Lucía Benito.- Madrid.- Los parajes afectados por un incendio forestal tardan entre uno y cinco años en recuperarse pero “un centímetro de suelo fértil, que puede erosionarse en pocos días tras el fuego, necesita 500 años para formarse” y de ahí la importancia de trabajar en la prevención, han señalado a EFE varias técnicas especializadas.
Es el caso de Lourdes Hernández, técnica especialista en incendios forestales de WWF, quien ha insistido en el desafío que representan los grandes incendios forestales de sexta generación, “más violentos e incontrolables” que los conocidos hasta ahora, ya que “pueden arrasar miles de hectáreas en una sola hora” e incluso “poseen la capacidad de modificar las condiciones meteorológicas” de la zona afectada.
Si bien existen ecosistemas adaptados a los incendios “ya que el fuego forma parte de su funcionamiento” y tienen cierta resiliencia al mismo, la actividad humana “también ha ayudado a modificar la frecuencia, intensidad y extensión” de estos siniestros.
España quemada
Según los datos del Sistema Europeo de Información Sobre Incendios Forestales (EFFIS), 2022 fue un ‘annus horribilis’ para España, con más de 300.000 hectáreas quemadas, “y esta situación va a peor por la combinación de una gran cantidad de terrenos secos y altas temperaturas” que caracterizan el verano en la península ibérica, ha apuntado Celia Ojeda Martínez, doctora en Biología y experta en Ciencias Ambientales de Greenpeace.
Entre enero y junio de este mismo año ya se han registrado más de 15 grandes incendios forestales en España, de acuerdo con la información facilitada por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), un grave problema para los ecosistemas españoles, sobre todo, ‘para el bienestar de los suelos”, los grandes olvidados al hacer balance de un incendio.
Tanto Ojeda como Hernández han recordado que el suelo es ”la base de toda posible recuperación o regeneración” en una zona afectada por el fuego por lo que comprobar su estado entra dentro de las primeras estrategias de emergencia que se deben llevar a cabo tras la extinción de las llamas, en lugar de ”centrar toda la atención en volver a plantar” como sucede muchas veces.
Sin un suelo fértil “no puede darse la vida” y los nuevos árboles o plantas que se quiera introducir en el paraje afectado no prosperarán si no se recupera.
Las lluvias caídas en zonas arrasadas por las llamas debilitan las capas desprotegidas del suelo, mientras que el arrastre de ceniza “acaba contaminando aguas subterráneas y ríos”, indica Ojeda.
Las técnicas para gestionar la regeneración “deben contemplar además el impacto del cambio climático” pues “si no se tiene en cuenta esa relación, se corre el riesgo de que la recuperación no sea fructífera” y “muchas Comunidades Autónomas no cumplen esta premisa” aunque “esta comprobado que tenerla en cuenta cambia la virulencia y comportamiento de los incendios”.
A todo ello, añade Hernández, las estrategias también deben brindar ”oportunidades de empleo a la población local y promover actividades económicas para obtener un territorio más vivo y así evitar el abandono”, que es otro de los grandes problemas del mundo rural y un factor que ayuda a que se propaguen los grandes incendios.
“El mundo rural está abandonado y los bosques, mal gestionados”, resumen estas especialistas.
Un punto positivo, recogido por la Ley de Montes, es que tras un incendio de estas características la construcción de cualquier tipo de infraestructura “es inviable” lo que reduce el riesgo de fuegos provocados, ya que prohíbe ”el cambio de uso forestal al menos durante 30 años” así como ”toda actividad incompatible con la regeneración de la cubierta vegetal”. EFEverde
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