«Necesitamos que la fe mueva la montaña del cambio climático. El Everest es la montaña más alta, pero el cambio climático es más grande y pesado. O todo el mundo arrima el hombro o este será un problema irresoluble», con esta metáfora ha dado inicio Víctor Viñuales, director de la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES), a un debate entre distintas comunidades religiosas sobre cómo comunicar el calentamiento global y promover acciones para frenarlo. Un acto en el que, además, se ha presentado el informe Aproximación a la mitigación en las comunidades con fe en España, en el que se recogen las oportunidades que todas las religiones tienen a su alcance para aplicar medidas concretas.
Dicho documento arranca en su prólogo con esta cita de la encíclica Laudato Si’, el texto con el que el Papa Francisco mostró su preocupación por el impacto del ser humano en la Tierra, en el año 2015:
Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.
«No hay ninguna religión en el mundo que ponga como Dios verdadero el dinero»
Una de las conclusiones más esperanzadoras del informe es que representantes de distintas religiones han alzado la voz para alertar sobre el cambio climático. Con esta encíclica, «el Papa Francisco acepta el origen antropogénico del cambio climático y apunta a las soluciones», ha asegurado Carlos Jesús Delgado, de la comisión Diocesana de Ecología Integral del Arzobispado de Madrid. «No hay ninguna religión en el mundo que ponga como Dios verdadero el dinero o el beneficio económico. El dinero no puede ser lo primero, por encima de la salud y el amor, como viene sucediendo», ha añadido Viñuales.
El director de ECODES ha señalado que no hay tiempo que perder porque ya se ha retrasado demasiado la acción climática. Ha destacado que ahora el problema se ha multiplicado y «nos encontramos que tenemos que resolver el aumento de la temperatura del océano, las corrientes marinas, el aumento de temperaturas, la desaparición del Ártico…». Por eso ha pedido a las comunidades religiosas que ayuden a poner en orden las prioridades con palabras y hechos.
«El cambio climático no se percibe como un gran problema todavía», ha lamentado el investigador Rogelio Fernández-Reyes, autor del informe. Sin embargo, se observa un incremento de delegaciones dedicadas a la ecología, en parte gracias a la encíclica del Papa Francisco. Fernández-Reyes ha destacado la necesidad que una comunicación inclusiva y universal para llegar a todas las personas. El estudio asegura que la población creyente aumenta a nivel global y está en torno al 84% (la población española no sigue esta tendencia) y que hay una serie de valores y narrativas similares en todas las cosmovisiones que favorecerían mejoras ambientales. Entre ellas, la referencia a una creación divina que hay que cuidar, la visión de que dependemos de los demás o la necesidad de huir del individualismo. «Lo que nos une es más de lo que nos separa», afirma el académico.
Cuando el Papa presentó su encíclica, explicó que esta no es «verde», sino social. Porque se requiere un cambio en el modelo social y económico, sobre todo en las sociedades de los países más desarrollados. En este sentido, Carlos Jesús Delgado ha asegurado que «debemos trabajar conjuntamente y no apoyar el negacionismo. El representante de la comisión Diocesana de Ecología Integral ha apuntado a la conversión de estilos de vida hacía un menor consumismo «para modificar la industria que dañan los ecosistemas» y a nuevas formas de movilidad menos como iniciativas a emprender.
Simona Perfetti, de Soka Gakkai en España, considera que los cambios individuales serán la palanca para los cambios colectivos. «Sin un cambio verdadero en el corazón, los cambios estructurales no son sostenibles en el tiempo. Y ese espacio individual es el de la religión», ha manifestado la representante de la organización de practicantes laicos del budismo de Nichiren Daishonin. En este sentido, ha reconocido que a menudo se dice que no es justo cargar con toda la responsabilidad a la ciudadanía, cuando las empresas o los gobiernos tienen más peso, pero ha insistido desde los espacios que ofrecen las comunidades religiosas pueden ser un buen punto de partida para procesos de transformación socioeconómica y para la toma de decisiones sobre el cambio climático. «Hay personas que a lo mejor hacen más caso a los sacerdotes, imanes, rabinos, etc., que a los científicos», ha añadido Juan Carlos Ramchandani, sacerdote hindú y presidente de la Federación Hindú de España.
Medidas de las comunidades para mitigar el cambio climático
Los representantes de las distintas creencias también han puesto ejemplos concretos de acciones que se están llevando a cabo en las comunidades. Como la reducción de viajes en la Iglesia católica o el fomento de la comida vegetariana en las creencias budistas o hinduistas. «Se está tratando que los ritos religiosos sean lo menos contaminantes posible, dejando de verter cenizas u objetos a los ríos y que sea todo más ecológico con materiales biodegradables», ha explicado el sacerdote hindú. Fernández-Reyes también ha destacado que se debe fomentar la visión de que la ciencia y la religión se complementan. «La idea de que todo está interrelacionado está muy arraigada en todas las religiones», ha dicho.
Elizabeth Oliveira, investigadora de los pueblos indígenas de Brasil, ha remarcado durante su intervención que no existen soluciones únicas y la necesidad «de pensar soluciones de manera acorde a la situación y cultura de cada país». Lo que si puede ser universal es que «la solución pasa por la comunicación y por la educación». Todos los participantes han valorado muy positivamente este informe y se han animado a construir nuevos espacios de trabajo entre distintas religiones, como ya ocurre en otros países. Simona Perfetti ha citado el ejemplo de Faith for the Climate en el Reino Unido.
El representante de la comisión Diocesana de Ecología Integral ha lanzado una reflexión: «Las comunidades religiosas deben transmitir esperanza». Carlos Jesús Delgado ha indicado que «hace falta más coherencia con nuestras creencias» y que pedidos de reflexión como la Pascua o el Ramadán pueden ser idóneos también para pensar en cómo luchar contra el cambio climático. Delgado también ha señalado que «hay que tener muy en cuenta la biodiversidad y entender el valor de la naturaleza». «Estamos perdiendo la capacidad espiritual que tiene todo ser humano de asombrarse ante la naturaleza. Y admirar la belleza te lleva a la trascendencia, eso en las ciudades resulta difícil y por eso se entorpece nuestra capacidad de acción para proteger algo que no entendemos si no vemos como es la naturaleza».
Este debate pone sobre la mesa que el diálogo interreligioso puede servir para avanzar en una mitigación del cambio climático y alcanzar los mejores escenarios que plantea el IPCC. «Nos va la vida, no del planeta, sino de la humanidad en ello», ha sentenciado Carlos Jesús Delgado. «Necesitamos aumentar la fraternidad entre quienes conviven a la vez que nosotros y con los millones de seres humanos que vendrán detrás de nosotros. Necesitamos las religiones para acabar con la soberbia del ser humano», les ha pedido Víctor Viñuales.
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