En 2018 el Gobierno de España aprobó un Real Decreto que adaptaba una directiva de la Unión Europa que buscaba reducir el consumo de bolsas de plástico. Nos habéis planteado si realmente estas bolsas de plástico son menos ecológicas o sostenibles que las alternativas de papel o de algodón o tela. En resumen: es difícil medir el impacto ambiental al completo de estos productos pero la clave está en la reutilización para reducir la huella ecológica. Os lo explicamos.
El Real Decreto afirma que las bolsas de plástico porque “producen unos altos niveles de residuos dispersos”,“ suponen un uso ineficaz de los recursos” y “provocan contaminación en el medio ambiente y agravan el problema generalizado de la presencia de residuos en las masas de agua, lo que supone una amenaza para los ecosistemas acuáticos en el ámbito mundial”. El texto legislativo explica que las bolsas de plástico ligeras “se convierten en residuos más rápidamente y tienden a dispersarse como basura con mayor frecuencia debido a su reducido peso” y sus tasas de reciclado actuales son muy bajas (un 41,9% en 2018).
Hay que aclarar que tanto “el papel como el algodón son productos que se generan en ciclos biológicos que ocurren de modo natural en pocas decenas de años, mientras que el petróleo, la materia prima que utilizamos para el plástico, ha requerido de 300 millones de años” explica a Maldita.esAlberto Vizcaíno, ambientólogo y consultor en sostenibilidad y gestión ambiental.
El maldito Xabier García Casas, graduado en Ingeniería de Materiales y en Física que nos ha donado sus superpoderes para aclarar esta cuestión, señala a Maldita.es que “la medición del impacto ambiental de un producto en el medio ambiente es algo sumamente complicado de evaluar, ya que requiere de un estudio exhaustivo sobre toda la cadena del producto, desde la obtención de las materias primas, el proceso de fabricación, la logística y puesta a disposición del producto, el impacto de su uso, el impacto que genera cuando se convierte en residuo...”. Normalmente el impacto de su uso y que genera una vez acaba como residuo es en lo que se suele pensar cuando hablamos de impacto ambiental, añade García Casas, pero “un estudio de la cuna a la tumba considera infinidad de factores adicionales, e incluso en algunos casos algunos de ellos pueden llegar a ser un tanto subjetivos”.
Para el ingeniero de materiales y físico, lo realmente interesante no es el impacto de las bolsas sino el impacto por su uso, es decir, teniendo en cuenta “cuál es el número de veces que el producto puede cumplir su función para evaluar su impacto por cada uso que se le dé”, aclara García Casas. Al respecto, la Agencia Ambiental de Reino Unido evaluó el ciclo de vida de las bolsas de supermercados en el año 2006 y concluyó que las bolsas de papel deben reusarse al menos tres veces para tener menor impacto en la crisis climática que las bolsas de plástico de polietileno de alta densidad. Para las bolsas de algodón, el número de veces que se deben volver a usar es de 131, según este estudio.
Pero por su parte, Roberto Longueira, experto en gestión de residuos industriales y maldito que nos ha donado sus superpoderes, afirma a Maldita.es que es difícil dar una respuesta porque cree que “nadie ha calculado nunca la huella ecológica real” ya que “el verdadero coste (ecológico principalmente) no lo vamos a pagar nosotros, sino nuestros descendientes”.
Longueira recuerda que la huella ecológica “debe medir absolutamente todo lo necesario para la fabricación, transporte, uso y reciclado de un material u objeto. Todo impacta, porque todo necesita energía, produce emisiones, genera residuos, consume materias primas o necesita mano de obra para producirse, transportarse, etc.” Vizcaíno añade que mecanismos como el de la huella ecológica son indicadores “donde se acota el campo de estudio. Si para el plástico ignoramos que hay que extraerlo de un depósito de combustibles fósiles y que después de su uso se convertirá en emisiones netas de efecto invernadero, no estamos haciendo una comparación justa”.
Como indica el ambientólogo, a diferencia del papel y del algodón, “no hay un criterio científico y aprobado legalmente para evaluar objetivamente el impacto sobre el entorno del plástico”. También señala que comparar la huella hídrica del cultivo del algodón con la del plástico deja la primera opción como muy mala “como si la extracción del petróleo no implicase la contaminación de agua”.
Por una parte, los costes de producción y transporte de papel y algodón son mayores que los del petróleo y la vida útil de las bolsas de papel es menor que las de plástico, indica el experto en gestión de residuos Roberto Longueira. Para Longueira, “el problema de los plásticos es que el coste real de su producción, transporte e impacto ambiental no es real porque no se valora suficientemente el impacto a futuro, el cambio climático y los costes de mitigación o reparación de sus efectos en el futuro, el impacto actual y futuro de los microplásticos sobre la fauna o la merma en la calidad de vida de las generaciones futuras que muy probablemente ya no tengan acceso a esa vida sencilla y barata que nos ha dado el uso de los plásticos y demás derivados del petróleo para preservar alimentos”. La degradación más rápida del papel y del algodón en comparación con el plástico reduce la huella ecológica de las bolsas de papel y algodón porque “el residuo es de vida corta y son fuentes renovables”.
Coincide con él Alberto Vizcaíno: “Mientras que el papel y el algodón tienen un impacto fundamentalmente visual durante el tiempo en que sus fibras se asimilan en ciclos biológicos por la naturaleza”, los seres vivos no son capaces de descomponer el plástico, “lo que supone un impacto temporalmente infinito en forma de microplásticos que, a su vez, liberan sustancias químicas plastificantes que se acumulan en los ecosistemas y biomagnifican en seres vivos”, es decir, aumenta su concentración con el paso del tiempo en los organismos.
Roberto Longueira señala que las personas deben tomar conciencia “sobre su responsabilidad con la huella que genera también el reciclaje frente a la reutilización” ya que “los procesos de reciclaje tienen muchas limitaciones” porque la separación de plásticos es costosa “si no está clasificado en origen, por lo que la fracción de rechazo es alta y acaba en incineradoras que liberan compuestos químicos al aire o en vertederos donde tardan siglos en descomponerse totalmente”. En cambio, el papel y el cartón “cuenta con su propio contenedor y con un proceso de reciclado único que abarca prácticamente todo lo que entra en el contenedor y por tanto con una tasa de reciclado real muy superior a la del plástico”. Por su parte, el algodón tiene menor tasa efectiva de reciclado pero aunque no entre en el sistema de reciclado, se descompone, aclara el experto.
La opinión de Longueira es que las bolsas de plástico tienen una huella ecológica “muy superior a la de papel y algodón de procedencias sostenibles y que en su mayor parte pagarán otros en un futuro cada vez más próximo”. Para el experto, a corto plazo, en cambio, el uso de bolsas plásticas como las de rafia sintética de manera generalizada junto con la concienciación del usuario para su reutilización y reciclado con sistemas de retorno del residuo que permitiesen su clasificación en origen daría una huella ecológica a corto plazo menor a la de las bolsas de papel y algodón por su durabilidad y capacidad de reciclaje.
Pero a largo plazo, la probabilidad de que el plástico “acabe generando un impacto medioambiental es alta en el suelo, el agua y la fauna” y habría que sumarle “la huella ecológica real que debería tener el petróleo, una materia prima no renovable, con claros efectos climáticos negativos en su extracción y por su uso, transportado miles de kilómetros con el consiguiente riesgo de accidentes”, añade el gestor de residuos. La opción de bolsa con menor impacto depende del uso que se le quiera dar, opina Vizcaíno: “Si no necesitamos un material impermeable, las bolsas de fibras vegetales tienen un menor impacto en términos de salud y de contaminación. Cuanto más reutilizables sean, más se reduce el impacto, al distribuirlo entre el número de veces que las reutilizamos”.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Xabier García Casas, graduado en Ingeniería de Materiales y en Física.
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Primera fecha de publicación de este artículo: 31/05/2021
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