El glaciar de Pine Island, en la Antártida, ostenta un dudoso honor: debido a la enorme cantidad de hielo que ha perdido en los últimos decenios, es el principal responsable de la región del aumento global del nivel del mar. Ahora, los científicos han identificado la probable causa de algunos de los desprendimientos más espectaculares que ha experimentado este glaciar, en los que se han creado icebergs varias veces más grandes que Manhattan.
Al parecer, las responsables son algunas crestas de roca sumergidas que de vez en cuando se elevan lo suficiente para golpear el fondo del glaciar. Eso crea pequeñas grietas que crecen y acaban haciendo que se desprendan inmensos trozos de hielo. Pero no todo son malas noticias. Las rocas submarinas también pueden ayudar a estabilizar el glaciar, ya que al rozar contra su superficie inferior lo apuntalan y evitan que avance más rápido hacia el mar.
Jan Erik Arndt, geofísico del Instituto Alfred Wegener-Centro Helmholtz para la Investigación Polar y Marina, en Alemania, y sus colaboradores partieron de Punta Arenas, Chile, en febrero de 2017 a bordo del rompehielos Polarstern. Aproximadamente una semana más tarde llegaron a la bahía de Pine Island, una ensenada llena de icebergs y dominada por el frente del glaciar, de 40 metros de altura. Con ello se proponían descubrir qué era lo que controlaba la estabilidad de esa gran extensión de hielo.
Arndt y sus colaboradores enviaron ondas sonoras desde el casco del Polarstern al interior del agua casi helada. Al medir cuánto tardaban en rebotar en el fondo marino y regresar al barco, pudieron cartografiar cientos de kilómetros cuadrados de la topografía submarina de la bahía. Los investigadores se centraron en una zona que había quedado a la vista tras un desprendimiento reciente del glaciar: una franja del fondo marino que solía estar bajo 400 metros de hielo. «Era una buena oportunidad para ir allí y explorar una región a la que antes no era posible acceder», asegura Arndt.
Arndt y su equipo descubrieron un complejo paisaje submarino en el que, literalmente, sobresalía un elemento: un afloramiento rocoso que, en su punto más alto, se acercaba a 375 metros de la superficie. «Nos sorprendió ver esa enorme cresta», relata Arndt. Los investigadores se percataron de que, en el pasado, aquella roca probablemente había ejercido presión sobre el fondo del glaciar de Pine Island. Lo que les permitió llegar a esta conclusión fue un abultamiento en la superficie del glaciar —lo que los glaciólogos denominan una «arruga»— que aparecía directamente sobre la posición de la cresta en las imágenes de archivo tomadas por satélite. «Hemos visto la huella que dejó la topografía subyacente en la superficie de la plataforma de hielo», explica Arndt. Sin embargo, al presionar contra el hielo, la cresta también actuaba como un freno que impedía que el glaciar avanzara libremente hacia el océano, según la hipótesis de los investigadores. De hecho, sospechan que probablemente llevase anclado de esa manera desde los años cuarenta del siglo pasado.
No obstante, el freno acabaría fallando: el glaciar de Pine Island seguramente perdió el contacto con la cresta en 2006, después de que una corriente de agua más cálida erosionara la parte inferior del glaciar. Fue entonces cuando la arruga desapareció de las imágenes por satélite, según un artículo publicado en junio por los investigadores en la revista Cryosphere (los científicos matizan que es muy posible que un volcán situado bajo el glaciar y descubierto este año también contribuya a la pérdida de hielo). A medida que el glaciar de Pine Island se deslizaba de nuevo hacia el mar, lo más probable es que impactara contra otros elementos rocosos sumergidos e identificados por el Polarstern. Esas colisiones generaron tensiones en el hielo y crearon las grietas kilométricas observadas en las imágenes de 2007 y 2011. Luego, las fisuras crecieron y acabaron produciendo los enormes icebergs.
La topografía del fondo marino reviste una importancia fundamental para la estabilidad de una plataforma de hielo, apunta Richard Alley, experto en geociencia de la Universidad Estatal de Pensilvania que no participó en la investigación. El nuevo estudio, según Alley aborda «una pregunta interesante en un lugar fascinante». Jeremy Bassis, glaciólogo de la Universidad de Michigan, añade que las depresiones y protuberancias que hay en el fondo del océano desempeñan «un papel fundamental a la hora de regular cuándo se romperá el hielo que hay sobre ellas».
A medida que los glaciares se adentran en el agua y se derriten, el nivel del mar aumenta. Eso es una mala noticia para gran parte de la población mundial, ya que cerca del 40 por ciento de las personas viven a menos de cien kilómetros de la costa. Hay algunas ciudades que ya se encuentran por debajo del nivel del mar, como Nueva Orleans. Otras, como Miami, sufren inundaciones frecuentes.
Por ahora, el glaciar de Pine Island se mantiene estable. Su sección norte permanece anclada por una pequeña loma en tierra firme y una gruesa corriente de hielo rodea su cara sur. Pero Arndt y sus colaboradores creen que la situación está a punto de cambiar. A finales del año pasado, observaron una grieta de 30 kilómetros en el glaciar. Probablemente, esa grieta esté marcando el lugar donde se producirá el próximo desprendimiento.
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