenta Véliz. El problema se agravó tras la llegada de la abeja africana: aunque inicialmente se formó un comité para manejar la situación, con el tiempo la responsabilidad recayó en equipos sin formación adecuada -ni tiempo suficiente- para rescatar abejas.
Adriana Véliz, coordinó el programa de control de la abeja africana, trabajando en gobernanza; pero sentía que el trabajo se limitaba a la eliminación sistemática de colmenas. “No quería seguir matando abejas. Hice una propuesta para implementar rescates y, aunque el programa no duró mucho, pude sentar las bases para un protocolo de trabajo”, recuerda.
Al salir del organismo público, decidió actuar y, junto con una colega, formalizó un servicio de rescate de abejas. Su idea fue pionera en Ciudad de México y pronto captó la atención de los bomberos y otros organismos, que comenzaron a canalizarles casos. “Hoy es difícil que los bomberos no nos recomienden. Hemos construido una red de confianza”, celebra Véliz.
RESCATES, REHABILITACIÓN Y REDISTRIBUCIÓN

Lucy millan y Adriana Véliz en un día de revisión del apiario, en la alcaldía Xochimilco.
Desde su fundación, Abeja Negra SOS ha realizado 639 rescates, de los cuales 420 colmenas han sido rehabilitadas con éxito. El proceso comienza cuando alguien contacta a la organización por la presencia de abejas en su hogar o entorno. “Nos envían evidencia, hacemos una entrevista para evaluar la situación y procedemos al rescate”, explica Adriana. Estos rescates pueden implicar largas horas de trabajo en condiciones extremas: alturas, espacios reducidos e incluso labores nocturnas.
Una vez rescatadas, las abejas son trasladadas a un apiario donde inicia su rehabilitación. Este proceso dura al menos seis meses y requiere alimentación constante, atención a enfermedades y un entorno adecuado para que la colmena pueda prosperar. Pasado este periodo, las colmenas pueden ser donadas a apicultores locales o mantenerse bajo el cuidado de Abeja Negra SOS.
“A los apicultores, como requisito, sólo les pedimos que cuenten con el material necesario. Normalmente les entregamos núcleos, que son más fáciles de cuidar. Un núcleo tiene un costo comercial de unos 2.500 pesos, pero nosotros cobramos sólo 100 pesos para cubrir nuestros materiales”, explica Véliz. Además, la organización canaliza a nuevos apicultores y ofrece capacitaciones parafomentar el cambio generacional en la apicultura, una actividad que enfrenta un declive preocupante.
RESCATES EXTREMOS: ENTRE LA FRUSTRACIÓN Y LA RECOMPENSA
El trabajo de Abeja Negra SOS es exigente y, a veces, peligroso. Adriana relata rescates en los que tuvo que subir a alturas extremas o meterse en techos inestables donde las abejas picaban por accidente, debido a que el espacio es tan reducido que, aunque no quieran, te pican. “A veces te quieres rendir, pero al día siguiente te curas y sigues adelante”, confiesa. Otros rescates son mucho más sencillos: “Me he llevado abejas en una gorra de béisbol”, dice entre risas.
Pero Adriana ha vivido también situaciones trágicas que reflejan, todavía, la falta de conciencia social sobre el manejo de estos insectos. Recuerda con impotencia el caso de un perro que fue atacado por una colmena debido a una tardanza en la alerta. “Si hubiera llegado antes, habría podido rescatar a las abejas y evitar la tragedia”, lamenta.
EL SUEÑO DE UN SANTUARIO

Rescate en un taller mecánico en la alcaldía Gustavo A. Madero. Lucy Millan se está colocando los guantes para poder tomar a las abejas con las manos y colocarlas en un cajón de transporte.
Uno de los mayores desafíos para Abeja Negra SOS es la falta de un espacio propio donde puedan mantener y rehabilitar colmenas a gran escala. Actualmente, las restricciones urbanas limitan su crecimiento y las condiciones climáticas extremas, como sequías o lluvias prolongadas, dificultan la supervivencia de las abejas.
“Soñamos con tener un santuario donde podamos albergar hasta 1.500 colmenas. Un lugar seguro, donde no suframos robos y podamos garantizar la supervivencia de las abejas”, explica Adriana. Sin embargo, las trabas burocráticas y la falta de recursos no se lo ponen fácil. "Cuando vamos a ver un terreno urbano y decimos que queremos poner allí abejas... ¡Te podrás imaginar!", alega Véliz.
NO, NO TODO LO QUE NOS MOLESTA TIENE QUE SER DESTRUIDO
Para Adriana, la clave está en cambiar la percepción que tiene la sociedad sobre las abejas y otros insectos polinizadores. “El ser humano tiene esta idea de que todo lo que le molesta debe ser destruido. Vemos una colmena y lo primero que pensamos es en matarlas, sin entender el impacto que tienen en nuestro entorno”.
Una sola abeja puede polinizar hasta 20 cuadras (manzanas) a la redonda, lo que significa que las abejas urbanas cumplen una función esencial en el ecosistema. Además, el cambio climático está afectando gravemente la disponibilidad de alimento y agua para estas especies.
“Vivimos en un mundo desconectado de la realidad. Tu ropa, tu escritorio, todo depende de las abejas, pero el trabajo que hay detrás se desconoce”, enfatiza Adriana. Su llamado es claro: respetar a las abejas, buscar especialistas y replicar programas de rescate y conservación como este en todo el globo.
PEQUEÑOS CAMBIOS, GRANDES DIFERENCIAS
A pesar de los desafíos, Adriana Véliz y su equipo siguen adelante. Cada rescate, cada colmena rehabilitada y cada apicultor capacitado son un paso más hacia un futuro donde las abejas sean protegidas y valoradas como lo que son: pilares fundamentales de la vida en la Tierra.
“Sí, es frustrante a veces. Pero saber que estamos haciendo un cambio, no sólo para las abejas sino también para las personas, es lo que nos impulsa a seguir. Al final, es un ganar-ganar”, concluye Véliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario