En 2010, un ambicioso proyecto se disponía a revertir el destino del próximo icono de la fauna ibérica en extinguirse en la península: el urogallo cantábrico, esa particular subespecie de gallina gigante —puede alcanzar los 110 centímetros— que, por sus características, nunca debió haber aparecido en los montañosos límites entre Castilla y León, Asturias y Cantabria pero lleva allí desde hace, al menos, dos siglos.
El proyecto LIFE+ Urogallo se extendió hasta finales de 2016 y tuvo una financiación de siete millones de euros. La mitad lo pagó Europa y el resto entre la Fundación Biodiversidad —brazo derecho del Ministerio de Medio Ambiente— y los distintos gobiernos regionales. También empresas como Tragsa e Iberdrola u organizaciones como SEO/Birdlife aportaron recursos económicos y humanos a la salvación del urogallo.
Siete años después, el urogallo ha empeorado su situación, lo que obligó al Gobierno a declarar a la especie en peligro crítico de extinción el pasado mes de julio.
Las críticas hacia el proyecto comenzaron antes incluso de su comienzo, se prolongaron durante su desarrollo pero es ahora, tras constatar la falta de resultados tangibles, cuando las dagas han comenzado a volar sin disimulo. El director del programa LIFE+ Urogallo, Ignacio Torres, da la cara: comparte su decepción por algunos de los resultados, asume que la situación del urogallo es "dramática, más que al inicio del proyecto", pero niega que los siete años de intervenciones sobre el hábitat del urogallo no hayan servido para nada.
"Gracias al proyecto, ahora somos capaces de hacer cosas que en 2010 no éramos capaces", defiende Torres, biólogo y subdirector de la Fundación Biodiversidad, en conversación con Teknautas. "Hemos sentado las bases de la conservación, hemos generado documentos técnicos en aspectos como mejora de hábitat, competición o depredadores, mejoramiento de población, retirada de puestos del medio silvestre..."
Durante esos seis años, se realizaron en la zona diversas iniciativas como parapetar una central eléctrica para proteger a los urogallos del ruido o señalizar vallados ganaderos para que estas aves no colisionaran contra ellos. También se trabajó en 500 metros cuadrados para aumentar la disponibilidad de arándanos.
Los críticos con el proyecto LIFE+ Urogallo Cantábrico apuntan a que todos los problemas posteriores parten de que estas tesis iniciales, sobre la influencia de los arándanos o el ruido en el declive de la especie, no estaban científicamente validadas.
La crítica principal que hacemos al proyecto LIFE+ Urogallo Cantábrico es que no tiene fundamento científico
El proyecto concluyó el 31 de diciembre de 2016. Cuatro meses después, la revista científica de referencia en el tema, 'Grouse News', publicó un artículo de Torres resumiendo los diez principales logros del programa. En el siguiente número de la revista, cinco científicos españoles rebatieron a Torres lamentando el fracaso del proyecto, y denunciando que las estrategias estaban basadas en observaciones anecdóticas o tradiciones, no en evidencias contrastadas.
"La crítica principal que hacemos al proyecto LIFE+ Urogallo Cantábrico es que no tiene fundamento científico", dice a este periódico Rolando Rodríguez, investigador en la Universidad de Exeter y uno de los autores de la réplica. "Si no hay evidencias de que el problema del urogallo esté en los arándanos o en la densidad del bosque, qué sentido tiene abordarlo si no sabemos ni si es un problema".
"Del proyecto no salvaría nada, no he visto ningún resultado que haya servido para mejorar la situación del urogallo cantábrico".
Ambicioso pero irreal
El primer objetivo del proyecto que se envió a Europa en 2009 era contundente: "Resultados esperados: el declive de población del urogallo cántabro será detenido".
Primer problema. Actualmente no sabemos cuántos urogallos quedan en la Cornisa Cantábrica. Según a quién se pregunte, pueden quedar 300, 400 ó 250. En el fondo, todas las estimaciones se basan en que alrededor de 2005, cuando se realizó el último censo, la cifra estaba en unos 500 ejemplares. Todas las estimaciones actuales vienen de aplicar una tasa de pérdida anual de urogallos, las más conservadoras hablan de una pérdida del 3% y otras, de un declive de más del 9% entre un año y el siguiente.
"Posiblemente quedan menos de 300 machos en toda la cordillera", dice Torres. "Se han hecho censos parciales, en los cantaderos, pero uno como el que se va a hacer ahora no se hace desde 2005".
El director del proyecto se refiere a un censo que se realizará a lo largo de 2018, en el marco del post-LIFE y financiado enteramente por el Ministerio de Medio Ambiente. El programa de recuperación del urogallo se desarrolló sobre la incertidumbre de no saber cuántos urogallos hay. No se realizó censo alguno. "Era una acción que no se pudo hacer dentro del proyecto porque la Comisión Europea no la financia, no permite hacer inventario de especies", explica Torres.
La afirmación es matizable, dado que la lista de proyectos LIFE+ financiados por la Comisión Europea arroja uno para realizar un inventario de especies marinas en Lituania, financiado con 784.000 euros, y otro para hacer lo propio con ecosistemas marinos en Letonia. Además, en 2014 citaban la importancia del programa para, entre otras cosas, la "mejora de los inventarios" de especies y ecosistemas. Es más, durante el propio proyecto del urogallo cantábrico se realizaron censos parciales (por tanto, no comparables al de 2005, pero censos) en 180 cantaderos de Castilla y León, Asturias y Cantabria.
Desde la Fundación Biodiversidad puntualizan que el programa europeo sólo financia inventarios marinos, y que el gasto total del LIFE+ Urogallo Cantábrico no fue de siete millones, sino de 5,5.
Intereses cruzados
Poco antes del proyecto, la ONG conservacionista SEO/Birdlife había comenzado a preparar materiales sobre el gran gallo de los bosques cantábricos, llegando a recibir financiación de la Fundación Iberdrola. Con la aparición del proyecto LIFE+ Urogallo Cantábrico, decidieron sumarse aportando incluso el dinero recaudado, unos 500.000 euros. SEO (siglas de la Sociedad Española de Ornitología) se encargó de llevar la comunicación y la divulgación.
El proyecto no ha salido como se esperaba, desgraciadamente, pero en ningún caso ha sido un fraude
"El proyecto no ha salido como se esperaba, desgraciadamente, pero en ningún caso ha sido un fraude", defienden desde la organización ante críticas como las vertidas recientemente hacia ellos por la revista cinegética 'Jara y Sedal', que según SEO/Birdlife mantiene contra ellos una histórica animadversión.
Mientras se sentaban a la mesa con representantes autonómicos para salvar al urogallo, planteaban ciclos de recursos contra estas mismas por la construcción de carreteras o granjas eólicas en zonas sensibles para esta especie. Este año, el Tribunal Supremo confirmó la ilegalidad de tres parques eólicos (Valdesamario, La Espina y Peña del Gato) autorizadas en León sin valorar su impacto sobre las poblaciones de urogallo cantábrico.
La relación negativa entre granjas eólicas y urogallos cantábricos está demostrada, por ejemplo, en este trabajo realizado en 2015 y publicado en 'Bird Conservation International'.
Fuentes de SEO/Birdlife insisten a Teknautas en que el proyecto LIFE+ valió la pena "sólo por haber logrado sacar del cajón la Estrategia para la Conservación del Urogallo Cantábrico en España", una hoja de ruta aprobada en 2004 por la Comisión Nacional de Protección de la Naturaleza.
Al respecto, Torres señala que "hemos hecho todas las acciones que se podían hacer en el marco de esta estrategia nacional de conservación de la especie".
Un conflicto científico que viene de largo
Los documentos técnicos publicados tras el proyecto apuntan a una alta incertidumbre sobre el éxito del mismo y a ciertas lagunas en la gestión.
Sobre el impacto de los depredadores, su autor escribe: "No compensa hacer estudios a medias. Los estudios deben ser abordados solo si hay objetivos claros y una dirección científica solvente".
Otro de los informes, sobre la cría en cautividad: "Por sí sola, puede retrasar la extinción unos años pero no evitarla, a no ser que se liberaran centenares de juveniles al año y que la medida se perpetuara indefinidamente, lo cual no es recomendable y difícilmente justificable desde distintos puntos de vista", como el económico o el ecológico.
Para que la cría en cautividad de urogallos tenga éxito, sería necesario liberar más de 45 polluelos cada año. A lo largo del proyecto LIFE+ Urogallo Cantábrico se consiguió liberar a cinco, de los que cuatro murieron y uno se perdió. Actualmente, el centro de cría de Sobrescobio cuenta con 22 ejemplares.
La intervención que mejores resultados dio fue la de gestionar el hábitat del urogallo (reduciendo la densidad de algunos bosques o priorizando aquellos árboles que le resultan más halagüeños) para facilitar su adaptación al medio. Sin embargo, en las conclusiones se menciona que "en la totalidad de las actuaciones y memoria de obra elaborados no se ha considerado la terminología y normalización planteada en la documentación técnica", así como que "en la ejecución de las diferentes actuaciones no se ha llevado a cabo una dirección facultativa de obra centralizada por parte del LIFE+".
El proyecto del urogallo cantábrico contó con un comité científico. De hecho, Manuel Antonio González, uno de los cinco investigadores críticos que firmaron la réplica en 'Grouse News' formaba parte del mismo al comienzo. "Yo aprecio la crítica constructiva", indica el director del proyecto, "y hemos hablado con los críticos, pero en general sólo nos decían las cosas que no había que hacer, no las que ellos consideraban que había que hacer, porque sobre este tema nadie tiene certezas, a la pregunta de qué harías tú en mi lugar, todos respondían: no sabríamos que hacer", resume Torres.
El papel del comité científico
Desde la dirección del proyecto reiteran que los científicos críticos permanecieron en el comité hasta el final, aportando su visión desde dentro. Algunos de los protagonistas, sin embargo, hablan de un cisma en el que, tras no ser consideradas sus críticas (para ellos, constructivas) se produjo una disolución del comité científico con la salida de la mayoría de los biólogos, "quedando sólo especialistas en manejo forestal sin conocimientos de ecología ni de biología de la conservación".
¿En qué consistieron estas críticas no aceptadas? Según Torres, en una diferencia de enfoque: "Los gestores no nos podemos permitir no hacer nada, un científico sí se lo puede permitir, o se puede permitir diseñar marcas para vallas A, B y C para probar en cuáles hay menos colisiones", explica, "pero los gestores no podemos permitirnos una colisión de urogallo en el tipo de valla A para confirmar que las recomendables son B y C. Además, en el marco del proyecto no se podía hacer investigación".
Colocar señalizaciones en las vallas ganaderas pareció dar buen resultado, aunque sólo pudo retirarse un 7% de las vallas en los hábitat de urogallo.
"Ellos han sido críticos desde el principio diciéndonos que nos teníamos que basar en la ciencia, y en ello hemos estado, pero no había una ciencia nueva que nos dijera qué hacer, no teníamos otras opciones", dice Torres.
Rolando Rodríguez y los otros firmantes proceden de la Universidad de Oviedo, principal núcleo crítico contra el LIFE+ del urogallo. Rodríguez recuerda que se reunieron con Torres alrededor del año 2013. "Vinieron a Asturias y nos pidieron una reunión para comentar qué problemas veíamos con el proyecto, estuvimos bastante rato reunidos y no sirvió de nada, todo siguió exactamente igual". Lanzaron algunas propuestas que no recibieron argumentos concretos en contra pero tampoco fueron nunca aplicadas.
Nos pidieron una reunión para comentar qué problemas veíamos con el proyecto, nos reunimos y no sirvió de nada
Ese mismo año, los socios del proyecto hicieron un viaje a Escocia para ver cómo se estaba resolviendo allí el declive del urogallo. Poco después, el comité científico destacaba "la importancia de seguir los pasos del exitoso LIFE sobre el urogallo desarrollado en Escocia".
Para Rodríguez, sin embargo "el éxito de esas acciones no es tan claro como ellos comentan, para empezar en Escocia se está haciendo con pinos, un tipo de bosque que no tiene nada que ver con el bosque caducifolio de la cornisa, además, ningún artículo científico apoya con solidez lo que se ha hecho en esos otros países".
Ser una subespecie y querer mantener la pureza genética no siempre es fácil. En Polonia, el tipo de urogallo que predomina tiene los mismos genes que otros en el norte de Europa, por lo que la reintroducción se está llevando a cabo con resultados prometedores.
En España eso no es posible, sólo podemos usar el material que ya hay, y cada vez es menor.
La muerte no es el final
En resumen, el urogallo cantábrico lo tiene muy negro: sus poblaciones están fragmentadas y han mermado hasta el punto de que no son sostenibles sin una enorme intervención humana que inyecte docenas de pollitos cada año, elimine a sus depredadores y revierta el cambio climático que está reduciendo su hábitat cada vez más. Además, esa inyección de juveniles tendría que hacerse a partir de un material genético altamente endogámico, con propensión a las malformaciones o a los partos no exitosos.
Una de las pocas certezas que hay sobre el urogallo cantábrico es que, con la tendencia actual, la especie está al borde de la casi-extinción, y que en los próximos 12 años, de aquí a 2030, entrará en una espiral cada vez más acelerada de desaparición hasta quedarse en la mitad de su población actual, último paso antes del colapso.
Pero Torres sigue viendo una oportunidad para recuperar al urogallo cantábrico, e invita a todo el mundo, críticos incluidos, a sumarse a la coalición: "Ahora que han declarado a la especie en peligro crítico de extinción, hemos incrementado al 85% la cofinanciación de proyectos en la convocatoria de ayudas", explica, "si la Universidad de Oviedo u otras quieren probar cosas, ahora va a haber suficiente financiación para apoyar cualquier línea de conservación que sea... positiva".
Un conocido lema en la lucha antifranquista era: "Cuando el urogallo canta, se denuncia y muere, pero el urogallo canta". Puede que 50 años después de aquello, el urogallo empiece a pensarse mejor eso de cantar.
Antonio Villareal
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