Con el gesto de quién trae malas noticias, Lorenzo Álvarez cuenta la situación que atraviesan los corales en México. En las últimas semanas, las altas temperaturas de los océanos han amenazado a estos organismos. Lo más preocupante: el peligro ha durado mucho y se espera que continúe. Este panorama no es exclusivo de las costas mexicanas, en Florida, Colombia, Cuba, El Salvador, Costa Rica, Belice y Panamá, la comunidad científica lleva semanas reportando escenarios similares: corales blanqueados debatiéndose entre la vida y la muerte.
El especialista en ecología y conservación de arrecifes explicó en conferencia virtual que los corales reciben su color y energía de unas algas microscópicas que son sus compañeras simbióticas. Cuando los organismos se estresan, como lo hacen con el calor, interrumpen esta relación y expulsan a sus algas, sin ellas, los corales pierden color y quedan indefensos; su riesgo de morir es alto pues además de no recibir nutrientes, una vez blanqueados, están más expuestos a que la luz del Sol los dañe.
Lorenzo Álvarez y Juan Pablo Carricart trabajan en el Laboratorio de Esclerocronología de Corales Arrecifales del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) ubicado en Puerto Morelos, Quintana Roo. Ambos coinciden en que la situación es el daño más grave que el cambio climático ha hecho a los corales mexicanos. “No existe algo tan drástico como lo que estamos viendo hoy, no existe un precedente en los arrecifes de México, sobre todo en los del Caribe mexicano”, dice Carricart.
“Una colonia de cuatro metros de diámetro y cuatro metros de alto tarda varios cientos de años en alcanzar ese tamaño, crecen unos pocos milímetros anualmente, lo que estamos viendo ahora es muy triste porque estos corales pueden llegar a morir en semanas”, agrega Álvarez.
Los científicos no solo exponen su preocupación por estos organismos, apuntan que será necesario estudiar los daños y exigir a los gobiernos medidas para combatir la crisis climática. No es momento de abandonar a los corales a su suerte. “Queremos continuar peleando nuestra batalla desde la trinchera en que estamos”, enfatiza Álvarez.
Un calor sin precedentes
El mar arde. La Organización Meteorológica Mundial informó que julio fue el período más caliente desde que se tiene registro. Una semana después, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dijo que los efectos del calentamiento global, que alcanza el nivel ebullición global, eran consistentes con las predicciones y advertencias, “la única sorpresa es la velocidad del cambio”.
Los investigadores tienen señales sobre la amenaza inminente. La primera es que debido al cambio climático, las temperaturas actuales de los océanos son anómalas. Esto se observa en datos satelitales generados por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), así como en mediciones locales.
En algunas regiones esta situación se empalma con el patrón climático de El Niño, que entró en acción este año y su efecto produce un mayor calentamiento del océano Pacífico. La NOAA muestra también alertas de blanqueamiento de coral mediante un monitoreo con imágenes satelitales. Alrededor de México y el Caribe la alarma es constante.
El estrés térmico preocupa por dos cosas: su intensidad y su duración. “Lo que estamos viendo en las costas de nuestro país es que en algunos lados la temperatura está subiendo mucho, en otros lados un poco menos, pero todas están por encima de lo que deberían estar. Pero lo que más preocupa es el tiempo que está durando caliente, ya van meses y esto puede durar varias semanas más”.
En relación a las altas temperaturas, los científicos pueden prever daños a los corales contando las semanas de estrés acumulado. Esto funciona así: Álvarez explica que el blanqueamiento empieza luego de cuatro semanas de estrés por temperaturas superiores al máximo promedio, con el doble de tiempo, se espera que empiecen a morir. La circunstancia actual es alarmante porque en el Caribe mexicano nunca se había rebasado las nueve semanas. “Estamos alcanzando las 20 seguidas”.
En el Pacífico mexicano, específicamente en las costas de Huatulco, en el Estado de Oaxaca, los daños son evidentes. Investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana y de la Universidad del Mar indicaron en junio que los corales se empezaron a estresar; en julio observaron grandes extensiones de arrecife blancas. En agosto han registrado muertes masiva de corales.
En Jalisco, Guerrero, Veracruz y Quintana Roo también detectaron blanqueamiento en dichos organismos. En la ciudad de Puerto Morelos, en Quintana Roo, el problema alcanzó a corales que habían reforestado como parte de los esfuerzos para recuperar algunas zonas. Y aunque en general la curva de mortandad no se ha disparado, pues esto toma tiempo, ya observan pérdidas del 20% en las poblaciones de coral.
En el contexto histórico, explica el investigador, en el Caribe se han perdido muchos corales por el desmedido desarrollo costero y la contaminación, así como por eventos de estrés térmico previos y enfermedades que han mermando la salud de los ecosistemas.
El investigador Álvarez Filip, en entrevista para WIRED, menciona que los corales son como los ladrillos del arrecife. De modo que si estos organismos mueren, se pierde el potencial de construcción. “Como una casa abandonada, el proceso que domina es la destrucción”. Álvarez cuenta que ver estos escenarios es devastador. En su experiencia (lleva 15 años estudiando y cuidado corales) uno de los peores eventos que afrontó fue la enfermedad del síndrome blanco. En esa ocasión, "se contaron decenas de miles de cadáveres”.
El primer blanqueamiento masivo ocurrió en 1998 y mató al 8% de los corales del mundo. Luego, entre 2014 y 2016, hubo un nuevo reporte: una de las regiones más dañadas fue la Gran Barrera de Coral, donde el 90% de los corales quedaron blanqueados y el 20% murió. A nivel global se ha identificado que de 2010 a 2020 los registros de blanqueamiento aumentaron en frecuencia e intensidad, y la tendencia va en incremento.
¿Hay algo que podamos hacer?
Según el informe Estado de los arrecifes de coral del mundo: 2020, los arrecifes de coral albergan el 25% de las especies marinas y brindan “protección costera, bienestar, alimentación y seguridad económica de cientos de millones de personas”.
“En el caso del Caribe mexicano son billones de dólares que se generan directa o indirectamente y una gran cantidad de personas, depende directa o indirectamente de sus servicios”, señala el investigador.
La Red Global de Monitoreo de Arrecifes de Coral (GCRMN, por sus siglas en inglés) señala que en la región Pacífico tropical oriental, que incluye nueve países latinos, entre ellos México, hay 780 kilómetros cuadrados de arrecifes de coral. “Billones de corales vivos están bajo un severo riesgo”.
Dado que el cambio climático es la causa de la situación actual. Álvarez considera que habrá que empezar por aceptar responsabilidades. Desde el punto de vista de política pública, indica, corresponde demandar que cualquier proyecto dentro de la administración pública o dentro del sector privado no pase por alto el evitar amenazas que aporten al cambio climático.
Los investigadores apuntan que es elemental planear a futuro y diversificar acciones, “no poner todos los huevos en la misma canasta”. Por eso, hacen un llamado a que quienes invierten en soluciones a que no opten por ideas estridentes que prometan resolver problemas en poco tiempo, con poco trabajo.
“Un esfuerzo grande”, puntualiza Álvarez. Que requiere, en un inicio, personal que documente el número de corales afectados y su grado de impacto. Algo que ya hacen en Puerto Morelos, entre brigadas ciudadanas, la UNAM, personal del parque y la Comisión Nacional de Áreas Protegidas. Sin embargo, en otras zonas afectadas del país falta hacer esto. Algo que esperan identificar es si hay organismos que resistan más que otros y por qué. Pues ese tipo de conocimientos les permitirá diseñar estrategias a futuro.
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