El Papa recrudece su batalla contra el neoliberalismo y la globalización. Lo ha certificado con el viaje exprés que ayer por la mañana realizó a Asís. Una escapada de menos de tres horas que le bastó para condenar «una economía que mata» para transformarla en «una economía de la vida» desde «una conversión ecológica» que «pone a los pobres en el centro». El pontífice argentino ejerció ayer de «agitador» de un foro de jóvenes a quienes llamó de forma enérgica a levantarse contra «el carácter gaseoso de las finanzas». Hasta tal punto que les instó a ser «protagonistas del cambio»: «Si alguna vez no tienen nada que decir, al menos hagan ruido».
El pontífice acudió a la localidad italiana para respaldar una iniciativa promovida por empeño personal: «La economía de Francisco». Se trata de un proyecto que busca generar un «lobby» entre los jóvenes católicos expertos en el mundo de las finanzas para que, como, universitarios, emprendedores y «changemakers» ejerzan de embajadores de un nuevo modelo de desarrollo basado en promover la sostenibilidad medioambiental, combatir la miseria y promover un trabajo digno. El momento culmen de la jornada fue la firma de un manifiesto, «El Pacto con los jóvenes», que incluye 12 compromisos elaborados durante este encuentro con participantes de más de cien países que arrancó el jueves para «cambiar un sistema enorme y complejo como la economía mundial».
«Estáis llamados a convertiros en artesanos y constructores de la casa común, una casa común que se va a arruinar», expuso el Papa ante un repleto auditorio Lyrick, que le recibió, interrumpió y despidió entre ovaciones, al más puro estilo Jornada Mundial de la Juventud. Francisco se dirigió a ellos, a la par que dio un tirón de orejas a los políticos. «No podemos esperar a la próxima cumbre internacional: la tierra arde hoy, y es hoy donde debemos cambiar, a todos los niveles», exhortó a estos particulares ‘papaboys’, a quienes no marcó límites en su acción: «No basta con maquillarse, hay que cuestionar el modelo de desarrollo».
La elección de la tierra de san Francisco para este congreso no fue baladí, al que retrató como el emisario de la «fraternidad cósmica», que hoy se traduce en «una economía inspirada en la dimensión profética se expresa hoy en una nueva visión del medio ambiente y de la tierra». Al hilo de esta referencia, comentó que «mientras buscamos salvar el planeta, no podemos descuidar al hombre y a la mujer que sufren». Para el Obispo de Roma, «la contaminación que mata no es solo la del dióxido de carbono, la desigualdad también contamina mortalmente nuestro planeta». Y añadió: «No podemos permitir que las nuevas calamidades ambientales borren de la opinión pública las viejas y siempre presentes calamidades de la injusticia social».
«Necesitamos un cambio rápido y decisivo» que incluye «sacrificios en el estilo de vida», animó al foro, planteando la urgencia de materializar «el principio ético universal –que no nos gusta– de que el daño debe ser reparado: si crecimos abusando del planeta y la atmósfera, hoy debemos aprender a hacerlo». De lo contrario, Jorge Mario advirtió de que «lo contrario, serán nuestros hijos y nietos quienes pagarán la factura, una factura que será demasiado alta e injusta».
Al frente de este congreso juvenil, la mujer con más poder hoy por hoy en la Iglesia, la religiosa salesiana y economista Alessandra Smerilli, secretaria ad interim del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Para esta tarea, el Vaticano también ha fichado a un ‘dream team’ de nueve asesores de reconocido prestigio internacional como la ecofeminista india Vandana Shiva, la creadora del concepto de pobreza multidimensional Sabina Alkire o Jeffrey Sachs, uno de los promotores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU.
No hay que olvidar que las resistencias al pontificado actual, amén de la tradicional oposición curial, provienen fundamentalmente del ámbito estadounidense católicos que promueve un conservadurismo ideológico-doctrinal que se corresponden con unos postulados capitalistas llevados al límite.
Y es que, la crítica de Francisco no se limitó solo a aspectos puramente financieros, sino que alertó de la «hambruna de la felicidad» propiciada por la crisis de la familia, el exceso de consumismo y la soledad. Incluso llegó a condenar la excesiva protección a las mascotas o el hecho de que las mujeres sean despedidas de sus trabajos al quedarse embarazadas. «Hay una insostenibilidad espiritual de nuestro capitalismo», remarcó, presentando una «necesidad urgente de reconstituir este patrimonio espiritual esencial».
Para la reflexión comunitaria, Francisco se despidió con una interrogante: «¿Estamos haciendo lo suficiente para cambiar esta economía, o nos contentamos con pintar una pared cambiando de color, sin cambiar la estructura de la casa?».
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