El reto es titánico; nuestro aliado para combatirlo, también. Para alcanzar los objetivos fijados en el acuerdo de París, limitar el calentamiento global por debajo de los 1,5 grados hasta 2150 y así evitar, entre otros efectos catastróficos, un aumento excesivo del nivel medio de los mares, los científicos tienen claro que uno de los grandes retos pasa por eliminar dióxido de carbono de la atmósfera.
¿Cuánto? Un informe de National Academies habla en 2019 de que hacia mediados de siglo deberíamos andar alrededor de las diez gigatoneladas anuales. No es una meta fácil de alcanzar, desde luego. Por eso la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. acaba de publicar un informe de 300 páginas en el que propone echar mano de un aliado igual de enorme: los océanos.
Su propuesta, a grandes rasgos, consiste en potenciar el papel de los mares como “cazadores” de dióxido de carbono. Sobre la mesa ponen media docena de ideas diferentes, todas ambiciosas, con una complejidad técnica considerable, muy costosas, y que no podrían aplicarse sin un intenso debate político y científico previo, pero sirven, como mínimo, para abrir la discusión.
A grandes problemas, grandes aliados
La apuesta de la institución estadounidense, eso sí, va a tiro fijo. Los océanos ya absorben aproximadamente una cuarta parte de las emisiones de CO2 que generan los humanos. La idea ahora es ampliar esa capacidad y completar otras técnicas que se puedan aplicar en tierra para conseguir las conocidas como “emisiones negativas”: el uso de maquinaria capaz de extraerlo del aire, restaurar los humedales costeos o, simplemente, reforzar la extensión forestal.
¿Qué propone la Academia Nacional de Ciencias (NAS)? Su primera sugerencia consiste fertilizar las aguas, agregar nutrientes como fósforo o nitrógeno a la superficie de los océanos para, de ese modo, aumentar la fotosíntesis del fitoplancton e incrementar la absorción de CO2 y la transferencia del carbono a las profundidades. Los expertos estiman que sería una solución "eficaz y escalable".
Otra de sus sugerencias pasa por jugar con la "surgencia" de las aguas de forma artificial: desplazar las profundas, más frías y ricas en nutrientes y CO2, a la superficie. El objetivo vuelve a ser el mismo: estimular el crecimiento del fitoplancton para que atrape el dióxido de carbono de la atmósfera. Las expectativas de los expertos son este caso mucho más moderadas.
Las algas son la clave de la tercera propuesta. La NAS señala las ventajas que ofrecería un "cultivo a gran escala" para transportar carbono a las profundidades de los océanos. El principal reparo vuelven a ser los riesgos ambientales, valorados como "de medios a altos". Algo similar ocurre con la propuesta de recurrir a "procesos electroquímicos" para aumentar la alcalinidad del agua y reforzar así su capacidad de retención de CO2. Los expertos confían en que sería efectivo, pero su coste sería el más elevado de todos y los riesgos sobre el medioambiente, considerables.
Entre el arsenal de soluciones planteadas por la NAS figura también la "protección y recuperación de ecosistemas", como los costeros. Su eficiencia sería menor que la de las soluciones anteriores, pero también lo serían los posibles riesgos ambientales y los beneficios colaterales.
La lista de sugerencias elaborada por los expertos de la NAS se completa con una sexta propuesta que teoriza sobre la "mejora de la alcalinidad del océano" para reforzar las reacciones que absorben el CO2 atmosférico. Los investigadores son optimistas sobre su efecto, pero vuelve a tener un coste: "Riesgos ambientales medios y costos de ampliación de escala medios a altos".
Para que las propuestas no se queden solo en eso, la academia estadounidense aconseja activar un programa de investigación dotado de alrededor de 125 millones de dólares. El objetivo: “Comprender mejor los desafíos generales de los enfoques de eliminación de CO2 basados en los océanos, incluidos los posibles impactos económicos y sociales”. Y lanza un aviso a navegantes para evitar dilaciones que, advierten, ya no nos podemos permitir: “Esta investigación debería comenzar ahora y continuar durante los próximos diez años” para evaluar el potencial de las medidas.
“Las estrategias de eliminación de dióxido de carbono del océano ya están siendo discutidas por científicos, organizaciones no gubernamentales y empresas como posibles estrategias de respuesta climática. En este momento, la sociedad y los legisladores no tienen la información que necesitan para evaluar los impactos y las compensaciones de estas respuestas climáticas”, señala Scott Doney, profesor de la Universidad de Virginia e integrante del comité que ha presentado el informe.
Imágenes | Ah Wei (Lung Wei) y @ S@ndrine (Flickr)
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