Mucho antes de que los europeos desembarcaran en las costas de América, en 1492, los pueblos indígenas habían cambiado el paisaje de la Amazonia a lo largo de miles de años. Y los efectos de sus actividades definen las características actuales del bosque. Una investigación realizada por Carolina Levis, experta en ecología del Instituto Nacional de la Amazonia (Brasil), y publicada este jueves en la revista Science, demuestra que las especies vegetales que fueron domesticadas por las civilizaciones precolombinas son las más dominantes.
Levis y sus colegas analizaron 1.700 parcelas forestales y más de 4.000 tipos de plantas, de las cuales 85 habían sufrido algún proceso de domesticación por parte de los indígenas. El equipo descubrió que las especies domesticadas tienen cinco veces más probabilidades de ser dominantes que las demás. Los investigadores también observaron que esas especies se concentran más cerca de sitios arqueológicos, incluyendo viviendas precolombinas, terrazas y sitios de arte rupestre.
Las condiciones ambientales explican hasta el 30% de la variación en la abundancia y riqueza de especies domesticadas en las regiones amazónicas, mientras que el impacto causado por las primeras actividades humanas es responsable por el 20% de la variación, según los autores del estudio. Esos resultados sugieren que la influencia de las primeras actividades humanas en la región desempeña un papel importante y duradero en la distribución de especies de plantas, y se podría utilizar para descubrir áreas no identificadas de civilizaciones del pasado. "Nuestro trabajo rompe el paradigma ecológico de que la selva nunca había sido tocada y de que los procesos ambientales eran los únicos que regían la organización del bosque", dice Levis.
Para ella, sus hallazgos plantean un dilema como el del huevo y la gallina: ¿Los humanos enriquecieron el bosque con especies domesticadas o simplemente decidieron vivir cerca de zonas en las que esas plantas eran naturalmente abundantes? La experta cree que el primer escenario es el más probable, debido al hecho de que algunas de esas especies se encontraban en sitios con características diferentes de su nicho ecológico. "La domesticación de plantas en el bosque empezó hace más de 8.000 años. Primero se seleccionaban las plantas con características que podrían ser útiles al hombre y en un segundo momento se hizo la propagación de esas especies. Empezaron a cultivarlas en patios y jardines, a través de un proceso casi intuitivo de selección, similar a lo que ocurrió en Egipto", describe la investigadora.
Algunas de las especies que fueron totalmente domesticadas hoy en día tienen un uso comercial. Es el caso de los frutos silvestres, los diferentes tipos de palmera y el cacao. Este último era nativo de la región oeste de la Amazonia y, gracias a su domesticación, llegó a la América Central.
El misterio de los geoglifos
Además de interferir en la biodiversidad de la Amazonia, los pueblos precolombinos también trabajaron la tierra: construyeron montículos, canales de agua, carreteras y geoglifos. Esos últimos son círculos de 10 metros de ancho por cuatro de profundidad, construidos en el suelo hace 2.000 años. Durante siglos, las enigmáticas estructuras permanecieron ocultas a todos menos a unos pocos arqueólogos. Luego, a partir de la década de ochenta, la deforestación los dejó a la vista y los geoglifos se convirtieron en uno de los principales indicios de que la selva tropical había sido tocada por manos humanas antes de la llegada de los europeos.
Y aunque el verdadero propósito de los geoglifos sigue siendo desconocido, un estudio publicado el pasado febrero indica que esas estructuras —que se extienden por 13.000 kilómetros cuadrados— podrían tener relación con lo que parecen ser prácticas agrícolas sostenibles. Los indígenas "manipularon los bosques de bambú para crear claros y se centraron en árboles con valor económico, tales como palmeras, creando una especie de supermercado prehistórico de los productos forestales útiles", escriben los científicos en la investigación publicada en la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences.
Jennifer Watling, investigadora del Museo de Arqueología y Etnografía de la Universidad de Sao Paulo y principal autora del estudio, sostiene que ese tipo de descubrimiento es importante para combatir la idea de que cualquier actividad humana perjudica la naturaleza. "Hoy en día, la gente destruye el bosque antes de intentar sacarle buen partido, pero los constructores de geoglifos pudieron vivir de él sin destruirlo. Las personas que tratan de encontrar alternativas sostenibles a la utilización moderna de la tierra necesitan usar el conocimiento indígena para lograrlo", afirma.
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