Este artículo se ha publicado en 'The Guardian' y forma parte del acuerdo Climate Publishers Network, una red de diarios liderados por EL PAÍS y el diario británico para colaborar en la cobertura del cambio climático.
Una mañana de junio, el padre Rob Yaksich, exguarda forestal antes de escuchar su vocación y convertirse en cura católico, presidía su primera misa dominical en la histórica Basílica Catedral de San Francisco en Santa Fe, Nuevo México. Ese día, el tema de sermón era el poder de la difusión de la fe. “Piensen en la semilla de mostaza”, exponía a los feligreses que asistían a la misa matinal en español. “Todos llevamos pequeñas semillas de mostaza de fe en nuestros corazones. Esa semilla de mostaza crece y si se nutre, se convierte en un gran árbol”.
Aquí las raíces de la Iglesia católica son muy profundas; Nuevo México se considera uno de los estados más católicos desde el punto de vista cultural. La primera misión franciscana permanente se encuentra en la actual Santa Fe, rodeada por la sierra de la Sangre de Cristo.
El poder de estos creyentes católicos se pondrá a prueba dos veces, con el radical mensaje del Papa Francisco sobre el cambio climáticoen la economía global y su llamada para dejar de utilizar combustibles fósiles en aras de proteger a los pobres.
Ahora es el turno de Yaksich y de los demás creyentes para difundir el mensaje de urgencia del papa Francisco y hacer que la semilla de acción que ha plantado el pontífice crezca incluso en Nuevo México, un estado pobre y rural cuya gobernadora republicana se encuentra presionada por el sector del gas y el petróleo en los flancos del noroeste y sudeste. La industria representa alrededor de un tercio de la financiación general de Nuevo México.
Ahora que los curas hablan desde el púlpito y desde las primeras líneas de acción, su defensa sobre el cambio climático podría acabar creando la masa crítica de apoyo público necesaria para instar a los líderes políticos a que emprendan acciones audaces. A su vez, la defensa del Papa de la justicia climática, una causa con la que se siente especialmente identificada una generación más joven y la población latina de rápido crecimiento, podría contribuir a que la gente dejara de alejarse de la Iglesia. La cuestión en ambos casos es si un papa progresista y enormemente popular podría marcar la diferencia ante una amenaza existencial que avanza lentamente.
Los católicos que se consideran latinos o hispanos se preocupan más sobre este asunto: el 82% afirma que la Tierra se calienta debido a la actividad humana
Alrededor de un cuarto de los estadounidenses se identifican como católicos, unos 80 millones de personas, aunque esta cifra no es exacta. También está surgiendo una realineación política y los que se identifican como católicos están dejando de ser fieles al partido demócrata para seguir al republicano.
Pero a los católicos les sigue preocupando más el cambio climático que a los estadounidenses en general, según el Pew Research Center. Los católicos que se consideran latinos o hispanos se preocupan más sobre este asunto: el 82% afirma que la Tierra se calienta debido a la actividad humana, en comparación con el 64% de los católicos blancos. Alrededor del 63% de los católicos hispanos afirman que el cambio climático constituye un problema grave, comparado con el 39% de los católicos blancos.
En su larga carta pastoral, que contenía casi tantas referencias a la ciencia como a las escrituras, el Papa señala el cambio climático y la degradación del medio ambiente como la consecuencia de un sistema capitalista global que se ha descontrolado y afecta a los pobres y al planeta. Nuestro mundo se ha convertido en un montón de inmundicia por el uso imprudente de los recursos, se lamentaba. Por ello instaba a los líderes a que actúen rápidamente para proteger nuestra “casa común”.
El Papa tendrá una segunda oportunidad de exponer sus opiniones al público estadounidense (y a esos republicanos que se muestran abiertamente hostiles ante la idea de un papa que defiende a los pobres y al clima) el próximo mes de septiembre, cuando visite la sede de Naciones Unidas y se dirija a una sesión conjunta del Congreso.
El Papa tiene un fiel discípulo en el padre Yaksich, que pasó casi 20 años enseñando a escolares sobre los pájaros locales en su nativo Nuevo México como biólogo conservacionista. “Para mí es una cuestión con la que me siento muy identificado”, explica Yaksich mientras habla en los peldaños de la iglesia con los feligreses a su salida de la misa y algunos les pedían su bendición o le corregían amablemente su español.
El agua y la sequía eran un problema conocido para la gente de Nuevo México, dice. Las nevadas tardías y las lluvias primaverales inusualmente intensas de este año habían aportado algo de alivio tras cuatro años de sequía despiadada. Pero para entonces, al menos una población, Magdalena, al suroeste de Albuquerque, se había quedado sin agua y otras se encontraban al borde de una catástrofe.
Era imposible no ver las conexiones, comentaba Yaksich. “Cuando se cuida a la familia humana desde lo más hondo... su extensión natural cuida mucho mejor del medio ambiente, protege y comparte los recursos de forma que beneficia a todos”, decía.
El domingo por la tarde, antes de que el Papa publicara su tratado sobre el clima, John Wester, el recién ordenado arzobispo de Santa Fe, se unía a una tradición de 303 años de antigüedad: la procesión anual en honor de Diego De Vargas, quien acabó a finales del siglo XVII con las revueltas de los nativos americanos y restableció el dominio colonial español sobre Nuevo México.
Mujeres y niñas, con vestidos repletos de volantes blancos, caminaban por las calles desde la basílica hasta un cementerio histórico bajo un calor fulminante. A la mañana siguiente, Wester llegó en su primer día oficial como arzobispo de Santa Fe a la sede de la archidiócesis, situada al oeste del río Grande, al otro lado del centro de Albuquerque. Tras el elaborado boato de los eventos del domingo, Wester reconoció que había algunas personas que preferirían ver a la Iglesia relegada a la celebración de rituales como ese, en lugar de ocuparse de las cuestiones de vida o muerte de la actualidad.
Jamás ha surgido una movilización tan grande como la que se está generando con el Papa. Gracias al mensaje del papa Francisco, los jóvenes se están implicando
“Pensamos en la religión como la Biblia, la moralidad, la tradición sagrada, la doctrina, el ritual, la liturgia. Que ese es el ámbito de la religión”, decía. “Cuando hablamos de asuntos como la pena de muerte, la inmigración, el cambio climático, son cuestiones que se debaten en el ámbito político y público. Hay gente que puede decir: ‘díganles a los curas y a los obispos que se queden en la iglesia y nosotros nos ocuparemos de esto’. Pero las cosas no son así. La Iglesia tiene la obligación de decir la verdad en la plaza pública y luego la gente puede hacer lo que quiera a la hora de votar. La Iglesia tiene una obligación porque son cuestiones religiosas, son cuestiones humanas”.
Una semana antes de la intervención del Papa sobre el medio ambiente, los obispos estadounidenses se reunieron en San Luis para celebrar su asamblea anual. Wester, que también asistió, fue el portavoz de la conferencia. Es cierto que el cambio climático no era el punto central del orden del día para todos los obispos reunidos. Pero como decía Wester, nunca ha conocido a ningún obispo que niegue abiertamente el cambio climático. “Algunos pueden ser más vehementes que otros”, comentaba. Pero añadía: “Todos estarán deseado promover el mensaje del Papa”.
Algunos curas y obispos, sobre todo los que se encuentran en zonas conservadoras del país, o donde la economía local depende en gran medida de las industrias extractivas, sin duda celebrarán la intervención del Papa, ya que les da licencia para tratar por fin asuntos que no se atrevían a plantear por miedo a ofender a sus feligreses. “Para ellos será un impulso extraordinario”, explicaba Wester.
Para otros, entre los que se incluye el propio Wester, el principal mensaje del Papa era una señal para presionar más y lograr un cambio. “No tiene ningún sentido que dentro de 100 años nos despertemos y digamos: ‘Dios mío. Hemos perdido la oportunidad. Ahora es demasiado tarde. No podemos dar marcha atrás a lo que iniciamos'”, afirmaba.
Una lucha constante
A unas cuantas millas al sur del campus, Richard Moore se levantaba a las 6 de la mañana para gestionar un pedido urgente de lechuga orgánica de un restaurante local. Moore, hijo de granjeros puertorriqueños, ha pasado la mayor parte de sus cincuenta años como organizador comunitario, sobre todo entre los vecindarios pobres y de clase trabajadora e inmigrante de Nuevo México.
Tras algunos encontronazos con la justicia cuando era miembro de una banda, Moore barajó brevemente la idea del sacerdocio, pero luego decidió dedicar su vida a ser activista, como director de la Southwest Network for Environmental and Economic Justice.
Han luchado contra plantas químicas, refinerías de petróleo, mataderos, fábricas de piensos para perros y vertederos, todos sectores muy contaminantes asentados injustamente en barrios de clase trabajadora. Y luego llegó la lucha por los elementos: la tierra, el agua y el aire.
Tras cuatro años de sequía, los pozos de algunas pequeñas poblaciones se estaban secando. Los agricultores bombeaban agua salobre, con lo que estaban dañando las cosechas y gran parte de Nuevo México era como un terreno de yesca seca. Incendios colosales se propagaban rápidamente por los bosques, oscureciendo el cielo con ceniza, ensuciando el aire y reduciendo su calidad para los que padecen asma y otras enfermedades respiratorias. En algunos días de verano, en Albuquerque se advertía a la población para que mantuviera las ventanas cerradas, por el humo de los incendios cercanos.
En estos días, los grupos comunitarios se están organizando contra los planes para desviar alrededor de 20 millones de galones de agua (unos 75 millones de litros) al día desde el río Grande, destinados a pequeños agricultores en las afueras de Albuquerque, a un gran proyecto de construcción de apartamentos.
Según Moore, siempre hubo un vínculo entre el medio ambiente y la justicia económica, mucho antes de que el Papa señalara esa conexión. En todas esas luchas contra la suciedad del aire y del agua, había un solo principio unificador, según la visión de Moore. La lucha era una cuestión de justicia, no medioambiental.
“Piense en las sustancias químicas: hay 86.000 en el mercado y menos de 200 están reguladas”, explica Moore. Afirma que ha luchado por la justicia medioambiental todos los días. “La Iglesia católica siempre ha sido un poco lenta en lo que respecta a reaccionar ante problemas de justicia social, tanto cuando se trata de alimentos, como de inmigración o represión policial”.
La actual lucha de Moore se centra en la granja orgánica de dos acres (unas 0,8 hectáreas) que funciona como huerto comunitario y en la que se cultivan lechugas, espinacas, guisantes, cebollas, rúcula, rábanos y col rizada.
Estos pequeños terrenos son muy habituales en los extremos de Albuquerque y otras ciudades y recuerdan que Nuevo México sigue siendo esencialmente un estado rural. En algunas casas del barrio de Moore se ven chiles secándose en el porche. La granja de Moore, organizada por Los Jardines o institutos de jardines, suministra productos a unas 100 familias, que trabajan como voluntarias en la granja, así como a restaurantes.
En los últimos años, ha observado un incremento en los efectos del cambio climático en tiempo real. La primavera pasada, perdió cientos de plantones por una plaga de saltamontes. Moore echaba la culpa al invierno tan suave. Normalmente, las bajas temperaturas de diciembre y enero habrían bastado para acabar con las plagas. Pero este año arrasaron con todo un invernadero de tomates.
Moore comenta que se alegra de que el Papa haya comprometido a toda la Iglesia católica para luchar contra el cambio climático, pero no confiaba totalmente en que el resultado fuera en beneficio de las personas por las que ha luchado toda su vida.
“Que el Papa haya alzado la voz para plantear estos asuntos es muy importante para el trabajo que realizamos, pero debemos ser prudentes”, comenta. “Los líderes y directivos de las empresas irán el domingo a misa, pero el lunes, volverán a las oficinas y seguirán haciendo lo mismo”.
Medio ambiente o economía
Juan Reynosa, un activista del Southwest Organising Project, creció a la sombra del poder industrial, en la pequeña población de Hobbs, al sur de Nuevo México. Hobbs, una población conservadora y muy católica cerca de la frontera con Texas, constituye un centro neurálgico del sector petrolero. El padre de Reynosa era conductor de camiones en un yacimiento petrolífero.
Tras ocho o nueve años como organizador, Reynosa decía que aún le resultaba difícil entablar una conversación sobre el medio ambiente en su ciudad natal sin que le acusaran de arruinar la economía.
Con la intervención del Papa, esperaba que los curas que se habían mantenido en silencio sobre el medio ambiente se animaran a ser más activos.
“Si hubiera una gran cuestión medioambiental en Nuevo México sobre la que opinara la archidiócesis, cambiaría la conversación de la noche a la mañana. Hablemos de cómo el sector del gas y del petróleo podría ser más seguro, cómo podría tratar mejor a las comunidades”, explicaba.
Cada vez que Reynosa habla sobre salud pública o la calidad del aire y del agua, los oponentes respondían y le acusaban de sacrificar los puestos de trabajo por proteger el medio ambiente. “La gente intenta sobrevivir, pero también sienten que se arriesgan si son francos. Tener a Dios o como quieras llamarlo de tu parte puede ser un gran impulso”, decía. “No solo soy yo, un organizador cualquiera. Hablamos de una persona con mucho poder en todo el mundo. Realmente marca la diferencia, sobre todo cuando hay políticos que dicen justo lo contrario”.
El ejemplo perfecto sería Susana Martínez, la gobernadora de Nuevo México. La republicana Martínez hizo historia en el año 2010, cuando fue elegida como primera gobernadora latina del país. En esa misma época, planteó al diario Político sus dudas acerca de que la actividad humana fuera la responsable del cambio climático.
La defensa por parte de los sacerdotes católicos en EE UU sobre la acción contra el cambio climático podría acabar creando la masa crítica de apoyo público necesaria para instar a los líderes políticos a que emprendan acciones audaces
Martínez dio marcha atrás en varias de las medidas medioambientales introducidas por Bill Richardson, su predecesor demócrata. El año pasado, después de que Martínez fuera reelegida y los republicanos asumieran el poder, los demócratas se encontraban al borde de la desesperación, según Jerry Ortiz y Pino, miembro del Senado estatal.
Al igual que en una serie de estados del Oeste, el trabajo de una autoridad estatal elegida es a tiempo parcial y por una remuneración modesta, por eso tantos representantes de Nuevo México son lo que se denomina "políticos caballeros": abogados, rancheros o empresarios petroleros con recursos independientes.
Resulta difícil sobrestimar la importancia del sector del gas y el petróleo en Nuevo México. En la cuenca del río San Juan, al norte del país, las instalaciones de gas y petróleo se extienden por 10.000 millas cuadradas (unos 25.900 kilómetros cuadrados) de meseta, cañón y desierto.
Hay tantos escapes de metano procedentes de esos 40.000 pozos fracturados, que se puede observar desde el espacio una gran nube contaminación de carbono.
Los cánones del gas y el petróleo abastecen el fondo estatal permanente de 14.000 millones de dólares con los que se pagan los colegios públicos. Otros pagos e impuestos financian las reparaciones de las carreteras y otros elementos del presupuesto. El gas y el petróleo también pagan los productos culturales, desde universidades a museos, según un informe del año pasado del New Mexico Tax Research Institute.
Teniendo en cuenta estos recursos, es fácil comprender por qué los activistas llevan perdiendo tantas batallas. El pasado mes de enero, los tribunales acabaron con una iniciativa para limitar la fracturación hidráulica en un condado rural al noroeste de Santa Fe. Unos meses después, la legislatura estatal votó para ampliar los créditos fiscales para las instalaciones de energía solar hasta 2020. Pero Martínez no llegó a firmar el proyecto de ley antes del final de la sesión de la legislatura en junio y la medida expiró; a finales del año que viene dejarán de concederse los créditos fiscales.
Los líderes y directivos de las empresas irán el domingo a misa, pero el lunes, volverán a las oficinas y seguirán haciendo lo mismo”
De igual modo, frustraron una campaña para convertir una central eléctrica accionada con carbón y famosa por producir niebla tóxica en la zona denominada Four Corners (intersección de las fronteras de Colorado, Nuevo México, Arizona y Utah) en una planta de energía limpia, cuando la empresa estatal optó por dejar de utilizar las antiguas unidades contaminantes, pero las sustituyó por nuevas instalaciones de carbón.
Mucho antes de la carta pastoral del papa Francisco, la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos apoyó las normas sobre centrales limpias de Obama. Los trabajadores de la Iglesia católica presionaron a empresas como Exxon para que tuvieran en cuenta el cambio climático en sus planes futuros y a las centrales eléctricas para que sustituyeran el carbón por combustibles más limpios. Otros pontífices anteriores, entre ellos el papa Benedicto, también hablaron sobre el cambio climático.
La hermana Joan Brown, que creció en una granja en Kansas y ha pasado los últimos 40 años en el sudoeste, participó activamente en muchas de esas iniciativas, junto a Interfaith Power and Light, un grupo religioso que lucha contra el calentamiento global.
En septiembre del año pasado, cuando se concentraron 400.000 personas en una manifestación histórica sobre el clima en Nueva York, la hermana y otras personas organizaron una marcha en Albuquerque, en la que se detenían en varios puntos a lo largo de la ruta: iglesias con paneles solares, patios de colegios con huertos comunitarios, hogares eficientes energéticamente, cualquier cosa para demostrar a la gente que podían actuar para luchar contra el cambio climático en sus rutinas diarias.
Pero jamás ha surgido una movilización tan grande como la que se está generando con el Papa. Gracias al mensaje del papa Francisco, los jóvenes se están implicando.
“Jamás había visto algo así en la comunidad de la fe ni en ningún otro ámbito”, afirmaba la hermana. “Sencillamente no había visto este entusiasmo. Es como mirar hacia una nueva luz”.
Traducido por Sara Fernández - VoxEurop
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