La lucha contra el cambio climático que ahora se focaliza en la jovencísima activista sueca Greta Thunberg, que cumple 17 años el 3 de enero próximo, ya tuvo otra musa adolescente en los 90. La canadiense Severn Cullis-Suzuki (Vancouver, 1979) tenía solo 12 años cuando intervino en la cumbre de Río de Janeiro en 1992. Actualmente hay otras Gretas y Gretos que denuncian la emergencia climática o inventan sistemas revolucionarios para limpiar los océanos como el holandés Boyan Slat.
La mayoría forman parte de la generación Z, nacidos entre 1995 y 2010, muy consciente de que sufrirá directamente el impacto del cambio climático. Muchos proceden de países ricos, donde cuentan con mayor facilidad para acceder a los medios y a las redes sociales. Las comunidades indígenas en América llevan décadas con estas demandas, pero no han encontrado hasta ahora eco en la comunidad internacional.
Con nueve años Severn Cullis-Suzuki, hija de un científico genetista y una escritora, fundó la Organización Infantil del Medio Ambiente. Junto a otras tres compañeras de la organización recaudó el dinero para asistir al encuentro a 8.000 km de su hogar en Vancouver. «Si no saben cómo arreglarlo, dejen de romper el planeta», clamó ante los delegados que miraban a la cría entre sorprendidos y avergonzados.
En su discurso de cinco minutos ante los asistentes a la Cumbre de Río, fue tan emotiva como persuasiva: «Al venir aquí, no tengo una agenda oculta. Estoy luchando por mi futuro. Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o un par de puntos en la Bolsa de valores. Estoy aquí para hablar de las generaciones venideras. Estoy aquí para hablar por los niños hambrientos a quienes nadie escucha. Estoy aquí para hablar de los innumerables animales que mueren en el planeta porque ya no tienen donde ir».
Y con un mensaje similar al de Greta, con un tono muy sereno, Severn Cullis-Suzuzi añadía: «Tengo miedo a tomar el sol ahora por miedo al agujero en la capa de ozono. Tengo miedo a respirar el aire porque no sabemos las sustancias químicas que contiene… ¿Os preocupaba todo esto cuando teníais mi edad?». Los niños y jóvenes se llevan movilizando desde los 90 porque saben que la emergencia climática va a cambiar sus vidas sustancialmente.
Concluía la joven reprochando a los asistentes a la conferencia, representantes políticos, empresariales, reporteros, por decir una cosa y hacer otra. «Sois los que decidís en qué tipo de mundo crecemos. Los padres nos deberían poder decir: ‘Todo va a ir bien. No es el fin del mundo. Lo hacemos lo mejor que podemos’. Pero no creo que puedan decirlo más. ¿Cuál es vuestra lista de prioridades? Mi papá siempre dice: ‘Eres lo que haces, no lo que dices’. Eso me hace llorar por las noches. Vosotros, adultos, nos decís que nos queréis. Pero os desafío a que lo reflejéis con vuestros actos».
Actualmente Svern Cullis-Suzuki tiene 40 años y se declara «fan de Greta». Estudió Ecología y Biología evolutiva. Es activista medioambiental y escribe cuentos infantiles. Publicó un libro titulado Decidle al mundo, en el que expone medidas medioambientales que pueden aplicar las familias
La precursora de Greta Thunberg trabajó como asesora del entonces secretario general de la ONU Kofi Annan en la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible de 2002, en Johanesburgo. Vive con su familia en el archipiélago Haida Gwaii, donde vive la comunidad indígena Haida, a la que pertenece su marido.
Está feliz de ver cómo por fin su mensaje tiene eco 27 años después de su intervención en Río de Janeiro. «Es increíble ver cómo los jóvenes están empezando a ser escuchados»,declaró al diario chileno La Tercera.
La generación Z, una generación ‘verde’
Coetáneos de Greta son otros activistas medioambientales que comparten objetivos con la adolescente sueca. No son conocidos como ella, pero la mayoría pertenecen a la llamada generación Z.
«Tienen entre nueve y 24 años. Es una generación digital, que nació con un teléfono móvil en la mano y que vive tanto en el mundo virtual como en la realidad analógica», señala Henk Grootveld, responsable del equipo de Inversión en Tendencias de la gestora holandesa Robeco.
Para la generación Z, su Muro de Berlín es la combinación de la crisis de 2008 y el cambio climático. Es muy consciente de la sensación de cambio», dice Henk Grootveld, de la gestora Robeco
«Para la generación Z, su Muro de Berlín, es la combinación de la crisis económica de 2008 y el cambio climático. Es muy consciente de la sensación de cambio. Sienten que en la próxima curva les espera un enorme problema climático que han de resolver como colectivo», añade Grootveld.
Son muchos más de lo que podemos imaginar. Y hemos de tener en cuenta que son mucho más visibles quienes batallan en países ricos. La comunidad indígena lleva décadas defendiendo reivindicaciones medioambientales sin encontrar apenas eco en los medios occidentales.
Algunos levantaron su voz y pagaron con su vida por hacerlo como la mexicana Alberta Cariño, asesinada por un grupo paramilitar en el estado de Oaxaca. Según Global Witness, 164 activistas climáticos fueron asesinados en el mundo en 2018. En cabeza figura Filipinas con 30 víctimas mortales. En Latinoamérica destaca Colombia con 24.
Dos meses antes de su asesinato Alberta Cariño, había denunciado en un encuentro en Dublín cómo estaba siendo saqueada su tierra. «Muchas mujeres estamos liderando a nuestros pueblos contra los saqueos de nuestra madre tierra, en beneficio de las grandes corporaciones transnacionales y del capital financiero (…) Hoy los jóvenes, los pueblos originarios y las mujeres estamos a la cabeza de la denuncia de esta catástrofe. Nuestros campos son escenario de la ruina y el desastre», dijo en Dublín.
Su hermana, Carmen, ha tomado el testigo, si bien se pregunta cómo Greta tiene tantos medios a su alcance, mientras en su comunidad apenas tienen escuela donde no ir.
La generación verde o los niños por el clima cuentan con destacados estandartes en todo el planeta. Son las Gretas y Gretos del siglo XXI.
Alexandria Villaseñor, arde California
A sus 14 años, nacida en California, es una de las más jóvenes activistas comprometida en la organización en septiembre pasado de la Huelga Mundial del Clima. Villaseñor, de origen latino, fue testigo de los descomunales incendios que se propagaron por California en 2018. Asmática, sufrió especialmente las consecuencias de ese drama. Tuvo que ser trasladada a Nueva York.
Fundó Earth Uprising (Levantamiento por la Tierra). Asegura que se inspiró al ver el discurso de Greta Thunberg en la cumbre de Katowice, en Polonia, en diciembre de 2018. Llamó a participar en las huelgas por el clima de los viernes. Asiste a la cumbre de Madrid.
Ha presentado una demanda legal contra los cinco principales países productores de emisiones por su responsabilidad en el calentamiento global. Asegura que es una violación de la Convención de la ONU de los Derechos del Niño.
Helena Gualinga, la voz de los indígenas
A sus 17 años, Helena Gualinga asegura que lleva toda la vida luchando contra el cambio climático. Procede de la Amazonia ecuatoriana. Afirma que teme por lo que pueda pasar con su comunidad si sigue avanzando la deforestación en su región.
«Nací en una pequeña comunidad llamada Sarayaku, y desde que era pequeña recuerdo cómo toda mi familia luchaba contra las grandes compañías para proteger nuestros territorios. Por esa razón nos perseguían. Nos dimos cuenta de que eran las mismas empresas que dañaban el medio ambiente», explicaba Helena Gualinga en una entrevista enInsider.
Helena Gualinga se ha dado cuenta de lo importante que resulta que la voz de su pueblo sea escuchada. Es muy activa en redes sociales, donde informa sobre lo que pasa en el Amazonas. «Intento dar voz a mi pueblo», añadía.
«En mi territorio, protegemos el medio ambiente de la destrucción y por eso la protección de los pueblos indígenas va pareja con la justicia climática. Siento que he de hacer lo que hago por mi gente y por el mundo», decía en el encuentro de la juventud por el clima el pasado septiembre.
Xiye Bastida, en primera persona
Nacida en México, esta joven de 17 años tuvo que dejar su país natal debido a las inundaciones. A los 13 años vivió primero una terrible sequía y luego el exceso de agua en la zona del Río Lerma.
Su familia huyó a Nueva York y allí Xiye Bastida vio los efectos del huracán Sandy. En primera persona experimentó cómo el cambio climático es un fenómeno global de efectos devastadores.
Está vinculada a las convocatorias de Fridays for Future en la Gran Manzana y promovió la Huelga por el Clima de septiembre pasado. Bastida siempre ha sido consciente de la importancia de la protección del medio ambiente. Sus padres se conocieron en Ecuador en 1992 en una conferencia sobre el cambio climático.
Afronta la lucha contra el calentamiento global sin olvidar la perspectiva de la comunidad indígena, como explicaba a The Huffington Post. Bastida forma parte de la tribu otomí. «La gente cree que el movimiento ecologista empezó hace 60 años, pero los indígenas llevan cuidando de la tierra desde hace miles de años porque forma parte de su cultura».
Quannah Chasinghorse, el grito del Ártico
Esta joven de 17 años proviene de Alaska, en concreto de los Han Gwich’in y Sioux Lakota. Colabora en la campaña de protección del Ártico, Alaska Wilderness League. Están contra los planes de extracción de combustibles fósiles del Ártico que promueve el presidente de EEUU, Donald Trump.
Su comunidad es originaria del «lugar de donde empieza la vida». Chasinghorse explica: «Es sagrado. Es nuestro modo de vida, es parte de nuestra identidad».
A las comunidades del Ártico les afecta especialmente el calentamiento global. «Muchos de nosotros vivimos en pueblos en la costa, y a causa de la erosión, se están desmoronando literalmente. Comunidades que llevan viviendo miles de años en esta región se ven forzadas a desplazarse y dejar lo que ha sido su tierra durante generaciones», dice Qannah.
Considera que resulta fundamental que sintamos el vínculo con la tierra, como lo hacen los suyos desde tiempo inmemorial. «Nos cura saber que estamos en la misma tierra que nuestros ancestros, es lo que nos vincula a la comunidad».
Deborah Adegbile, África sufre
Vive en Lagos, el motor económico de Nigeria, y a sus 12 años sabe bien lo que son los efectos devastadores del cambio climático. «Cuando llueve mucho, mis padres nos tienen que llevar a mis dos hermanos y a mí en brazos porque nosotras no podemos ni siquiera caminar», relataba a Insider.
En Lagos hay ocho meses de lluvias ininterrumpidas, lo que genera que los más débiles padezcan múltiples enfermedades. Debby, como suelen llamarla, ha sido hospitalizada ya varias veces por malaria y asma.
Esta experiencia ha llevado a Debby a convertirse en una defensora de la protección de los océanos. En junio pasado participó en la Cumbre para el Empoderamiento y el Liderazgo a través de los Herederos de nuestros Océanos. Intervino en Sacramento ante los legisladores locales, ante quienes defendió que se redujera la contaminación por plásticos en el mar.
Catarina Lorenzo, la surfista concienciada
Vive en el mayor arrecife de Brasil, el Banco Abrolhos. Catarina Lorenzo, de 12 años, es muy aficionada al surf, como muchos niños y jóvenes en su país. Su contacto continuo con el mar le ha llevado a tomar conciencia de los efectos del cambio climático.
Los periodos de sequía intensa se combinan con inundaciones que obligan a desplazamientos de población. En su presentación en las redes sociales, Catarina Lorenzo sentencia: «Ser activista climática es algo normal».
Explica Catarina Lorenzo cómo empezó a surfear a los dos años y que entrena cuatro veces a la semana, aunque a veces ha de renunciar por la contaminación de los océanos. «Me entristece este desastre», confiesa. Colabora en la escuela para limpiar los océanos.
Participó en septiembre en la cumbre de la ONU en Nueva York, donde habló sobre los desplazamientos climáticos. El gobierno brasileño de Jair Bolsonaro niega la importancia del calentamiento global y promueve políticas que favorecen la deforestación y la contaminación de las aguas.
Boyan Slat, un joven de acción
Es quien ha trasladado en hechos las palabras de activistas como Greta Thunberg con la invención de un ingenio que ayuda a limpiar de basura los océanos. Holandés, de origen croata, Boyan Slat con 16 años fue consciente de la gran cantidad de basura que vertemos al mar. Estaba en Grecia de vacaciones con su familia y al bucear veía más desperdicios que peces.
Descubrió que no solo nos dedicamos a consumir y arrojar basura sin límites, sino que además tampoco se desarrolla tecnología adecuada para paliar este daño ecológico.
Decidió hacer algo y se empeñó en inventar un ingenio capaz de atrapar el plástico propulsado por la fuerza del agua marina. Lo primero que hizo fue conocer la dimensión del problema, así que investigó sobre la contaminación de los océanos.
Actualmente cinco billones de trozos de plástico flotan en las aguas de nuestro planeta. La Gran Mancha de Basura del Pacífico, entre Hawaii y California, se concentra una de las más grandes, que tiene tres veces la superficie de Francia.
La contaminación crece de manera exponencial. «Hay que actuar con urgencia. Hay que cerrar el grifo del vertido pero también hay que limpiar lo que ya está en el océano», ha señalado Boyan Slat, que creó The Ocean Cleanup, donde trabajan 80 especialistas. Ha recaudado más de 30 millones de euros.
Ha logrado un prototipo que consta de un tubo cilíndrico flotante de 300 metros de largo en forma de U del que cuelga un faldón de tres metros de profundidad. Se mueve propulsado por el viento y las olas. Captura así el plástico que luego se retira y se traslada a tierra. La idea es reciclar este material para crear una línea de objetos diversos, desde gafas de sol a sillas.
Clara y Nicolás, los gretitos españoles
A sus 11 años, Clara García y Nicolás Muñoz, que viven en San Lorenzo de El Escorial, a 50 kilómetros de Madrid, han promovido una campaña para concienciar a otros niños y a los adultos de la emergencia climática.
Primero crearon un blog con el fin de divulgar qué medidas habría que adoptar para ralentizar el cambio climático. Después han colocado carteles por San Lorenzo con lemas como «No hay planeta B» para llamar la atención de los vecinos sobre la urgencia de un cambio en su estilo de vida. También han organizado una sentada ante el Ayuntamiento.
En declaraciones a la agencia Efe, Clara decía: «Nos van a robar el futuro y solo hay un planeta, por lo que tenemos que cuidarlo». Poco a poco en su familia van cambiando sus hábitos: «Intentamos comprar a granel y tener menos residuos. Usamos papel de cocina para los bocadillos, en lugar de plástico, y pajitas de bambú».
Su compañero de lucha climática, Nicolás Muñoz reivindica tratar más sobre el medio ambiente en el curso escolar. «Es preocupante. Nos estamos autoenvenenando».
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