China se come un tercio de todo el pescado del mundo y, sobre el papel, es la responsable del 15% de todas las pescas del planeta. Pero solo sobre el papel. Desde hace años, los barcos pesqueros del gigante asiático han sido acusados reiteradamente de limpiar los caladeros de medio mundo. Estoy tentado a decir que el océano tiene un problema, pero lo cierto es que quién tiene el problema es China.
China se está comiendo el mar. Con los datos disponibles, todo parece indicar que as flotas pesqueras chinas han invadido aguas territoriales de más de 90 países y están barriendo con los caladeros que están en aguas internacionales. Especialmente con aquellas zonas poco vigiladas. El 80% de todo el pescado que se ha recogido este año en las aguas internacionales frente a países como Argentina, Ecuador o Perú lo ha recogido China. El 80%.
La guerra del pescado. En los últimos meses, eso se ha convertido en una pieza más de las cada vez más tensa relación en el Pacífico. En mayo, Estados Unidos, Japón, Australia y la India pusieron una nueva iniciativa para controlar la pesca ilegal. Y fue una reacción al plan chino de desarrollo pesquero.
Un problema más complicado de lo que parece. No obstante, el plan chino es una consecuencia de algo mucho más serio: un problema estructural que el gigante asiático no es capaz de manejar correctamente. Por un lado, a medida que cada vez más capas de la población china se incorporan a la clase media, la necesidad de pescado (entre otras muchísimas cosas) ha ido en aumento. Ya en 1995, tras 20 años intensivas políticas gubernamentales, el país se había dado cuenta de que no tenía recursos suficientes para hacer frente a ese problema: no iba a poder sostenerla. Y en 1995 no se sabía aún lo que estaba por venir.
Aquel año, las autoridades de Pekín constataron, además, que los esfuerzos por industrializar el país, convertirlo en la fábrica del mundo, habían generado una contaminación sistémica que se traducía en que los caladeros del país estaban muy degradados. Sus esfuerzos se centraron en impulsar la acuacultura y controlar la sobreexplotación de los caladeros, pero la ficción en la que el Gobierno Chino podía controlar realmente lo que ocurría en su país era eso, una ficción. Los distintos planes de desarrollo pesquero del gigante asiático podrían catalogarse casi de ciencia ficción.
¿Cómo nos afecta todo esto? Durante los últimos años hemos hablado mucho sobre cómo la superstición y la medicina tradicional china había impulsado la desaparición de numerosas especies en peligro de extinción. Hablamos de especies bajo un rigurosísimo control de seguridad y, sin embargo, el tamaño del mercado asiático ha sido un factor incontenible.
Pues bien, ahora pensemos qué podría pasar en un entorno (el pesquero) con muy poco control y que esencialmente es legal. Ese es el problema que tenemos que resolver. Occidente, sí; pero también China porque cada vez parece más patente que si no lo hace ella será la mayor afectada.
Una pequeñísima parte del problema. Porque el pesquero es solo una de las muchísimas facetas que tiene el hecho de que cada vez hay más millones de personas incorporándose a estilos de vida intensivos en recursos. Seguramente, ese es el fondo último que late en la retahíla de crisis que estamos atravesando estos años y, quizás por eso, es más preocupante de lo que parece: si no aprendemos a resolverlo, los problemas no dejarán de crecer.
Imagen | Paul Einerhand
No hay comentarios:
Publicar un comentario