Cada día somos más conscientes que de nuestro actual modelo de desarrollo es insostenible, aunque nos ha permitido alcanzar un elevado nivel de bienestar en Occidente, siendo sus consecuencias cada día más evidentes.
Frente al modelo lineal basado en fabricar – usar – tirar surge el paradigma de la economía circular, que se asienta sobre la lógica Residuo = Alimento.
En la Unión Europea (UE) disponemos para dar soporte al modelo circular una estrategia que se materializa en documentos como Hacia una economía circular (2015) o el más reciente Una estrategia europea para el plástico en una economía circular que, entre otros objetivos, establece que para 2030 la demanda de plástico reciclado deberá multiplicarse por 4 con respecto a 2015 y que la totalidad de los envases de plástico comercializado en el territorio comunitario deberán ser reutilizables o reciclables (incluyendo los que sean compostables).
Ésta y otras iniciativas a nivel global, animan a la industria a buscar alternativas innovadoras y sostenibles para contener, proteger y distribuir los productos que llegan a nuestros hogares
Ante este escenario normativo y de nuevas pautas de consumo, las empresas están apostando cada vez más por materiales ecointeligentes, como puede ser los bioplásticos.
Un material se considera bioplástico cuando éste procede de fuentes renovables o es biodegradable o se dan ambas situaciones. Según un informe de European Bioplastics, los plásticos biodegradables, de entre los que se encuentra el PLA o plásticos basados en el almidón, representan el 42,9% de la producción total de bioplásticos, que se estima que en 2017 fue de algo más de 2 millones de toneladas.
Se suele distinguir entre 2 tipos de reciclaje:
- Físico – químico, que incluye el reciclado mecánico, el reciclado energético y el reciclado de constituyentes
- Orgánico, que se basa en el tratamiento aerobio (compostaje) o anaerobio (biometanización) mediante microorganismos y en condiciones controladas con el fin de transformar los materiales en residuos orgánicos estabilizados o de metano
Sin embargo en este punto suelen surgir dudas entre los términos biodegradable y compostable.
Un material biodegradable es aquel que puede descomponerse en elementos químicos naturales por la acción de agentes biológicos como bacterias, plantas o animales, junto con otros agentes físicos como el sol o el agua, en condiciones ambientales que se dan en la naturaleza y que transforman estas sustancias en nutrientes, dióxido de carbono, agua y biomasa.
Por su parte, un material compostable es aquél que puede ser degradado por la acción de organismos (es decir, biológicamente) produciendo CO2, agua, compuestos inorgánicos y biomasa en un periodo de tiempo controlado y bajo unas condiciones determinadas.
Por tanto, todos los materiales compostables son biodegradables, pero no todos los biodegradables son compostables.
El compostaje consiste en el tratamiento aeróbico de las partes biodegradables de los residuos de envases, con producción de residuos orgánicos estabilizados, bajo condiciones controladas y utilizando microorganismos.
Esta opción final de su vida útil es más sostenible y respetuosa con el medio ambiente que otros, como la eliminación de residuos
En un escenario de amplias zonas del Planeta en riego evidente de desertificación, el uso de compost de calidad ayudaría a incrementar la calidad del suelo.
Si pasamos a un ámbito más cercano como es el de nuestros hogares, existe una demanda creciente por parte de los consumidores para que los materiales puedan ser compostables no solamente de forma industrial, sino también a nivel doméstico.
En este proceso, y debido al volumen comparativamente menor de residuos, la temperatura de una pila de compost de jardín es claramente menor y menos constante que en un entorno industrial de compostaje.
Por tanto, el compostaje en el jardín es un proceso más difícil y lento. Así, si en un ensayo de compostaje industrial se requiere una temperatura de 58ºC y 6 meses de duración para demostrar la biodegradación, un ensayo de home compost se realiza a una temperatura de entre 20 y 30ºC durante un período de 12 meses.
Pero otro medio en el que pueden terminar los plásticos es en el agua, ya sea en mares, ríos e incluso en aguas subterráneas. En este caso también se puede estudiar la biodegradabilidad de los materiales plásticos y trabajar por reducir el elevado impacto que amenaza la sostenibilidad y la biodiversidad en nuestros océanos y de nuestras reservas de agua dulce.
Podemos finalizar concluyendo que con la normativa en vigor y las distintas tecnologías se puede impulsar tanto la compostabilidad como biodegradabilidad de los materiales plásticos, haciendo foco en envases y embalajes, para desarrollar un nuevo escenario con nuevas oportunidades para empresas ecoinnovadoras que quieran responder a las demandas de la sociedad y conformar la vanguardia de la sostenibilidad.
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