La oceanógrafa estadounidense Sylvia Earle, conocida como "la dama de las profundidades", está convencida de que "hay tiempo, pero no mucho" para salvar los océanos, pero también de que la humanidad no puede dejar que el planeta se deteriore más porque su existencia depende de mantener la naturaleza.
Conservación de los océanos
Para esta investigadora, gestora y docente, Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2018, que ha dedicado su vida a la exploración e investigación de los fondos marinos y a la conservación de los océanos, “economía y medio ambiente tienen que ir de la mano” porque para que la gente prospere “hace falta un medio ambiente en buen estado”.
No obstante, ha advertido de que ha llegado el momento de preguntarse si la humanidad será capaz de sobrevivir a los cambios que está provocando en la naturaleza, acelerados en los dos últimos siglos, y si será capaz de estabilizar su deterioro.
Sobre esa necesidad de abordar cambios que permitan revertir el declive de la naturaleza, pero de los mares y océanos especialmente, ha girado la rueda de prensa que Earle (Gibbstown,Nueva Jersey, 1935) ha ofrecido hoy en Oviedo, donde se encuentra para recoger el viernes el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2018.
Autora de numerosos documentales para National Geographic, “la dama de las profundidades” fue distinguida con este galardón por su dedicación, durante más de seis décadas, a la exploración e investigación de los océanos, el conocimiento de los fondos marinos y la conservación integral de los mares, “que se ha convertido en uno de los desafíos medioambientales de nuestro tiempo”.
Cambio climático
A sus 83 años, esta mujer menuda y de modales delicados que en 1988 fue nombrada “Héroe del planeta” por la revista estadounidense “Time”, ha incidido en que es preciso “estar en paz con el mundo natural para defender todo lo que nos interesa”.
En su opinión, no se trata de creer o no en el cambio climático, sino de fijarse en lo obvio, en abrir los ojos y la mente y fijarse en lo que está pasando porque las pruebas del cambio están a nuestro alrededor y “hasta los niños lo pueden ver, al igual que algunos políticos”.
No es cuestión de discutir, ni de políticas de izquierdas o de derechas, sino de recurrir al sentido común, ha afirmado la bióloga marina al ser preguntada sobre los negacionistas del cambio climático o la política del presidente estadounidense Donald Trump.
“Las pruebas del cambio climático están ahí y las podemos ver”, ha afirmado tras recordar que todos vivimos en el mismo planeta, que su futuro dependerá de lo que hagamos o no hagamos en los próximos años y que no se puede dejar que la Tierra se deteriore más.
Los peces también están a merced del cambio climático y el calentamiento de los mares y océanos está afectando a toda la vida que hay en ellos, cambios a lo que hay que sumar la presión humana que ha provocado, a su vez, que los grandes ejemplares de especies como el mero, el atún o el pez espada hayan desaparecido y que en los mercados sólo se vendan ya juveniles.
Declive de los mares
Con más de cien expediciones realizadas por todo el mundo y más de 7.000 horas de buceo en sus investigaciones, esta bióloga marina ha reconocido que estamos siendo “testigos de cambios sin precedentes en las sociedades humanas y el resto de la vida en la Tierra” de la que es responsable la humanidad que, en su opinión, debe marcarse como objetivo estabilizar el declive que está experimentando “y tomar medidas mientras aún haya tiempo”.
Aunque hay información suficiente, la gente sigue sin ser consciente de los problemas que hay de verdad y que, aunque hay que proteger la economía, la salud o la seguridad de las personas, lo más importante es garantizar su propia existencia.
El declive concreto de los mares “es un problema importante que se agravó desde los años año cincuenta”, década en la que la galardonada con el Premio de la Concordia, iniciaba sus inmersiones y una labor de investigación y conocimiento de los fondos marinos.
“Me enamoré del océano cuando me tiró una ola cuando tenía 4 o 5 años”, ha recordado Earle antes de incidir en que, desde entonces, ha sido testigo de cómo han desaparecido arrecifes de coral o el 90 % de los atunes.
Su amor por el mar también le ha llevado a no comer pescado porque considera que no tiene sentido consumir un pez que ha tardado 40 años en crecer cuando se puede comer pollo o vacuno, que crecen mucho más rápidamente y sin consumir tantos recursos.
“Elijo ser parte de la solución”, ha afirmado esta luchadora para recuperar el “paraíso perdido” en el que se han convertido los mares y, aunque ha admitido que no puede decir a las 8.000 millones de personas que habitan el planeta lo que deben comer, sí puede transmitir que ella no lo hace “para mantener la Tierra en mejor estado”. EFEverde
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