El tigre, Panthera tigris, parecía condenado a la extinción. Había desaparecido de Bali en los años 50 del siglo pasado, de la isla de Java en los 70 y de Asia central a finales de los 80. Donde aún sobrevive, se redujeron al mínimo tanto su número como rango geográfico: en 2010 los tigres ocupaban el 0,5% del territorio que tuvieron en el pasado y su población era de unos 3.200 ejemplares, frente a los 100.000 de inicios del siglo XX. Todo indicaba que en unas décadas solo sobrevivirían en los zoos. Sin embargo, desde 2016 se está produciendo una lenta recuperación que podría acelerarse a lo largo del siglo gracias, por una vez, a los humanos.
Dinámicas propias humanas están dándole una oportunidad al tigre. Es lo que indica un reciente estudio de investigadores de la Sociedad para la Conservación de la Vida Salvaje (WCS, por sus siglas en inglés) y dos universidades de EE UU. El trabajo señala que, además de los grandes esfuerzos de conservación en curso para salvar al gran felino asiático, recientes e incipientes cambios en la demografía de los asiáticos podrían estar ayudando.
Los tigres viven hoy en el 0,5% del territorio que llegaron a tener pero su población empieza a recuperarse
Con casi un siglo de retraso respecto de Europa y América del Norte, Asia estaría viviendo su propia transición demográfica. Son dos los elementos más destacados de este proceso que aún está en sus inicios. Por un lado, la población muestra signos de estabilizarse y, por el otro, está en curso una de las mayores migraciones de la historia del campo a las ciudades. En los últimos 30 años, por ejemplo, la población urbana en China ha pasado del 23% al 55%. Todo ello está liberando grandes cantidades de tierra para el regreso de los tigres y rebajando la presión sobre ellos.
"Las ciudades ayudan por la migración rural", responde en un correo el ecólogo de la WCS y principal autor del estudio, Eric Sanderson. "Pero, aún más importante es el hecho de que las personas de la ciudad tienen menos hijos que las de los pueblos, lo que está provocando una estabilización de la población", añade. En 1758, cuando el naturalista sueco Carl Linnæus catalogó al tigre, había en el continente unos quinientos millones de habitantes, hoy son 4.400 millones. Las últimas proyecciones muestran que el crecimiento de la población en Asia se está desacelerando y que, desde mediados de siglo o antes, se puede producir hasta una regresión demográfica, en particular en las zonas rurales.
El estudio de Sanderson, publicado en la revista Biological Conservation, cifra en 51,1 millones las personas que vivían dentro o en las cercanías de las tierras del tigre. De los cinco escenarios que modela esta investigación, en todos se produce un aumento inicial de la población, pero en cuatro, en la segunda parte del siglo los humanos en estas zonas podrían bajar hasta en 20 millones. Pero como indicaba más arriba el ecólogo estadounidense, más importante que los números totales es la intensa urbanización. En las 42 áreas donde aún quedan tigres, solo el 11% de la población era urbana en 2000. Un siglo más tarde, podrían haber subido hasta el 69%.
"El estilo de vida urbano facilita la elección sobre el tamaño de la familia. En las ciudades, por lo general, hay mejores oportunidades educativas y de empleo y, por tanto, más ingresos para invertir en el bienestar de los hijos. Las niñas y las mujeres tienen más posibilidades de recibir una educación en la ciudad que en los pueblos, lo que también implica que pueden tener más opciones sobre la familia... También hay que recordar que las ciudades son centros de poder económico y político, por lo que trabajar con las personas para que se preocupen por los tigres (y otros animales salvajes) puede generar el apoyo gubernamental necesario para los esfuerzos de conservación", opina Sanderson.
Pero no vale cualquier tipo de ciudad. Frente a la alocada urbanización durante buena parte del siglo XX, es necesario una desarrollo urbano integral y relativamente ordenado. "Hay que tener en cuenta todos estos factores y otros relacionados con la gobernanza y las políticas públicas pero, en general, creemos que son la mejor opción que tenemos para conservar al tigre a largo plazo", concluye Sanderson. Y junto a los tigres, muchas otras especies y ecosistemas enteros pueden beneficiarse de la marcha de los humanos.
En muchos sentidos es algo que ya está sucediendo en otras regiones del mundo, donde la moderna transición demográfica y la urbanización hace tiempo que maduraron. En Europa, por ejemplo, diversos estudios han mostrado cómo los animales están recuperando parte del espacio que los humanos les arrebataron en el pasado.
"En Europa está pasando tanto con carnívoros como con los herbívoros", comenta Aurora Torres, del Centro Alemán para la Investigación Integrada de la Biodiversidad (iDiv). "El abandono de las zonas agrarias está dejando más hábitat disponible. Además, se ha reducido la persecución directa tras el cambio de actitud hacia los animales", añade. La investigadora española trabaja en el campo de la restauración ecológica, que va más allá de la mera reintroducción de una especie en una zona y busca "la restauración de todo el ecosistema", dice. El iDiv participa en el proyecto paneuropeo Rewilding Europe (algo así como reasilvestrando Europa), una iniciativa para recuperar la vida salvaje en el continente y que ya cuenta con una red de 60 iniciativas locales para este rewilding.
Un reciente estudio sobre la restauración ecológica mostraba que, además de posible y ser un valor en sí misma, ayudaría a mitigar el impacto del cambio climático sobre los distintos ecosistemas y sobre los propios humanos. Por ejemplo, la sustitución de los animales rumiantes del ganado por animales salvajes no rumiantes reduciría las emisiones de metano. Una de sus autoras, la bióloga del Instituto de Ecología de los Países Bajos Liesbeth Bakker decía en una nota: "con el tiempo, podremos lograr un aumento gradual del estado de naturaleza de los ecosistemas".
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