Llevó años plantearlos, acordarlos, redactarlos, aprobarlos y finalmente ratificarlos, pero se logró. El mundo ya tiene 17 Objetivos para el desarrollo sostenible (ODS) desde septiembre de 2015, con sus 169 metas que abarcan desde la protección de los océanos hasta la erradicación del hambre y la pobreza, pasando por la reducción de los muertos en carretera o el paro juvenil. ¿Y ahora qué? Los 193 países de las Naciones Unidas que suscribieron el inmenso documento están llamados a cumplir con esta agenda en 2030, pero antes de ponerse manos a la obra dentro y fuera de sus fronteras, según se requiera, parece que todavía queda mucho, muchísimo por decidir y mucho papel en modo informe que producir.
“A finales de marzo se tienen que aprobar los indicadores”, señala Marta Pedrajas, asesora de políticas en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Se refiere a la selección de datos estadísticos –emisiones de gases efecto invernadero, porcentaje de niños escolarizados o número de médicos por x habitantes– que servirán para medir el progreso de cada Objetivo con sus correspondientes metas. “Los propuestos son 231, pero 80 tienen asterisco, lo que quiere decir que requieren revisión”, apostilla. “Solo un 45% se podrían empezar a implementar desde un primer momento”, apunta Eva del Hoyo, vocal asesora de gabinete de la Secretaría General de Cooperación Internacional para el Desarrollo (SGCID) de España.
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Este proceso para decidir los indicadores globales, fundamentales para arrancar la puesta en marcha de la llamada Agenda 2030, revela la complejidad de la misma. De lo dicho al hecho, queda un trecho. Del papel al terreno, más. “Hay mucha confusión sobre qué hay que hacer con lo que tenemos. El documento es poco claro, es un monstruo que solo unos pocos en Nueva York entienden”, comenta Jan Vandemoortele, considerado padre de los Objetivos del Milenio, predecesores de los actuales ODS y muy crítico con estos últimos. “Es tan amplia que hay peligro de que se convierta en inoperante”, coincide Gonzalo Fanjul, investigador y activista contra la pobreza impulsor de la organización PorCausa y creador del blog 3500 Millones.
Para Mario Rodríguez Vargas, director de Greenpeace España y miembro de la Red Española de Desarrollo Sostenible (REDS), el principal escollo es la ambigüedad. “Cuando dice que hay que aumentar sustancialmente el porcentaje de energía obtenido de fuentes renovables, ¿qué quiere decir sustancialmente? Algunos países pensarán que un 10% y otros que el 100%”, se queja. Y ese dato, indicador por indicador, todavía está por decidir en cada país. Otro proceso paralelo. Otro capítulo sin cerrar.
A finales de marzo se tienen que aprobar los indicadores. Los propuestos son 231, pero 80 tienen asterisco, requieren revisiónMARTA PEDRAJAS, PNUD
El riesgo de que tanto documento quede en papel mojado es elevado, advierten algunos expertos. Además de las amenazas mencionadas, ligadas a la amplitud y ambigüedad de la agenda, hay otras muchas en el camino: desde la tentación de sobreproducir informes mientras el tiempo pasa, hasta la incomprensión del carácter universal de la misma por parte de los gobiernos y políticos.
“No es solo cosa de países pobres”, recuerda Vandemoortele. “Pero el diálogo sigue siendo el mismo que antes en las economías avanzadas, el de la ayuda al desarrollo. Es antiguo”, añade en una conversación telefónica desde Bélgica. Ya no se trata de una hoja de ruta para el Tercer Mundo en la que el Norte ayuda al Sur, pero costará que los ricos asuman que también les afecta y tendrán que tomar sus propias medidas para alcanzar sus retos, si es que lo hacen, remacha escéptico el especialista.
En España hay claros ejemplos de esta confusión. Uno muy reciente en el acuerdo de gobierno entre PSOE y Ciudadanos en el que ambos partidos no solo equivocan los actuales ODS con los ODM ya extintos, sino que vinculan su compromiso con los mismos a la política exterior de ayuda al desarrollo. Los programas electorales con los que concurrían todas las formaciones a las pasadas elecciones generales del pasado 20 de diciembre adolecían del mismo error, según el análisis de Polétika, un proyecto de varias ONG para vigilar la acción política en relación a los asuntos sociales. “Todos mencionaban la agenda en el apartado de Cooperación Internacional”, anota Lara Contreras, responsable de relaciones institucionales de Oxfam Intermón. “Vamos a tener que presionar mucho, la agenda claramente no está en la cabeza de los gobernantes”, vaticina Rodríguez (Greenpeace).
El riesgo de que tanto documento quede en papel mojado es elevado, advierten algunos expertos
De momento, el salto desde los ruedos internacionales a la arena nacional se va a hacer esperar en la mayoría de países. En España, quizá más, debido a que el Gobierno en funciones tiene limitadas determinadas decisiones. “¿Podéis imaginar que los parlamentos nacionales se dieran cuenta de que los acuerdos internacionales son buenos para su país? Lo interesante es que la línea nacional e internacional se ha disuelto. Y, por ejemplo, la reducción de la pobreza nacional está relacionada con la paz global. Cuando consigamos que los Objetivos se implementen en el terreno, se lleven al plano real, habremos llegado a casa”, expuso Jan Eliasson, vicesecretario general de la ONU en la Cumbre de Gobiernos celebrada en Dubai a principios de febrero.
Más tarde o temprano, hay consenso entre diversas fuentes consultadas, en que para llegar a ese punto que imagina Eliasson los países deberán seleccionar sus ocho, 10 o 12 —según a quién se pregunte— grandes retos prioritarios a cumplir y en qué medida y porcentaje se comprometen. La Agenda entera con sus 17 Objetivos, 169 metas y más de 200 indicadores es inabarcable, dicen. Después, los mandatarios deberán aprobar políticas encaminadas a conseguir lo prometido y medir los resultados de sus decisiones y acciones.
Para ello, será necesario crear registros y departamentos de estadística allí donde no existan —una revolución de datos, se dice— así como una arquitectura institucional encargada de coordinar y controlar en el nivel nacional la implementación. En este sentido, Colombia lidera el proceso de diseño y prueba de un sistema. En España, varias voces y entidades han sugerido la creación de un ministerio o vicepresidencia de desarrollo sostenible que se encargue de alinear el trabajo de los ministerios implicados con los ODS y realizar el seguimiento.
Otro proceso. Más etapas, informes y reuniones
El calendario está plagado de citas de despacho. “Muy importante será la de julio del High Level Political Forum (HLPF) en Nueva York, que es el foro clave para el seguimiento anual de la agenda 2030. Esta de 2016 es la primera que se celebra con los ODS aprobados, será un banco de prueba para las siguientes que se realizarán cada cuatro años. Ya hay 14 países voluntarios para presentar un informe nacional (National Review), entre ellos Francia y Alemania, detalla Pedrajas.
¿Podéis imaginar que los parlamentos nacionales se dieran cuenta de que los acuerdos internacionales son buenos para su país?JAN ELIASSON, VICESECRETARIO GENERAL DE LA ONU
He aquí que nos encontramos con el hecho de que unos países ya elaboran informes nacionales de progreso y otros ya han creado sus instituciones, aunque aún faltan semanas para la aprobación de los indicadores de medición globales y muchos meses para los nacionales. Cuanto más, para la presentación de los resultados anualmente que serán una suerte de auto auditoría. Todo a medida y elección de cada país. Todo voluntario. “Me pregunto si la ONU será capaz, como hace el Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE, de publicar una evaluación del grado de cumplimiento de los compromisos en un país como España”, reflexiona Gonzalo Fanjul.
Rodríguez, de Greenpeace y REDS, lo tiene claro: no cree que los ODS vayan a impregnar la acción de un Gobierno en España, sino al revés. “Será la acción de gobierno la que se encaje en la agenda”, explica. En su opinión, se seguirán tomando decisiones independientemente de lo acordado y se observará cuando toque qué se ha cumplido y eso será lo que se exponga como conseguido. “Es tan amplia que, además, es posible que los gobiernos jueguen al regate y elijan solo unas pocas metas para cumplir”, abunda Fanjul. Un riesgo que también observa Kathy Calvin, presidenta de la UN Foundation: “Puede ser que cada país haga su agenda solo con lo que quiere y sabe que va a lograr”. Pero es optimista. No cree tal actitud vaya a ser la más generalizada pues hay muchos observadores vigilando, desde ONG, organismos supranacionales, los medios de comunicación e incluso unos países a otros, menciona en una conversación con PlanetaFuturo/EL PAÍS durante la Cumbre de Gobiernos de Dubai a la que acudió para difundir la importancia de los nuevos ODS.
Así es. Para forzar la acción, contra el inmovilismo y la complacencia, “el trabajo de la sociedad civil va a ser imprescindible”, estima Fanjul, quien también edita el blog 3500 Millones, muy activo en estos menesteres. “Nosotros no vamos a esperar a que el Gobierno de turno nos diga lo que va a hacer, sino que les vamos a exigir que cumplan”, asegura el director de Greenpeace. “Al final siempre es la sociedad civil la que tiene que ser proactiva, es lo que hay. De abajo arriba y no al revés”, añade. Rodríguez subraya que la agenda, pese a su formulación ambigua y compleja, tendrá una utilidad: que las ONG hagan campañas. “Es un espaldarazo para las organizaciones, refuerza nuestras reclamaciones”, afirma.
Oxfam Intermón y Unicef han ido un paso más allá, al menos, en España. Mientras Nueva York se llenaba de mandatarios, diplomáticos y prensa de todo el mundo para la ratificación de los 17 ODS el pasado septiembre, estas entidades presentaban una propuesta de indicadores para España. Dos ejemplos. Medir la desigualdad con el índice de Palma —la relación de ingresos del 10% más rico de la sociedad comparado con el del 40% más pobre (cuanto más bajo, más equitativa es una comunidad)— y reducirlo del 1,36 que marcaba en 2014 a menos de 1,00 en 2030. Otro: reducir el desperdicio anual de alimento de los 7,7 millones de toneladas en 2010 a 3,3 millones de toneladas en 2020. Lara Contreras, de Oxfam, avisa: “Mediremos anualmente el progreso de España con nuestros propios marcadores”.
“Ya hemos mantenido reuniones con el Instituto Nacional de Estadística (INE)para plantearles los retos de la medición de la agenda”, asevera María Larrea subdirectora adjunta de la Secretaría General de Cooperación (SGCID). Pero hasta que un nuevo Ejecutivo tome las riendas, España no pondrá en marcha su maquinaria para decidir sus indicadores. ¿Cuánto reduciremos la desigualdad económica? ¿Qué proporción de mujeres queremos en el Parlamento? ¿Qué tasa de hogares con electricidad consideramos adecuada para considerar que aseguramos el acceso universal a servicios energéticos asequibles?
Es posible que los gobiernos jueguen al regate y elijan solo unas pocas metas para cumplirGONZALO FANJUL, PORCAUSA Y 3500 MILLONES
La realidad no espera a que terminen las reuniones. Ni aquí, ni en Bangladesh, Estados Unidos, Níger o Guatemala. “Todos estos lentos procesos muestran la falta de voluntad política. Tiene que haber una presión externa, de las organizaciones internacionales, desde la ONU hasta la Comisión Europea o la OCDE, que digan a los países que en cinco a seis meses tienen que seleccionar sus metas nacionales. Pero no veo que nadie ejerza ese liderazgo”, considera Vandemoortele.
“Llevará un año o dos que cada país fije sus prioridades”, estima Boubaker Ben Belhassen, director de la división de Comercio y Mercados de la FAO y responsable del equipo de los ODS de este organismo. Es el tiempo que han calculado en la agencia y tras el cual esperan empezar a recibir peticiones de asistencia para implementar los objetivos relacionados con la alimentación. “Hay ocho que están directamente ligados a nuestro mandato, y 14 en los que podemos contribuir de algún modo. Nos estamos preparando para esa demanda que nos llegará predominantemente de países en desarrollo”, asevera.
También con los ODM se tardó varios años en arrancar, pero se hizo, repiten los más optimistas. Obvian, sin embargo, que la mayoría de objetivos quedaron sin cumplir, si bien se avanzó algo, mucho o bastante en ellos. “15 años no van a ser suficientes en ningún caso. Es posible que haya aspectos de la agenda clásica, como la lucha contra la malaria, que se consigan”, apunta Fanjul. El investigador y divulgador opina, en este sentido, que aquellos primarán sobre otros, hasta el punto de que algunos objetivos serán olvidados. La filantropía y los grandes dinamizadores podrían jugar aquí su papel. “La acción de actores como la Fundación Bill y Melinda Gates pesará mucho. Harán valer sus prioridades. Y, por ejemplo, la reforma del modelo migratorio o acceso a medicamentos esenciales, que son temas radiactivos para los países ricos, van a quedar arrinconados”, detalla.
Nosotros no vamos a esperar a que el Gobierno de turno nos diga lo que va a hacer, sino que les vamos a exigir que cumplanMARIO RODRÍGUEZ, GREENPEACE
¿Y cuáles son las prioridades de la gigante entidad filantrópica? “Lo más inmediato es acabar con la polio”, responde Joe Cerrell, Managing director general de políticas globales de la Fundación Bill y Melinda Gates(organización que apoya medios de comunicación especializados en desarrollo como este desde el que estamos escribiendo esto, Planeta Futuro, y otros como The Guardian Development). “Tenemos motivos para el optimismo, solo se han dado 90 casos en Pakistán y Afganistán. Por eso pensamos que los Emiratos Árabes Unidos pueden ayudarnos a llegar a estos países donde todavía hay niños que necesitan ser vacunados”, detallaba también durante un encuentro con periodistas en el marco de la Cumbre de Gobiernos de Dubai a principios de este mes.
“Acabar con la malaria es el siguiente. Somos el mayor inversor del mundo contra esta enfermedad”, hace notar. ¿Y el resto de ODS? “No vamos a trabajar en los 17, pero sí en los que tenemos más experiencia. Creemos que es un marco bueno para el mundo, pero nosotros nos enfocamos en retos que se pueden medir, en el impacto. Por ejemplo: acabar con enfermedades”, abunda. La educación, la salud global, la agricultura y la igualdad de género serán sus ejes de acción, sobre todo en los 17 países que concentran la mayoría de sus inversiones, concluye el responsable de políticas globales de la Fundación Gates.
Cualquier ayuda alineada con la consecución de los objetivos es bienvenida. “Las estimaciones realizadas por las Naciones Unidas revelan que para conseguir los ODS para 2030, los países en desarrollo necesitarán una inversión de entre 3,3 y 4,5 billones de dólares al año en sectores estratégicos. No solo la ayuda oficial al desarrollo desde Occidente tiene que cubrir esa necesidad”, señalaba Helen Clark, directora al frente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en una entrevista concedida a Planeta Futuro.
“Se necesita una agenda de fiscalidad diferente. Al final se deja la decisión a los países de cuánta ayuda oficial aportarán y a las empresas, que invertirán allí donde crean que van a obtener un beneficio”, lamenta Contreras, de Oxfam Intermón. En este punto, como en los demás, quedan lagunas que rellenar y acuerdos por alcanzar. “Es posible lograr los Objetivos, tenemos la oportunidad de acabar con el hambre, pero necesitamos recursos, ayuda, financiación”, subraya BenBelhassen, de la FAO. España, donde el presupuesto para la cooperación no ha hecho más que caer desde que empezó la crisis, es promotora del Fondo para los ODS, una hucha en la que cualquier donante puede meter dinero. Nació con los remanentes del Fondo de los ODM y una de sus primeras medidas ha sido nombrar embajadores de buena voluntad del PNUD a los cocineros y hermanos Josep y Jordi Roca.
Tienen el mandato de explicarle a la sociedad la nueva Agenda de Desarrollo. Por si quedan dudas, siempre se puede preguntar a la cantante Shakira o al futbolista Messi, a la postre, miembros del grupo de académicos, ministros y eminencias nombrado por el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, para divulgar los ODS.
LA AGENDA DE LAS EMPRESAS
Además de los Estados, grandes fundaciones y las organizaciones de la sociedad civil, el sector privado también tiene responsabilidad en la implementación –como lo ha tenido en el proceso de decisión– de la Agenda 2030. Bastaría quizá con que todas las empresas del mundo respetaran los derechos humanos para lograr un mundo más justo y desarrollado, pero con los Objetivos de Desarrollo Sostenible tienen además una excelente guía para contribuir a construirlo o, al menos, a no estropearlo.
Pacto Mundial de Naciones Unidas (Global Compact) es la iniciativa internacional que promueve implementar (voluntariamente) 10 principios universalmente aceptados relacionados con los derechos humanos, normas laborales, medio ambiente y lucha contra la corrupción a través de programas de responsabilidad social corporativa.
En España, se han unido al club 3.000 organizaciones, de las que 2.200 aproximadamente son empresas, detalla Isabel Garro, directora general de la Red Española del Pacto Mundial. Teniendo en cuenta que en España hay en torno a cuatro millones de entidades susceptibles de adherirse, según sus datos, las firmantes son apenas un 0,075% del total. En el mundo, se han sumado 13.000 organizaciones. “El objetivo para 2020 es llegar a 20.000”, apunta Garro.
¿Cuál es el plan para que estas empresas contribuyan a lograr los ODS en 15 años? Primero toca organizar charlas y encuentros informativos para dar a conocer la agenda y las materias en las que les compete: educación, creación de empleo joven, transparencia y medio ambiente. ¿Y en la práctica? Garro responde: “En una organización, revisar los 17 objetivos y mirar cuáles de ellos afectan a tu negocio, el impacto que tiene en tu cuenta de resultados. O a la inversa, en función de tu actividad adonde, a qué elementos o grupo de personas estoy afectando como empresa”. Y sigue: “A partir de ahí, fijar tus metas. Por ejemplo, reducir tus emisiones o gasto de agua. Y buscar alianzas con universidades, académicos, investigadores, ONG… para conseguir esos objetivos. Y finalmente, decidir si aplicar medidas en la matriz o en las filiales”.
Como ocurre con los países, la rendición de cuentas es voluntaria. “No tenemos un mandato de auditoría”, asevera Garro. “Dependerá de los gobiernos y la sociedad civil”. La vigilancia externa será, de este modo, quien determine si las compañías españolas se aplican en cumplir con los Objetivos como, por ejemplo, la creación de trabajo decente y reducir el paro juvenil. Veremos.
Alejandra Agudo
ELPAIS.com
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