Hace tiempo que escuchamos que “no hay planeta B”. Lo que hace unas décadas preocupaba sólo a unas pocas personas, ahora se convierte en tarea prioritaria para la mayoría de los gobiernos de todo el mundo. Nuestro planeta cada vez sufre más daños y están a punto de ser irreversibles. Nos estamos dando cuenta un poco tarde, pero aún hay remedio. Eso sí, hacen falta medidas urgentes. Pero para alcanzar una verdadera justicia climática, hay otras acciones importantes que debemos tomar, y la comunidad cristiana tiene la suerte de contar con un gran material para conocer el estado de la cuestión en las dos encíclicas del papa Francisco: ‘Fratelli Tutti’ y, por supuesto, ‘Laudato Si’.
Pero los problemas medioambientales no se reducen sólo al efecto invernadero, sino que hay un complejo entramado de causas y consecuencias de utilizar de manera desmesurada los recursos de los que disponemos, y es bueno que poco a poco estemos mirando más allá de eso para reparar en las injusticias medioambientales, sociales y económicas que se están creando a raíz de ello. La opción por los pobres que la Acción Católicalleva en su ADN se hace hoy más necesaria que nunca, pero es importante verla desde un prisma diferente al paternalismo que en algunas ocasiones hemos tenido ciertas regiones. La sostenibilidad pasa necesariamente por devolver la dignidad que les ha sido injustamente arrebatada a tantas personas que están sufriendo los daños de estos cambios, casi siempre sin haberlos provocado.
Respeto y cuidado de la creación
Estos días, varias personas de la JEC Internacional estamos asistiendo como delegación a Glasgow, y tratando de aprender más sobre esta crisis que vive el planeta, con intención de trasladar este aprendizaje de vuelta a nuestras regiones. Y en la JEC somos muy de marcar objetivos, porque nuestro sello de estudiantes no nos lo quita nadie, y tenemos que dejarlo claro. Por lo que necesitamos fijar y exigir a los gobiernos y empresas que fijen acciones concretas y medios para lograrlas. El planeta también lo necesita y estamos dispuestas a hacer todo lo posible por poner nuestro granito de arena para cuidar nuestra casa común. La juventud siempre está llamada a marcar el cambio. La JECI nace de los movimientos estudiantiles nacionales de más de 80 países, cuyo núcleo siempre es el grupo de vida, la comunidad de hermanos y hermanas en la fe. Esa comunidad de iguales que se reúnen para crecer, con un compromiso serio para con ellas y la Iglesia, con esa fe que mueve montañas.
Cada vez que voy a estos eventos me doy cuenta de lo mucho que me queda por conocer, de que vuelvo con muchas más preguntas y con pocas respuestas, y que estoy cada vez más interesada en la economía y menos en el economicismo. Pero, sobre todo, de la suerte que tenemos en la JEC de contar con una comunidad tan valiosa y de la gran suerte que supone pertenecer a una Iglesia que mueve y se mueve, constantemente en salida. Porque en ella he aprendido, entre otras muchas lecciones, el valor de la comunidad, el respeto y cuidado de la Creación, la opción por los pobres y la importancia de los procesos. Y está claro que como mejor se sale de una crisis es en comunidad y con compromisos claros.
Debemos aspirar a una transformación radical del sistema económico para alcanzar una justicia climática que pase por la justicia social, pero tampoco podemos dejarles toda laresponsabilidad a las instituciones. En paralelo, es bueno que nos transformemos por dentro, y tratemos de tomar compromisos, por pequeños que sean. Reducir el consumo de productos animales, comprar menos ropa y de mejor calidad, potenciar el consumo local, renovar aparatos electrónicos y electrodomésticos sólo cuando lo necesitemos, utilizar el transporte público o reducir el consumo de plásticos son algunas de las más conocidas. Toda crisis conlleva una serie de oportunidades. ¿Seremos capaces de identificarlas y aprovecharlas?
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