En 1958, el gobierno de Mao Zedong declaró a ratones, moscas, mosquitos y gorriones enemigos del país. La "Campaña de las Cuatro Plagas" era parte del Gran Salto Adelante, un esfuerzo gubernamental por transformar la China tradicional en una potencia mundial superproductiva. Los burócratas chinos pensaron que, si eliminaban a los animales que se alimentaban del grano, la productividad se dispararía.
Se envenenaron comederos, se destrozaron nidos, se rompieron huevos y se las perseguía haciendo ruidos con ollas y sartenes hasta que, aterrorizadas, morían de puro cansancio.No sé cuál fue la suerte de ratones, moscas y mosquitos, pero, en la práctica, los gorriones chinos desaparecieron. Y entonces, llegaron las langostas. Las plagas de insectos que siguieron al exterminio de los gorriones fueron unas de las causas de la Gran Hambruna que provocó la muerte de entre 15 y 30 millones de personas entre el 59 y el 61.
Pues bien, sin querer estirar el paralelismo más allá de lo razonable, hoy los gorriones también están desapareciendo.
Una historia en común
Pero esta historia empieza antes, hace unos 10.000 años. Cuando unas pequeñas aves de color marrón y gris, cola corta y pico rechoncho se alejaron de sus hábitats tradicionales y se instalaron en las cercanías de los diminutos poblados agrícolas que empezaban a surgir en Oriente Medio y el Norte de África. El grano nos cambió a todos. También a los gorriones.
Tanto es así que, de nuestra mano, los gorriones se expandieron por todos los continentes (menos la Antártida) y se convirtieron en un personaje recurrente de cualquier asentamiento humano digno de ese nombre. Sin embargo, nuestra relación con ellos no siempre fue buena. De hecho, el exterminio chino solo es la tradicional idea de que los gorriones son una plaga llevada a sus últimas consecuencias.
En la década de los 1870, la Cámara de los Comunes británica dedicó muchas sesiones a discutir sobre qué hacer con esos malditos pájaros que se comían nuestras cosechas y esparcían enfermedades. Es más, como respuesta a la abundancia de estos pájaros, la siempre sabia cocina de Centroeuropa desarrolló un gusto muy concreto por el pastel de gorrión. Como rezaba el refrán, "ave que vuela, a la cazuela". Daba un poco igual todo porque, pasara lo que pasara, el gorrión siempre estaba ahí. Con nosotros.
Ciudades sin gorriones
Sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX y los primeros años del XXI, los gorriones han ido desapareciendo de las grandes capitales de Europa. Año a año, en Berlín, París o Praga, las que las poblaciones han disminuido de forma drástica. Y España no se queda atrás.
Sólo durante la última década, según un informe de la Sociedad Española de Ornitología, la población de gorriones ha caído un 21%. Eso son la friolera de 30 millones de gorriones que se han desvanecido en apenas diez años.
“Podríamos encontrarnos muy pronto con unas ciudades sin gorriones; pero también resulta inquietante, porque es posible que los factores que causantes del declive puedan afectar también al resto de habitantes de las zonas urbanas”, explicaba en la Cadena Ser Beatriz Sánchez, de SEO Birdlife. Y es que los ecosistemas urbanos son, también, un castillo de naipes donde cada elemento juega su función.
No debemos olvidar que, al fin y al cabo, una quinta parte de las especies de aves que existen en el mundo viven en ciudades. Eso quiere decir que, como en el caso de los gorriones, muchas de ellas están amenazadas por el uso masivo de insecticidas tóxicos, el aumento de la contaminación del aire, los niveles de ruido y la reducción de espacios donde construir nidos.
Un gorrión en una mina
La verdad es que el declive de las aves urbanas con el gorrión a la cabeza solo puede frenarse con un cambio significativo de nuestra forma de gestionar el espacio urbano. Ya no es solo la falta de disponibilidad de lugares de nidificación o la escasez de insectos durante el periodo de cría. Es que el mismo "mantenimiento de las zonas verdes urbanas priva a gorriones y otros seres de un hábitat en el que encontrar sustento".
La pregunta que se hacen los investigadores y expertos en conservación es si los gorriones están ejerciendo de "canarios en una mina". Es decir, si su desaparición no nos estará avisando de que el modelo actual de ciudad y, en concreto los elevados niveles de contaminación, no son un enorme problema que nos negamos a mirar de frente.
Javier Jimenez
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