El balance de las Conferencias del Clima, desde 2009 en Copenhague hasta 2014 en Lima, ha sido paradójico; mientras han crecido a mayor velocidad las emisiones, se ha asentado el convencimiento de que, con las políticas actuales, la temperatura del planeta duplicará los 2ºC antes de lo previsto. Los riesgos del clima crecen en la misma medida que la complacencia con que se sostiene la economía de los combustibles fósiles.
Afrontar los impactos del cambio climático requiere compromisos creíbles para ser cumplidos. Antes de la cita de París se han lanzado iniciativas que adolecen de la misma falta de credibilidad que las de anteriores cumbres.
La propuesta de Obama de reducir un 32% las emisiones del sector energético en 2030 no la va a aplicar él sino el presidente que le suceda y con mayoría republicana. Mientras tanto, mantiene el impulso al fracking y autoriza la explotación de hidrocarburos en el Ártico y Alaska.
China ha manifestado a la ONU la intención de reducir sus emisiones a partir de 2030. El crecimiento de la economía china está asociado a la más alta contaminación y las dudas que ensombrecen dicho crecimiento hacen pensar que para 2030 los impactos climáticos serán gigantescos e irreversibles.
Europa ha propuesto reformar las deficiencias de su mercado de derechos de emisión para alcanzar el 40% de reducción de CO2 en 2030; pero basa su seguridad energética en sustituir el gas ruso por más gas del Asia Central. El Vicepresidente de la Comisión Europea, Maros Sefcovic, ha manifestado que no se sancionará el incumplimiento por los gobiernos de los objetivos de energía y clima. La UE tampoco ha aclarado cómo protegerá su política ambiental en el futuro tratado comercial (TTIP) con EEUU.
Alemania introdujo el cambio climático en la agenda del G-7 que abogó por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 40% y un 70% para 2050. Debo señalar que la verdadera intención de Alemania, que ha introducido en su planificación un objetivo de reducción del 90% de CO2, es impulsar la economía verde como apoyo a su industria y a sus exportaciones. Sin duda, representa una posición de liderazgo.
Sin embargo, la actitud más frecuente para enfrentarse al cambio climático ha sido el “Sí, pero ahora no”, dando el plazo de 2020 por perdido. La ortodoxia económica todavía no ha aceptado que lo caro no es el CO2 sino los impactos de un calentamiento por encima de los 2ºC. La política del cambio climático debe pasar al modelo de ACTUAR YA, para anticiparse a futuras crisis por el descontrol de las emisiones.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha publicado que los países del G-20 destinan cada año 5,4 billones de dólares en ayudas al carbón, al gas y al petróleo. Su eliminación reduciría las emisiones de CO2 en un 20% y produciría un ahorro equivalente al 3,8% del PIB mundial por el menor uso de combustibles fósiles. Nicholas Stern ha estimado que controlar el aumento de la temperatura hasta 2ºC exigirá una inversión anual del 2% del PIB mundial. Las cuentas salen.
El gran cambio de esta década es que disponemos de tecnologías viables económicamente para controlar el clima. En 2014 las emisiones de CO2 se han estabilizado por primera vez en 40 años a pesar de que el PIB mundial creció un 3%. Este progreso se debe a la mayor eficiencia energética y al crecimiento de la inversión renovable. Europa ha reducido un 7% sus emisiones desde 2005 por la mayor producción renovable. Más del 50% de la nueva generación en todo el mundo es renovable.
La Agencia Internacional de la Energía, en su informe Energía y Cambio Climático, ha propuesto una estrategia “puente” hacia un mix energético descarbonizado solo con tecnologías de probada eficacia: la eficiencia energética en la industria, la edificación y el transporte y una inversión en renovables que duplique la actual, hasta 400.000 M€ en 2030.
Desde 1990, la fotovoltaica ha crecido a una tasa media anual del 44% y la eólica del 27%. Las renovables alcanzarán una cuota global del 38% para 2030. Su mayor flexibilidad, rapidez de aplicación y de maduración las convierte en la energía más competitiva. No obstante, serán las políticas de eficiencia energética las determinantes para enfrentarse al cambio climático. Cuanto mayores sean los objetivos de ahorro de energía mayor será la cuota de renovables y mayores las emisiones de CO2 evitadas.
Las prospectivas de emisiones de CO2 para España, como la que ha realizado PWC, indican que hasta 2012 han aumentado un 29% sobre 1990 y que con las políticas actuales crecerán hasta el 72% y 83% en 2033, suponiendo que el PIB crezca entre un 1,6% y 2,5%. Únicamente con medidas adicionales se podrán alcanzar reducciones del 7% y 17%. Para que España entre en la senda de una economía baja en CO2 deberá multiplicar un 150% la potencia renovable, de 33 GW a 83 GW, cerrar centrales térmicas y establecer un objetivo del 30% de eficiencia energética a través de la edificación de consumo casi nulo y la electrificación del transporte.
Controlar el calentamiento del planeta exige transformar la economía de los hidrocarburos supeditando la energía a los objetivos climáticos. Ese sería el objetivo final de una nueva gobernanza del cambio climático que respondería a las siguientes claves:
- Supeditar la política económica y energética a los objetivos de cambio climático.
- Cumplir los compromisos internacionales y fijar objetivos más elevados de reducción de emisiones y de eficiencia energética.
- La energía ha de ser competencia de medio ambiente y la ecocondicionalidad norma para todas las administraciones.
- Establecer un regulador independiente para el medio ambiente que supervise tanto los objetivos climáticos como las normas para cumplirlos y su aplicación.
Para la adaptación al cambio climático es imprescindible una restructuración de las ciudades y del transporte, con la condición de que la calidad de vida no esté asociada al mayor consumo de energía, y que los modelos de negocio energético se transformen en modelos de negocio sin CO2 y sin contaminación atmosférica.
La publicación Las 4 claves para la gobernanza del cambio climático es contenido original de Javier García Breva.
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