El barómetro del CIS constata que las mayores preocupaciones de los españoles están muy próximas a los titulares con los que desayunan cada mañana. La corrupción, el paro, la sanidad, las pensiones o los asuntos relacionados con la juventud son los más mencionados por los encuestados, quedando las cuestiones medioambientales al final. Quizá por ello, dos de cada tres litros de aceite de freír siguen terminando en el fregadero. Aunque muchos lo ignoren, es un atentado ecológico.
España es el mayor productor mundial de aceite de oliva, y de esa producción, 443 millones de litros se consumen en los hogares. Cuando pierde sus propiedades, el aceite se transforma en un residuo incómodo del que hay que deshacerse como de un vecino cargante; y, como con este, la vía más rápida es la puerta de atrás, o lo que es lo mismo: el desagüe del fregadero, el inodoro o la basura, por donde se desvanece. Sin embargo, no ver no significa que no pase nada, y todo ese aceite doméstico inservible despachado por los fregaderos daña los conductos de la red de alcantarillado y el funcionamiento de las estaciones depuradoras, o va a parar a los ríos y acuíferos, en los que forma una película sobre el agua, dificulta el paso del oxígeno y ocasiona graves problemas ambientales. Se estima que un litro de aceite usado puede llegar a contaminar hasta 10.000 litros de agua. Paradójicamente, este residuo, bien tratado, puede ser reutilizado en la producción de lubricantes, jabones, cremas, velas, ceras, barnices, pinturas y, sobre todo, para la elaboración de combustibles ecológicos, lo que convierte la acción del reciclado en un gesto doblemente limpio, porque estos carburantes biológicos aminoran hasta en un 50% las emisiones contaminantes en relación con el combustible normal.
Quizá el punto de inflexión en el reciclado de aceite usado, además de en la conciencia de los ciudadanos, se juegue en la facilidad de acceder a un punto limpio donde dejarlo. Por eso, además de planes de comunicación y concienciación, sería conveniente ampliar la red de recogida. Será algo que agradezcan nuestro sistema de desagües, tuberías y depuradoras, pero sobre todo un medio ambiente con el que debemos convivir en armonía. Cada agresión a la naturaleza es un acto de violencia contra nosotros mismos. Las consecuencias de verter por el sumidero nuestra responsabilidad para con el medio natural a la larga sale caro. Por eso tiene tanta importancia la cultura medioambiental. Si cree que la educación es cara, sentenció la escritora sueca Derek Curtis, pruebe con la ignorancia.
Diario EL País
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