Después de pasar un año de encierro, no es difícil observar el aumento de vehículos de reparto en la mayoría de las ciudades del mundo, donde nuevos hábitos y dinámicas de consumo han moldeado el comportamiento del entorno urbano. Hoy por hoy, las compras online siguen creciendo y, según un estudio de eMarketer, se espera que las ventas electrónicas superen los 5.000 millones de dólares en 2022. Más de 4.000 millones de euros.
Tal y como indica el informe The Future of the Last-Mile Ecosystem (El futuro del ecosistema de la última milla) del Foro Económico Mundial, se estima que este modelo de consumo aumentará en un 36% el número de vehículos de reparto en las carreteras de las 100 mayores ciudades del mundo para el año 2030. Y, si se tiene en cuenta que todos estos vehículos queman combustibles fósiles, el estudio asegura que las emisiones aumentarían un 32%. Por consiguiente, el cambio de estos vehículos a transporte eléctrico reduciría las emisiones en un 30% según los niveles actuales, además de reducir los costes en un 25%.
A principios de este año, muchos municipios de los Países Bajos propusieron la prohibición de los vehículos de reparto de combustión fósil en sus ciudades solo admitiendo vehículos de reparto eléctricos; un acuerdo que entrará en vigor a partir de 2025. La ciudad de Tilburg ha sido la primera en firmar este acuerdo y desde el Gobierno neerlandés ya se está trabajando en un plan de logística urbana de emisión cero. Y es que el objetivo de la prohibición de vehículos de combustible fósil en los Países Bajos es muy claro: ahorrar 1 megatón de CO2 al año de aquí a 2030, que equivale al consumo total anual de las emisiones de gas natural de todos los hogares de La Haya y Róterdam juntos.
Como indica el Foro Económico Mundial, la transición a una energía limpia es fundamental para combatir el cambio climático, pero en los últimos cinco años la transición energética se ha estancado. Hoy por hoy, el consumo y la producción de energía contribuyen a dos tercios de las emisiones mundiales, y el 81% del sistema energético mundial sigue basándose en los combustibles fósiles, el mismo porcentaje que hace 30 años.
El Índice de Transición Energética del Foro Económico Mundial muestra que el mayor reto al que se enfrenta la transición energética es la falta de preparación de los mayores emisores del mundo, como la India, China, Estados Unidos y Rusia; en comparación, los 10 países con mayor puntuación desde el punto de vista de su preparación representan solo el 2,6% de las emisiones anuales mundiales. De este modo, se necesitan de manera urgente políticas eficaces, acciones rotundas, así como la cooperación por parte de los distintos sectores para crear un sistema energético mundial más inclusivo, sostenible, asequible y seguro.
En Seres Urbanos ya hemos hablado de las medidas que muchas ciudades están aplicando para combatir la contaminación atmosférica y reducir los vehículos de combustión fósil. Ciudades como Londres han implementado una de las medidas más severas para frenar la contaminación en toda la zona central aplicando dos zonas de bajas emisiones, la LEZ (Low Emission Zone) y la ULEZ (Ultra Low Emission Zone). Del mismo modo, la mayoría de ciudades europeas ya limitan el tráfico rodado en muchas zonas céntricas, prohíben la entrada de los vehículos diésel fabricados antes de 2006 en los núcleos urbanos, se promueven proyectos de peatonalización, así como muchos gobiernos locales barajan la posibilidad de implementar la ciudad de los 15 minutos.
Cabe mencionar que las ciudades son responsables de alrededor del 75% de las emisiones de CO2 derivadas del uso final de la energía del mundo, procediendo gran parte del transporte. Y es que, en el mundo, el transporte representa el 24 % de las emisiones de CO2.
Es evidente que las ciudades están en un proceso de transformación hacia un modelo “inteligente”, donde se tiene en cuenta la sostenibilidad y nuevos modelos de movilidad. Todo esto obliga a que haya una profunda transformación del modelo energético, sustituyendo los combustibles generadores de gases de efecto invernadero por la electrificación de las urbes con energía procedente de fuentes de generación verde.
Por lo tanto, esta energía debe aplicarse correctamente al transporte (tanto público como privado) y al consumo doméstico. Pequeños gestos como la incorporación de puntos de carga para vehículos eléctricos así como un transporte público que funcione con energía verde, la promoción del comercio local o la implementación de carriles bicicleta y aceras son algunas de las acciones más inmediatas. Y, a nivel doméstico, la sustitución de las calderas por bombas de calor o el establecimiento de nuevas rutinas y hábitos (maneras de consumir, movernos, alimentarnos) pueden ayudar significativamente en la mejora de nuestros entornos: más saludables, verdes y sostenibles.
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