7 de julio de 2021

Ecologistas en Acción advierte de las colisiones “sin precedentes” de aves y murciélagos contra aerogeneradores

 


La ong calcula que las tasas de colisión contra los aerogeneradores de mayor potencia “sin precedentes en España” podrían alcanzar “niveles extraordinariamente altos” de 10 o más aves y de 30 o más quirópteros por aerogenerador al año.

Multiplicando estos datos de mortalidad por “el gran número de instalaciones eólicas” previstas, en torno a 5.000 aerogeneradores de entre 3 y 6 MW, el resultado es “un serio y grave efecto global sobre las poblaciones de muchas especies”, no sólo de las dos analizadas.

El grupo ecologista cita el caso concreto del Gobierno de Navarra, cuyos datos oficiales informan acerca de 89 colisiones de rapaces -80 de ellas, de buitre leonado- en los primeros diez meses de funcionamiento del recientemente construido complejo eólico Cavar, donde funcionan 32 aerogeneradores de 3 MW cada uno. 

También señala lo ocurrido en los parques eólicos de La Nava y Los Cierzos, en la provincia de Zaragoza, con 10 aerogeneradores de 3 MW, donde otras dos organizaciones ambientales -Ansar y Amigos de la Tierra- aseguraron haber detectado 110 colisiones de aves y 297 de murciélagos durante 2020.

Ecologistas en Acción ha solicitado al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico la creación “de un grupo de trabajo específico” encargado de recabar datos de colisión a las Comunidades Autónomas y a las compañías eólicas, así como la evaluación de los proyectos en tramitación actualmente para que fije el uso de aerogeneradores de menor tamaño y potencia y en emplazamientos “menos peligrosos”. EFEverde.

Más de 100 millones de tiburones mueren cada año, según National Geographic

 La muestra, previa a la celebración el 14 de julio del Día Internacional de los Tiburones, se puede visitar del 2 de julio al 15 de agosto y recoge el trabajo de Brian Skerry, biólogo marino, explorador y fotógrafo que cuenta con más de 10.000 horas de exploración submarina.

Más de 100 millones de tiburones mueren cada año

“Sharks by Brian Skerry” (Tiburones por Brian Skerry) muestra cincuenta imágenes y vídeos de este fotógrafo, que lleva trabajando para National Geographic desde 1998, fue elegido Explorador del Año de Rolex National Geographic en 2017 y ha realizado numerosas exploraciones subacuáticas para retratar, entre otras especies, la situación de la foca en Groenlandia o la ballena franca en las Bahamas.

National Geographic intenta transmitir el “grave problema” que supone la situación de algunas especies de tiburón por su caza o sobrepesca: “Cien millones de tiburones mueren todos los años pescados o asesinados, esto hace que los océanos se vean mermados en cuanto a su calidad”, ha asegurado la responsable de marca de National Geographic en España, Cristina Miquel, en la presentación.

Protección de los tiburones y el océano

Imagen de uso editorial cedida por National Geographic de la exposición “Sharks by Brian Skerry” abierta en Madrid. EFE

 

“La exposición nace con la vocación de mostrar que no son esos animales fieros que todos tenemos en el imaginario popular y concienciar de la importancia de los océanos y del tiburón en particular”, asegura a Efe Miquel.

Skerry, en una de las citas que se puede leer en el recorrido de la exposición, da la razón a Miquel: “Creo que cuanto más aprendamos sobre los tiburones, más podremos empatizar con ellos y más podremos trabajar para protegerlos”.

“Los tiburones representan una fuente inagotable de inspiración, una mezcla de elegancia y poderío que me empuja a sumergirme una y otra vez en el mar con la esperanza de ofrecer una nueva interpretación que capture su esencia en todo su esplendor”, afirma Skerry respecto a su trabajo sobre esta especie a la que ya en 2017 dedicó un libro junto a National Geographic.

La exposición, según Miquel, es la primera que realiza National Geographic desde que comenzó la pandemia y la primera vez que visita España (antes estuvo en Estados Unidos y Portugal).

“Esta exposición es otro ejemplo de cómo National Geographic utiliza su potente narrativa para lograr un impacto significativo en las tareas de conservación”, asegura Kathryn Keane, vicepresidenta de Exposiciones de National Geographic.

El mes de los tiburones

La entrada a la muestra es gratuita, para todos los públicos, y ha sido presentada por National Geographic junto a Movistar+ y Disney+.

Coincide con distintos estrenos sobre tiburones en las plataformas de Movistar+ y Disney+, a lo largo de todo el mes de julio, así como documentales que se pasarán los fines de semana en Madrid.

Asimismo, en los canales de National Geographic habrá una programación especial sobre tiburones, con el estreno el 3 de julio del documental del actor y productor australiano “Chris Hemsworth: la playa de los tiburones”, mientras que en Disney+ el 23 de julio se estrenará ‘”Jugando con tiburones”, un repaso por la trayectoria de Valerie Taylor, icono de submarinismo. EFEverde

Bolsas de plástico, de papel y de algodón: ¿cuáles tienen menos impacto ambiental?

 En 2018 el Gobierno de España aprobó un Real Decreto que adaptaba una directiva de la Unión Europa que buscaba reducir el consumo de bolsas de plásticoNos habéis planteado si realmente estas bolsas de plástico son menos ecológicas o sostenibles que las alternativas de papel o de algodón o tela. En resumen: es difícil medir el impacto ambiental al completo de estos productos pero la clave está en la reutilización para reducir la huella ecológica. Os lo explicamos. 

El Real Decreto afirma que las bolsas de plástico porque “producen unos altos niveles de residuos dispersos”,“ suponen un uso ineficaz de los recursos” y “provocan contaminación en el medio ambiente y agravan el problema generalizado de la presencia de residuos en las masas de agua, lo que supone una amenaza para los ecosistemas acuáticos en el ámbito mundial”. El texto legislativo explica que las bolsas de plástico ligeras “se convierten en residuos más rápidamente y tienden a dispersarse como basura con mayor frecuencia debido a su reducido peso” y sus tasas de reciclado actuales son muy bajas (un 41,9% en 2018). 

Hay que aclarar que tanto “el papel como el algodón son productos que se generan en ciclos biológicos que ocurren de modo natural en pocas decenas de años, mientras que el petróleo, la materia prima que utilizamos para el plástico, ha requerido de 300 millones de años” explica a Maldita.esAlberto Vizcaíno, ambientólogo y consultor en sostenibilidad y gestión ambiental.

El maldito Xabier García Casas, graduado en Ingeniería de Materiales y en Física que nos ha donado sus superpoderes para aclarar esta cuestión, señala a Maldita.es que “la medición del impacto ambiental de un producto en el medio ambiente es algo sumamente complicado de evaluar, ya que requiere de un estudio exhaustivo sobre toda la cadena del producto, desde la obtención de las materias primas, el proceso de fabricación, la logística y puesta a disposición del producto, el impacto de su uso, el impacto que genera cuando se convierte en residuo...”. Normalmente el impacto de su uso y que genera una vez acaba como residuo es en lo que se suele pensar cuando hablamos de impacto ambiental, añade García Casas, pero “un estudio de la cuna a la tumba considera infinidad de factores adicionales, e incluso en algunos casos algunos de ellos pueden llegar a ser un tanto subjetivos”.

Para el ingeniero de materiales y físico, lo realmente interesante no es el impacto de las bolsas sino el impacto por su uso, es decir, teniendo en cuenta “cuál es el número de veces que el producto puede cumplir su función para evaluar su impacto por cada uso que se le dé”, aclara García Casas. Al respecto, la Agencia Ambiental de Reino Unido evaluó el ciclo de vida de las bolsas de supermercados en el año 2006 y concluyó que las bolsas de papel deben reusarse al menos tres veces para tener menor impacto en la crisis climática que las bolsas de plástico de polietileno de alta densidad. Para las bolsas de algodón, el número de veces que se deben volver a usar es de 131, según este estudio.

Pero por su parte, Roberto Longueira, experto en gestión de residuos industriales y maldito que nos ha donado sus superpoderes, afirma a Maldita.es que es difícil dar una respuesta porque cree que “nadie ha calculado nunca la huella ecológica real” ya que “el verdadero coste (ecológico principalmente) no lo vamos a pagar nosotros, sino nuestros descendientes”.

Longueira recuerda que la huella ecológica “debe medir absolutamente todo lo necesario para la fabricación, transporte, uso y reciclado de un material u objeto. Todo impacta, porque todo necesita energía, produce emisiones, genera residuos, consume materias primas o necesita mano de obra para producirse, transportarse, etc.” Vizcaíno añade que mecanismos como el de la huella ecológica son indicadores “donde se acota el campo de estudio. Si para el plástico ignoramos que hay que extraerlo de un depósito de combustibles fósiles y que después de su uso se convertirá en emisiones netas de efecto invernadero, no estamos haciendo una comparación justa”. 

Como indica el ambientólogo, a diferencia del papel y del algodón, “no hay un criterio científico y aprobado legalmente para evaluar objetivamente el impacto sobre el entorno del plástico”. También señala que comparar la huella hídrica del cultivo del algodón con la del plástico deja la primera opción como muy mala “como si la extracción del petróleo no implicase la contaminación de agua”.

Por una parte, los costes de producción y transporte de papel y algodón son mayores que los del petróleo y la vida útil de las bolsas de papel es menor que las de plástico, indica el experto en gestión de residuos Roberto Longueira. Para Longueira, “el problema de los plásticos es que el coste real de su producción, transporte e impacto ambiental no es real porque no se valora suficientemente el impacto a futuro, el cambio climático y los costes de mitigación o reparación de sus efectos en el futuro, el impacto actual y futuro de los microplásticos sobre la fauna o la merma en la calidad de vida de las generaciones futuras que muy probablemente ya no tengan acceso a esa vida sencilla y barata que nos ha dado el uso de los plásticos y demás derivados del petróleo para preservar alimentos”. La degradación más rápida del papel y del algodón en comparación con el plástico reduce la huella ecológica de las bolsas de papel y algodón porque “el residuo es de vida corta y son fuentes renovables”.

Coincide con él Alberto Vizcaíno: “Mientras que el papel y el algodón tienen un impacto fundamentalmente visual durante el tiempo en que sus fibras se asimilan en ciclos biológicos por la naturaleza”, los seres vivos no son capaces de descomponer el plástico, “lo que supone un impacto temporalmente infinito en forma de microplásticos que, a su vez, liberan sustancias químicas plastificantes que se acumulan en los ecosistemas y biomagnifican en seres vivos”, es decir, aumenta su concentración con el paso del tiempo en los organismos.

Roberto Longueira señala que las personas deben tomar conciencia “sobre su responsabilidad con la huella que genera también el reciclaje frente a la reutilización” ya que “los procesos de reciclaje tienen muchas limitaciones” porque la separación de plásticos es costosa “si no está clasificado en origen, por lo que la fracción de rechazo es alta y acaba en incineradoras que liberan compuestos químicos al aire o en vertederos donde tardan siglos en descomponerse totalmente”. En cambio, el papel y el cartón “cuenta con su propio contenedor y con un proceso de reciclado único que abarca prácticamente todo lo que entra en el contenedor y por tanto con una tasa de reciclado real muy superior a la del plástico”. Por su parte, el algodón tiene menor tasa efectiva de reciclado pero aunque no entre en el sistema de reciclado, se descompone, aclara el experto.

La opinión de Longueira es que las bolsas de plástico tienen una huella ecológica “muy superior a la de papel y algodón de procedencias sostenibles y que en su mayor parte pagarán otros en un futuro cada vez más próximo”. Para el experto, a corto plazo, en cambio, el uso de bolsas plásticas como las de rafia sintética de manera generalizada junto con la concienciación del usuario para su reutilización y reciclado con sistemas de retorno del residuo que permitiesen su clasificación en origen daría una huella ecológica a corto plazo menor a la de las bolsas de papel y algodón por su durabilidad y capacidad de reciclaje.

Pero a largo plazo, la probabilidad de que el plástico “acabe generando un impacto medioambiental es alta en el suelo, el agua y la fauna” y habría que sumarle “la huella ecológica real que debería tener el petróleo, una materia prima no renovable, con claros efectos climáticos negativos en su extracción y por su uso, transportado miles de kilómetros con el consiguiente riesgo de accidentes”, añade el gestor de residuos. La opción de bolsa con menor impacto depende del uso que se le quiera dar, opina Vizcaíno: “Si no necesitamos un material impermeable, las bolsas de fibras vegetales tienen un menor impacto en términos de salud y de contaminación. Cuanto más reutilizables sean, más se reduce el impacto, al distribuirlo entre el número de veces que las reutilizamos”.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Xabier García Casas, graduado en Ingeniería de Materiales y en Física.
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Primera fecha de publicación de este artículo: 31/05/2021

La basura abandonada afecta a casi todos los espacios naturales de España

 Así lo pone de manifiesto el informe ‘Ciencia LIBERA. Análisis de la contaminación difusa en los espacios naturales’, elaborado por la organización ecologista SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes, empresa gestora de envases, cuyos resultados se han presentado en un encuentro virtual este miércoles.

Basura en áreas de conservación de aves

Imagen cedida por SEO/BirdLIFE. EFE

 

Los investigadores han seleccionado 140 Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA, en su acrónimo en inglés), de las 469 identificadas en España, con una distribución homogénea, tanto por ecosistemas como por regiones.

A partir del análisis de más de 49.000 datos extraídos de más de 2.500 muestras de agua, suelos y sedimentos, el estudio concluye que la presencia de contaminación difusa, la que está asociada en mayor medida al abandono de basura en la naturaleza, es ubicua y podría estar afectando al conjunto del patrimonio natural español.

Contaminantes en suelo, sedimentos y agua

El estudio ha analizado, a nivel químico, la presencia de 119 contaminantes, escogidos por su alto nivel de toxicidad y su potencial efecto negativo sobre hábitats y especies, en aguas, suelos, sedimentos y heces de zorro.

Hasta 94 de las IBA analizadas han sido declaradas Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), dentro de la Red Natura 2000; tres ubicadas en Parques Nacionales (Islas Atlánticas, Cabañeros y Picos de Europa) y 29 en parques naturales, incluyendo Delta de L’Ebre, L’Albufera de Valencia, Doñana y el Mar Menor.

En total, se han analizado 411 muestras de agua, que han dado lugar a 24.249 datos, y 280 muestras entre suelos y sedimentos, que han generado 16.520 datos sobre contaminantes químico-orgánicos.

Además, se ha comprobado la presencia de 31 metales en muestras de sedimentos y suelos de las 140 IBA, generando 4.340 datos por cada tipo de matriz.

En agua, se han encontrado contaminantes en el 97,1 % de las IBA, mientras que tan solo cuatro de los espacios analizados estaban libres de contaminación.

Respecto al suelo, en todas las muestras analizadas -280 en total- se han detectado algún tipo de contaminante y en el caso de las 280 muestras de sedimentos, el perfil de contaminación es similar al de los suelos y, de nuevo, el estudio ha encontrado que de las 140 IBA analizadas, todas tienen presencia de algún tipo de contaminante.

Contaminación difusa en todos los ecosistemas

Imagen cedida por SEO/BirdLIFE. EFE

El responsable del programa de Conservación de Espacios de SEO/BirdLife, Octavio Infante, ha asegurado que “los resultados de este estudio evidencian que, de alguna forma, todos los ecosistemas se ven afectados por la contaminación difusa, siendo sin duda la basuraleza una de las posibles fuentes”.

Según Infante, “los compuestos han sido escogidos por su alto grado de toxicidad, su persistencia en el medio y el riesgo que pueden llegar a suponer para la fauna y la flora, fundamentalmente debido a su posible bioacumulación”.

Asunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLife, ha manifestado que “teníamos claro que era necesario emprender un estudio de estas características en nuestro país para poder contar con una muestra representativa del impacto que supone la basuraleza”.

La basuraleza, “nuestra basura”

“La basuraleza tiene consecuencias, es nuestra basura y es nuestro problema”, ha recalcado Ruiz.

El consejero delegado de Ecoembes, Óscar Martín, ha indicado que “queremos, partiendo de los resultados de este estudio, activar a todos los agentes implicados, públicos y privados, a ser parte de la solución al problema de la basuraleza”.

Este estudio, primer análisis a gran escala realizado para determinar la presencia en el medio natural de este tipo de contaminación, ha sido elaborado por técnicos de SEO/BirdLife en colaboración con el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IDAEA-CSIC) y el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC). EFEverde

Un animal que destruye el planeta también podría ser fundamental para salvarlo

 

El estómago de las vacas podría solucionar nuestros problemas de residuos plásticos.

La producción de carne de vacuno representa actualmente el 3,7% de las emisiones de gases de efecto invernadero sólo en Estados Unidos. Para la FAO, este porcentaje  se eleva a un 20% del total mundial

La Unión Europea busca la manera de hacer que ganaderos y agricultores paguen por los daños que su actividad económica genera sobre el medio ambiente. Deberán pagar un impuesto por las ventosidades de sus reses, por la leche y también por la carne

Pero mientras las vacas pueden estar matando lentamente al planeta, una nueva investigación afirma que el tracto digestivo del ganado puede tener los ingredientes necesarios para ayudarnos a mejorarlo.

Según una investigación publicada en la revista Frontiers in Bioengineering and Biotechnology, los microbios que descomponen los alimentos en el intestino de las vacas podrían ayudar a resolver el enorme problema de los plásticos en el planeta.

Una enorme comunidad microbiana vive en el retículo del rumen y es responsable de la digestión de los alimentos en los animales.

Doris Ribitsch, coautora del estudio, Universidad de Recursos Naturales y Ciencias de la Vida de Viena.

Los intestinos de las vacas, como los nuestros, están repletos de microbios como bacterias, hongos y otros. Esta flora intestinal contiene enzimas que pueden descomponer y digerir los alimentos.

En una parte especialmente grande del estómago de la vaca, conocido como rumen, las bacterias digieren la celulosa vegetal de la hierba y el pienso que come la vaca.

Los investigadores especulan que, dado que el intestino de la vaca descompone los poliésteres naturales de las plantas, la flora del rumen podría hacer lo mismo con los poliésteres de los materiales plásticos.

Así, el equipo comprobó la capacidad del rumen de vaca para degradar o descomponer tres materiales de poliéster habituales en el plástico:

  • Tereftalato de polietileno (PET) – Un plástico ligero que se encuentra en muchos tipos comunes de envases, incluyendo las botellas de agua.
  • Polibutileno adipato-co-tereftalato (PBAT) – Un plástico biodegradable que se ha utilizado en envases compostables.
  • Polietileno furanoato (PEF) – Un plástico fabricado con materiales renovables que sirve como alternativa al PET para las botellas de bebidas y los envases.

Resulta que el rumen de las vacas y sus bacterias son muy buenas para descomponer el plástico de forma sostenible. Los investigadores dicen que las “muestras de rumen fueron capaces de degradar los tres poliésteres probados” con éxito.

Sin embargo, los microbios del rumen fueron más activos a la hora de digerir el PEF que el PET. El PET es mucho más difícil de descomponer. El PET puede encontrarse en artículos comunes como las botellas de agua de plástico, que a menudo se descomponen en microplásticos.

Estos investigadores no son los primeros en proponer el uso de microbios para descomponer los residuos de forma ecológica. De hecho, los antiguos romanos usaban una forma de biolixiviación, que los científicos han propuesto para reciclar los metales de los residuos electrónicos usando bacterias.

En los últimos años, los científicos han sugerido utilizar desde los microbios de los hongos hasta las orugas para degradar los residuos de plástico. El rumen es sólo lo último en esta línea de investigación emergente.

Los científicos concluyen que el líquido ruminal es una “fuente barata” de enzimas bacterianas que degradan el plástico.

Este estudio nos da la esperanza de encontrar otras enzimas -que es lo que segregan estos microbios- [que] pueden ser incluso más eficaces que las encontradas en el rumen de las vacas.

Los futuros estudios deberían tener como objetivo la identificación y el cultivo de los microbios y enzimas que pueden descomponer el plástico.

Pero el principal problema no es técnico. Es económico. No hay dinero en el reciclaje de plástico, así que la inversión para desarrollar estas tecnologías es muy difícil de encontrar.