La
emisión al medio natural de metales pesados, contaminantes orgánicos,
pesticidas y otras sustancias tóxicas ha contribuido a modificar los ciclos del
nitrógeno, el carbono, el fósforo y el agua. Al propio tiempo, estas sustancias
presentan una potente actividad biológica que afecta a las especies
vulnerables. La contaminación química constituye, pues, una de las principales
amenazas actuales para la biodiversidad. Ello es cierto también para los
anfibios, considerados el grupo de vertebrados más amenazado.
En el
año 2000, Jeff. E. Houlahan, del Instituto de Biología Ottawa-Carleton de la
Universidad de Ottawa, y sus colaboradores publicaron en Nature un
trabajo que demostraba la regresión de 936 poblaciones de anfibios de todo el
mundo durante las últimas décadas. En 2010, un estudio publicado en Science,
dirigido por Michael Hoffmann, de la Comisión de supervivencia de especies de
la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), constató
la evolución negativa del estatus de conservación de numerosas especies. La
investigación se centró en datos correspondientes a 25.780 especies de la Lista
Roja de la IUCN. En principio, una quinta parte de estas pertenecía a la
categoría «Amenazadas». Sin embargo, detectaron que esta proporción iba en
aumento: en promedio, 52 especies de mamíferos, aves y anfibios ascendían cada
año una posición en la clasificación hacia la extinción —y eso a pesar de los
esfuerzos de conservación.
Ante la
gravedad de la situación, en las últimas décadas ha aumentado notablemente el
número de investigaciones acerca del impacto de diversos compuestos sobre los
anfibios. Estos estudios han revelado que los contaminantes producen efectos
letales en este grupo de vertebrados, así como una gran variedad de efectos
subletales, es decir, cambios que alteran los procesos fisiológicos, de
crecimiento, desarrollo o comportamiento, pero que no conducen a la muerte. Por
ejemplo, se ha observado que la exposición de larvas de la rana común (Pelophylax
perezi) a compuestos nitrogenados puede incrementar la mortalidad larvaria
o el número de ejemplares malformados, reducir su tamaño, acelerar el
desarrollo embrionario o conducir a cambios en los niveles de actividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario