10 de febrero de 2025

El cuarto lago más grande del mundo se ha convertido en un desierto mortal

 En apenas 50 años, lo que una vez fue el cuarto lago más grande del planeta, se ha transformado en lo que hoy es considerado el desierto más reciente. Una vasta extensión de arena y sal de aproximadamente 38.000 kilómetros cuadrados, salpicada por algunas franjas de agua, que representa uno de los mayores desastres medioambientales de la historia reciente.

El protagonista de esta catástrofe es el mar de Aral, un mar interior o laguna salada situado en Asia Central, entre Kazajistán y Uzbekistán. En la década de 1960, llegó a ser uno de los lagos más grandes del mundo, con una superficie de 68.000 kilómetros cuadrados y una biodiversidad notable. Sin embargo, en la actualidad, su cuenca, prácticamente seca, es conocida como el desierto de Aralkum, mientras que lo que queda de sus aguas se extiende por apenas 8.000 kilómetros cuadrados.

¿Por qué se secó?

Para entender la desertificación del mar de Aral es necesario remontarse a 1960, cuando la Unión Soviética desvió los ríos que lo alimentaban, el Syr Daria y el Amu Daria, con el objetivo de impulsar la industria algodonera en los campos circundantes.

Como resultado, el clima de la región se volvió aún más árido, agravado por la falta de aporte hídrico. Esto elevó la salinidad del agua y llevó a la desaparición de la vida marina, afectando gravemente a las comunidades pesqueras. Además, el uso excesivo de insecticidas y fertilizantes en los cultivos contaminó el suelo, acelerando incluso más su deterioro. Este proceso de evaporación progresiva dejó un terreno salino incapaz de sostener la mayoría de los cultivos y trajo consigo consecuencias devastadoras tanto a nivel regional como internacional.

El mar de Aral en a principios del siglo XX (izquierda) y a finales (derecha)
El mar de Aral en a principios del siglo XX (izquierda) y a finales (derecha)NASA

Uno de los mayores desastres ambientales

Según el portal Science Alert, la formación del desierto de Aralkum ha multiplicado la cantidad de polvo atmosférico en la región, reduciendo la calidad del aire en las ciudades cercanas y contribuyendo al derretimiento de los glaciares debido a la acumulación de partículas en sus superficies.

Este polvo, altamente tóxico por contener residuos de fertilizantes y pesticidas, ha sido asociado con un aumento de enfermedades en la población local, lo que refuerza el impacto ambiental y sanitario de la desaparición del mar de Aral.

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