Los pavorosos incendios que se han producido en la cornisa cantábrica en los últimos días, en pleno comienzo de la primavera, muestran cuán desalmadas pueden llegar a ser algunas personas en su miserable afán por hacerse de oro aún a costa de destruir el patrimonio natural del que todos nos beneficiamos. Sólo en Asturias, llegaron a estar activos más de un centenar de fuegos en un solo día y, aunque lo fácil es echar la culpa a la sequía, la despoblación e incluso al cambio climático -factores que pueden agravar el riesgo-, la realidad es que la gran mayoría de esos incendios fueron provocados, según las investigaciones policiales. ¿Quién quema nuestros bosques? ¿Y por qué? Quizás una forma de averiguarlo por parte de las autoridades sería hacer un seguimiento exhaustivo de los usos que recibirán esos territorios arrasados cuando el humo se haya extinguido definitivamente y los ciudadanos estén entretenidos con otras informaciones más novedosas. Sin embargo, o detenemos y castigamos a los destructores del medioambiente o su deterioro nos castigará a todos en un momento dado: dañar la Naturaleza, como suele decirse, es escupir al cielo.
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