África ha perdido el 30% de sus elefantes en sólo siete años. Es la alarmante conclusión que se desprende del Gran Censo de Elefantes que ayer fue presentado durante el Congreso Mundial para la Conservación de Honolulú (Hawai), y en el que se ha basado un estudio publicado también esta semana en la revista PeerJ.
Se trata del primer censo aéreo de paquidermos realizado a lo largo de todo el continente africano, y contiene datos tanto de los ejemplares que viven en las zonas protegidas como fuera de ellas. En él han participado casi un centenar de científicos liderados por Mike Chase, fundador de la organización Elefantes sin Fronteras (EWB, por sus siglas en inglés).
En total, se contabilizaron un total de 352.271 elefantes africanos (Loxodonta africana) en los 18 países explorados, lo que supone 144.000 ejemplares menos que los que había en 2007. Los datos reflejan el rápido declive en la población del animal terrestre de mayor tamaño, que se está reduciendo a un vertiginoso ritmo del 8% anual.
La mayoría de las bajas producidas entre 2007 y 2014 se han debido a la caza furtiva de estos paquidermos, muy apreciados por los traficantes debido a las grandes cantidades de dinero que se pagan por el marfil de sus colmillos, sobre todo en China. Según la organización Save the elephants entre 2010 y 2014 su precio se triplicó, pasando de los 750 a los 2.100 dólares por kilo de marfil.
El 84% de los elefantes censados estaban en áreas protegidas frente al 16% que se encontraba fuera de ellas. Sin embargo, también en las zonas protegidas contabilizaron numerosos cadáveres, lo que demuestra que ni siquiera en estos parques se encuentran a salvo de los furtivos. Y la cifra de animales muertos, señalan, esta subestimada porque los cadáveres son difíciles de ver desde el aire o habrán desaparecido ya.
La estimación de población realizada en esos 18 países es representativa de la situación del elefante africano, pues se ha cubierto, al menos, el 93% de sus poblaciones. A finales de año esperan completar el censo sobrevolando Sudán del Sur y la República Centroafricana, si los conflictos en esos país no lo impiden.
Una herramienta para frenar el declive
Para realizar este censo han sido necesarios dos años de trabajo y ocho millones de dólares, aportados en su mayor parte por el multimillonario Paul G. Allen (Microsoft) y su hermana, Jody Allen. Se utilizaron 81 avionetas, con las que se recorrieron 463.000 kilómetros en 406 jornadas de trabajo. El tiempo medio de vuelo era de unas tres horas.
A partir de la recopilación de datos desde el aire sobrevolando la sabana, los investigadores llevaron a cabo análisis estadísticos y aplicaron técnicas de análisis que hasta ahora no habían sido empleadas en estudios de este tipo. Su trabajo, sostienen, es una herramienta en la que se pueden basar los gobiernos de los países en los que viven elefantes y las organizaciones para la protección de la vida salvaje para coordinar sus esfuerzos para frenar su declive. Así, les ayudará a determinar en qué áreas las medidas de conservación implementadas están dando sus frutos o en qué zonas hay que trabajar más para conservar el hábitat y detener a los furtivos.
«Durante nuestra investigación, una pregunta importante para la que buscábamos respuesta era cuántos elefantes se quedaban fuera en los reconocimientos aéreos. Hicimos un doble estudio de observación para comprender dónde se originaban los errores y poder así hacer estimaciones más precisas de la población de elefantes», explica Curt Griffin, investigador de la Universidad de Massachusetts Amherst y miembro del equipo que recopiló los datos.
Los resultados variaron considerablemente según el país. La pérdida de ejemplares en Angola, Mozambique y Tanzania durante ese periodo fue mucho mayor de la esperada, según los autores del censo. También les sorprendió la devastación en el noroeste de la República Democrática del Congo, el norte de Camerún y el suroeste de Zambia, donde se contabilizó una cifra tan baja que las poblaciones de estas regiones están a punto de extinguirse.
Pero no todo fueron malas noticias. En algunas regiones la población se mantuvo estable e incluso aumentó ligeramente, como en Suráfrica, Botswana, Uganda, Zambia, Zimbabwe, Malawi, partes de Kenia y el complejo en el que está el Parque nacional de Pendjari, que incluye zonas de Benín y Burkina Faso. Esta zona protegida es la única de Africa Occidental en la que aún hay una gran población de elefantes.
Aunque Ibrahim Thiaw, subdirector ejecutivo del Programa de Medio Ambiente de la ONU, admite en un comunicado que estas cifras son «deprimentes»,considera que hay motivos para la esperanza: «Los países africanos están empezando a ver que los animales salvajes son más valiosos vivos que muertos, y que pueden generar ingresos a través del turismo para, por ejemplo, financiar la educación, la sanidad o las infraestructuras que mejoran el bienestar y conducen al crecimiento económico» , asegura.
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