La foca monje fue realmente abundante en el pasado, prueba de ello la enemos en la toponimia. Los nombres con que se designa la geografíade una región son reflejo de su pasado, de su cultura y de la identificación del nombre con su entorno. En las costas peninsulares e insulares mediterráneas, incluso en algún punto de las Islas Canarias, nos encontramos con numerosos accidentes geográficos nombrados en referencia a este mamífero marino, antaño conocido por lobo marino, llop marí, ca man, velí man o porc man, según las zonas. Su desaparición de las costas peninsulares e insulares es muy reciente. Hasta hace pocos años ha sido perseguida e ignorada y por fin nos damos cuenta de su belleza y de su importancia dentro del equilibrio natural cuando ya la hemos aniquilado.
La industrialización y el turismo aceleraron su declive.
Según las zonas, la desaparición definitiva del llop marí se produjo en los años sesenta y setenta, época en la que nuestras costas iniciaron una transformación espectacular, en la mayoría de los lugares desastrosa, que hoy en día continua. En estos años se recogen las últimas citas de focas monje, que muchas veces sorprenden por lo reciente y por lugares, donde ahora nos parece impensable la presencia de focas (1942-Benidorm; 1973-Isla de Tabarca; 1970-San Carlos de la Rápita). A lo largo de los años ochenta y noventa aún se han realizado avistamientos, casi todos en las Islas Baleares, que se atribuyen a ejemplares procedentes de Argelia y Marruecos en busca de territorio. Estos avistamientos abren la puerta a la esperanza a aquellos que soñamos con "la reconquista". Mientras exista un número mínimo de ejemplares existen posibilidades reales sobre su recuperación.
La primera medida a tener en cuenta es eliminar las causas de su regresión: la persecución de la especie y la presión sobre su hábitat. La foca monje ha sido una especie tradicionalmente perseguida por el hombre. Restos encontrados en excavaciones realizadas en cuevas del epipaleolítico (Cuevas de Nerja, en Málaga) indican un primer interés hacia la especie para su consumo. Más recientemente, en este siglo, a la foca monje se la ha considerado una fiera, sentimiento que queda reflejado en una noticia
publicada en el periódico El Telegrama del Rif, en el año 1927, que narra como "dos valientes vecinos de las islas Chafarinas han dado muerte a un lobo marino". Con respecto a su hábitat, la foca monje es especialmente sensible a las molestias en los lugares de descanso y cría. Como todos los fócidos, el velí marí depende de sus salidas a tierra para descansar, y lo que es más importante, para alumbrar a sus cachorros y criarlos. Para ello, generalmente escoge cuevas litorales con playa interior, enclaves en los que es prioritario asegurar la tranquilidad absoluta.
Resulta prioritario crear una red de zonas protegidas.
Una efectiva protección pasa por el establecimiento de una red de zonas protegidas, priorizando aquellas con presencia histórica de foca monje, y en especial los lugares donde se han realizado avistamientos en aguas de la costa murciana y Baleares (isla de Formentera), considerando la poca distancia que separa al sur de la península y Baleares de la costa de Marruecos y Argelia, donde al menos sobreviven unas pocas decenas de ejemplares.
Sobre el núcleo de población norteafricana de foca monje descansan las principales esperanzas para su recuperación en la costa mediterránea. El principal escollo para desarrollar un plan de recuperación en cooperación con Argelia y Marruecos es la situación política delicada en la que se encuentra la zona, especialmente Argelia. Pero, ¿basta con protegerla para lograr su recuperación? La realización de un censo de la población en esta zona del Mediterráneo proporcionaría la información necesaria para evaluar las posibilidades de éxito de la recolonización natural, propiciada y potenciada por unas medidas de protección de la foca monje y de su hábitat. La recolonización producida de forma natural, sin necesidad de intervención directa sobre la población, sería la forma ideal para asegurar la supervivencia de la foca monje. Otras medidas para tratar de recuperar a este mamífero marino pasan por la intervención directa, es decir, la manipulación de ejemplares. Es el caso de la recolocación mediante la captura y liberación de individuos en sitios que se consideran idóneos, y de la cría en cautividad. El principal obstáculo es el gran desconocimiento que se tiene sobre la biología de la especie, su comportamiento, sus hábitos, etc, lo que hace que sea sumamente delicado manipular ejemplares y experimentar con ellos cuando se cuenta con una población tan reducida. En el caso hipotético de que estas medidas se demostrasen como efectivas deben acompañarse de las ya mencionadas: asegurar la protección total de la especie y su hábitat en los lugares propuestos para lograr su reintroducción.
Hombre y foca monje deben saber compartir la costa
Antes de iniciar la recuperación debemos analizar si es posible la convivencia entre el hombre y este animal. Si el hombre no persiguiese a la foca monje, Épuede esta tolerar la presencia de aquel y compartir el mismo hábitat? Desde los acantilados de la reserva satélite del Parque Nacional del Banco de Arguin, en Cabo Blanco (Mauritania), se puede observar a las focas monje nadando muy cerca de las canoas de pesca que faenan en las proximidades de la costa. Cuando los pescadores izan sus trasmallos, las focas se acercan esperando que los propios pescadores les lancen algún pesado para que coman. Estos pescadores nunca hacen daño a las focas, incluso las alimentan, a pesar de que amenudo les causan daños en los trasmaIlos. Ellas lo saben, y por lo tanto no se sienten amenazadas por la presencia de los hombres. Asimismo, en el puerto marroquí de Ras-el-ma, el vecino de las Islas Chafarinas, el popular Peluso, cada mañana durante años entraba en el puerto donde se dedicaba a capturar anguilas, ante la indiferencia de las numerosas personas dedicadas a la descarga de pescado. A ellos les parecía normal que el lobo marino entrara en el puerto a buscarse la vida. La experiencia de lugares como el Parque Nacional de las Islas Esporádas del Norte (Grecia) demuestra cómo la convivencia del hombre con la foca monje es factible. Gracias al centro de recuperación de Steni Vala el sentimiento que antiguamente se abrigaba hacia la especie (la foca monje era considerada una feroz alimaña que suponía una amenaza para el ser humano, motivo por el cual era temida y perseguida de forma implacable) ha cambiado totalmente. Todos los años miles de personas visitan las islas atraídos por la posibilidad de ver de cerca a la casi extinta foca monje o nadar con ella. Una vez más, el ecoturismo, cada día más de moda, es la clave para conseguir el desarrollo sostenido: conservar y explotar al mismo tiempo.
Manu San Félix
Biólogo que lleva más de cuatro años
trabajando en el estudio de las
Poblaciones de foca monje en Grecia,
Mauritania y las Islas Canarias.
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