Ana López Moreno (Madrid).- La Península Ibérica “es un lugar privilegiado para las abejas”, y en especial para las silvestres que “son las grandes olvidadas al no ser productoras de miel”, pese a que cumplen una función “esencial” para la conservación del medioambiente, asegura el profesor de la Universidad de Salamanca, Félix Torres.
Este taxónomo de himenópteros recuerda que “en el mundo existen unas 22.000 especies de abejas, al menos 1.200 de ellas en España” y su tamaño es variado pues “la más grande mide cinco centímetros y la más pequeña, apenas dos milímetros”, por lo que recomienda emplear una red para observarlas y aprender a diferenciarlas ya que “el cazamariposas no es sinónimo de matar insectos, hay que desmitificar su uso”.
Las silvestres constituyen “el 85 % de las especies de abejas del mundo”, no viven en colmenas puesto que son solitarias y pueden esconderse en cavidades para protegerse de factores adversos como la humedad o los parásitos o bien fabricar sus nidos mediante secreciones glandulares propias -como la saliva y la cera- o materiales externos -como el barro-.
La “parcela” de Villalar
La localidad de Villalar de los Comuneros (Valladolid) alberga precisamente un proyecto “clave” para la conservación de abejas silvestres a través de la recuperación ecológica del entorno, desarrollado por elGrupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA) tras la cesión durante diez años por parte del Ayuntamiento de una parcela, antiguo vertedero.
Este espacio se ha convertido en “un hito para el pueblo” porque en ella “estamos recuperando frutales autóctonos como acerolas, cermeños, melocotón de viña y hasta cinco variedades diferentes de cerezo”, ha precisado Fernando Blanca, responsable de GREFA en la instalación.
El invierno pasado fueron sembradas allí “muchas especies diferentes, incluyendo las semillas para fauna auxiliar” lo que “puede estar evitando que las plagas arrasen con las cosechas” y un ejemplo de ello es que “el guisante de esta parcela no se ha perdido, a diferencia de otros cultivos de la zona afectados por el pulgón”.
Gracias a las bandas multifuncionales que separan unas plantaciones de otras, se ha conseguido incrementar la polinización de las abejas silvestres presentes, “lo que mejora y protege a todo el conjunto del ecosistema”, ha certificado Blanca.
Civillalar: plagas y especies autóctonas
El Centro de Interpretación de la Naturaleza de Villalar (Civillalar), también gestionado por esta organización conservacionista, incluye una novedosa iniciativa de control biológico del topillo campesino, que fue colonizando Castilla y León a través de los cultivos de regadío y causó problemas especialmente importantes en 2007.
“Nunca se había producido una alerta así en la Península Ibérica”, ha certificado Fernando Garcés, coordinador de este proyecto en GREFA, pues además de destrozar las cosechas “el roedor afecta a los rebaños de ovejas y puede ser peligroso para la salud humana al contagiar la tularemia”, una enfermedad bacteriana que causa infecciones graves.
El control biológico de la plaga del topillo en Villalar fue “pionero“ y se basa en el incremento de la densidad de predadores naturales como el zorro, los cernícalos y las lechuzas.
En el caso de las aves, la ONG ha instalado cajas nido, “una por hectárea”, con una ocupación media de un 50 % aunque “cuando hay mucho topillo, la ocupación suele sobrepasar el 90 %“, afirma Garcés.
Ahora, desde Civillalar se está invitando a las instituciones a que apuesten por este tipo de actividades, ya que el uso de rodenticidas químicos “ha sido prohibido debido a los riesgos ambientales que suponen” y por ello promueve las visitas grupales para explicar el control biológico de plagas, un método que puede ser replicable en otros casos. EFEverde
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