El Waldorf Astoria de Manhattan, el Camper de Barcelona o el Hotel Wellington de Madrid. Tres hoteles en centros urbanos que poseen otra característica en común: tienen un huerto. El madrileño, el más reciente, cuenta con una azotea donde 300 metros cuadrados distribuidos en 14 parcelas de cultivo ecológico. Recibe la ayuda del cercano Parque del Retiro, que reduce la contaminación ambiental urbana. Y florecen allí el cardo rojo, las fresas, tomates negros, lechugas de hoja de roble o los apreciados guisantes-lágrima, una cosecha que después se cocina unos pisos más abajo en el restaurante del hotel, el Raíces Wellington.
Y es que, los tejados verdes pueden actuar además como aislante, de forma que durante el invierno reducen el gasto energético necesario para calentar el edificio, y en verano el coste de enfriarlo. Ayudan también a retener el agua de la lluvia y a proporcionar a las aves, y otros tipos de seres vivos, un pequeño oasis donde descansar y vivir en un entorno urbanizado. Oxigenan además un aire que en las ciudades presenta altos índices de contaminación. Por eso, recientemente en Francia, una nueva ley obliga a que los tejados de las nuevas construcciones estén parcialmente cubiertos por plantas o paneles solares. Un paso importante hacia una edificación urbana más sustentable y basada en la eficiencia energética. El Parlamento francés se acerca con esta medida a países como Dinamarca, que vista a vuelo de pájaro, es cada vez más verde. De hecho, Copenhague, la ciudad danesa más poblada, y elegida capital verde europea en 2014, implanta una política medioambiental innovadora que afecta a su vida urbana, y ha sido consensuada por los diferentes partidos políticos. El objetivo: convertirse en 2025 en la primera capital del mundo neutral en cuanto a emisiones de carbono. Desde 1990 ya han reducido las emisiones un 40%, y desde 1980 el PIB de Dinamarca ha subido un 80%. Y sus tejados poco a poco florecen.
Desde el año 2000 la cantidad de tejados verdes, o green roofs, cada vez es mayor en las grandes ciudades del mundo. En ocasiones se trata de azoteas ocupadas por pequeñas huertas vecinales y en otros casos se diseñan auténticos jardines ornamentales. Y los cultivos, generalmente de huerta e hidropónicos, es decir que usan disoluciones minerales en vez de suelo agrícola para que las raíces reciban una solución nutritiva equilibrada y disuelta en agua con todos los elementos químicos esenciales para el desarrollo de la planta. Algunos de los ejemplos más llamativos de estas cubiertas verdes urbanas podrían ser: el Dreamhouse en Róterdam (Holanda), el museo Historial de la Vendée en Les Lucs-sur-Boulogne (Francia), los techos del City Hall de Chicago, o el edificio The Solaire en Nueva York. En España, algunos de los pioneros se consideran la Villa Bio en Llers (Girona), la OS House en Santander. Sin olvidar la propuesta innovadora del artista Marc Grañén: techos verdes en autobuses urbanos en Barcelona y Girona. ¿Caminamos hacia ciudades ecológicamente más sostenibles?
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